José Manuel González-Páramo (Madrid, 1958) pone el acento español dentro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), la sala de máquinas de la institución que establece los tipos de interés en la zona euro, en la que desembarcó en junio de 2004. Habla pausado, con tono serio, consciente de la dificultad de los momentos actuales, y señala que "en julio las circunstancias y nuestro mandato nos pedían que actuáramos para recuperar el control de las expectativas de inflación". La Fed podría bajar los tipos medio punto, al menos... y Japón podría seguir sus pasos.
Y también con el convencimiento de quien sabe que está cumpliendo un sueño. "Mi paso por el BCE es la culminación de mi carrera profesional", reconoce con sinceridad.
El BCE está celebrando este año su décimo aniversario, ¿cómo valora la trayectoria de la entidad?
Precisamente por el escepticismo previo es remarcable que, en su décimo aniversario, las razones que esgrimíamos quienes creíamos en el euro se han visto confirmadas incluso por añadidura. Tenemos el banco central más creíble del mundo, tal como reconocen los expertos que estudian esta materia. Somos un banco predecible y hemos logrado mantener los precios estables durante esta década, lo que quiere decir que la estrategia de política monetaria que se eligió en su momento se ha visto avalada por los hechos. Nadie pone hoy en duda con seriedad que el euro es un éxito.
"Tengo una curiosidad. La gente me pregunta para qué necesitamos una Fed?, dicen que le espetó Ronald Reagan al entonces presidente del banco central estadounidense, Paul Volcker, a modo de saludo en 1980. Tomando esa anécdota, ¿para qué necesitamos los bancos centrales?
Si Reagan hubiera tenido ocasión de repetir ese comentario, seguramente lo hubiera cambiado por otro. Si a alguien le caben dudas sobre la importancia de los bancos centrales, no tiene más que mirar su papel actual de estabilizadores de los mercados. Los bancos centrales aportan hoy, y en particular el BCE, un ancla de estabilidad. Nadie duda en Europa ni en el mundo que el BCE está aquí para cumplir con su mandato, que consiste en preservar la estabilidad de precios a medio plazo como paso previo para crear empleo sostenible y promover el crecimiento a largo plazo. Y eso, al mismo tiempo, proporciona estabilidad financiera. Pensemos en lo que supondría, desde un punto de vista financiero, que los ciudadanos empezasen a dudar de que estamos comprometidos con ese mandato y que se dispararan las expectativas de inflación. Es muy evidente para qué necesitamos los bancos centrales: estamos para garantizar la estabilidad de precios y contribuir a la estabilidad financiera.
¿Ciertamente creen que los ciudadanos conocen al BCE y que entienden que la mejor contribución para el crecimiento pasa por la estabilidad de los precios?
Estoy convencido de que sí. Los ciudadanos, especialmente los más pobres y desprotegidos, son los que más valoran el poder de compra de sus sueldos, de sus pensiones, y que eso depende de tener un banco central que actúa de acuerdo con un mandato creíble. Los ciudadanos lo saben. E incluso los que no lo saben de manera consciente intuyen que hay una institución monetaria que está ahí para garantizar precisamente su poder de compra. Los ciudadanos nos piden, creo que de un modo perentorio, que no nos olvidemos de la estabilidad de precios.
¿Qué le viene a la mente cuando escucha que la culpa de la subida de los precios, de la subida del euribor, de la crisis... es del euro?
Entendemos el malestar de los ciudadanos cuando sufren el efecto de las subidas de los precios. Lo entendemos muy bien porque estamos a cargo de la estabilidad de los precios y tenemos influencia en ellos. Es cierto que cuando se introdujo el euro coincidió con una serie de causas, como el redondeo o el inicio del ciclo alcista de la subida del petróleo, que llevó a algunos a asociar el euro con esos aumentos de precios. Estamos convencidos - y los datos estádisticos oficiales lo confirman - de que no fue así, pero aún cuando el euro no es causante, debemos ser sensibles a la preocupación de la gente, en particular cuando manifiestan dudas acerca de los datos de inflación que ven publicados en los medios. Porque es tan importante la percepción de la gente como la realidad y tenemos que tratar de hacer lo posible por reconciliar percepciones y realidades.
¿Se precipitaron al elevar los tipos en julio?
No. Debemos asegurar la estabilidad de precios, y si uno observaba las expectativas de inflación a medio plazo en verano, corríamos el riesgo de que se desanclaran. En julio las circunstancias y nuestro mandato nos pedían que actuáramos para recuperar el control de estas expectativas. Es más, si se miran indicadores de expectativas, es justo a partir de principios de julio cuando se moderan. La subida de julio es vindicada ahora absolutamente por los hechos. Diría más, es la que ha dado un margen de maniobra al BCE para tomar alguna decisión posterior sin riesgo para su credibilidad.
Sí, pero aquella medida provocó el mayor repunte en la historia del euribor a 12 meses...
La responsabilidad de un banco central reside en hacer lo que tiene que hacer para cumplir su mandato, esto es, garantizar la estabilidad de los precios a medio plazo. El euribor, sobre todo el que está conectado a la concesión de hipotecas, es un tipo de interés de mercado que está fuera del control de un banco central, y menos en momentos de tensión financiera.
Del BCE se dice que ha heredado del banco central de Alemania el defecto de bajar los tipos tarde, mal y poco. ¿Está de acuerdo?
El BCE decide sobre los tipos de acuerdo con el análisis económico y monetario basado en su estrategia que hace a partir del conjunto de información disponible. De modo que nadie puede pensar eso de forma rigurosa. Hemos actuado en cada momento en los diez últimos años en función de lo que nuestro mandato nos pedía.
El mandato de la Reserva Federal (Fed) estadounidense estipula que debe ocuparse tanto de la estabilidad de precios como de promover un crecimiento sostenido con el mayor empleo posible. ¿Daría al BCE más flexibilidad y una imagen más próxima combinar ambas metas?
Absolutamente no. El mandato del BCE es, primero, muy claro; segundo, tiene una referencia cuantitativa conocida, que no tiene la Fed, consistente en mantener la inflación por debajo, pero cerca, del 2 por ciento a medio plazo; y en tercer lugar, hay una racionalidad subyacente, consistente en que un banco central tiene básicamente un instrumento con el que no puede conseguir directamente dos o más objetivos. Puede lograr uno ? la estabilidad de precios- e indirectamente otros ? fomentar el empleo y el crecimiento económico sostenible o contribuir a la estabilidad financiera. Asegurar la estabilidad de precios es lo primero y lo demás viene por añadidura. Hasta tal punto esto es así, que en realidad, al analizar cómo explicamos la inflación y la política monetaria todos los banqueros centrales del mundo, todos lo hacemos en el fondo de la misma manera.
A la hora de señalar a los responsables de la actual crisis, los bancos centrales figuran en la lista. ¿Qué opina al respecto?
Me gustaría que estas alusiones fueran mucho más específicas. Se debería señalar con rigor de qué modo se pueden justificar esas críticas. En cada momento, desde 1999 hasta hoy, hemos hecho lo necesario para cumplir con nuestro mandato y creemos que hemos recurrido a todo lo que estaba en nuestra mano. Incluso cuando han llegado las turbulencias hemos reaccionado para reforzar la liquidez, para tratar de mantener el control en los tipos a plazo más corto, para dar dólares en la medida necesaria? De modo que, en términos generales, los banqueros centrales no están ahora mismo a la cabeza de las instituciones más criticadas en el mundo, sino más bien al contrario.
La correa de transmisión entre la política del BCE y los ciudadanos y empresas se ha roto como consecuencia de la crisis financiera. Entonces, ¿tienen las bajadas de tipos un impacto más anímico que real en estos momentos?
En cada momento hacemos lo que es necesario para asegurar la estabilidad de precios. Lo que eso implica en términos de movimientos de los tipos depende de los datos que tenemos en cada momento cuando nos reunimos. Es verdad que el mecanismo de transmisión de la política monetaria ha sufrido y está sufriendo como consecuencia de las tensiones financieras, pero esto no descarga a un banco central de su obligación, porque buena parte de la influencia que un banco central tiene sobre la estabilidad de precios tiene lugar a través de canales como los de expectativas y con la manera en la que tiene de inyectar liquidez en los mercados monetarios. Además, en las últimas semanas estamos recuperando el mecanismo de transmisión con las medidas que estamos aplicando.
¿Qué sensación tiene cuando el BCE es criticado por la clase política?
Ninguna sensación particular. Cualquier ciudadano debe poder expresar su opinión en democracia siempre y cuando no ponga en cuestión lo fundamental: que los bancos centrales son instituciones creadas por el proceso democrático, con un mandato y dotadas de independencia por muy buenas razones. Hemos comprobado históricamente cómo cuando el banco central no es independiente hay una tendencia de los poderes políticos a utilizar el banco central para fines relacionados con el ciclo político, no con el económico. Desde esa independencia debemos escuchar lo que dicen los políticos y los ciudadanos, como ellos nos escuchan a nosotros. De hecho, yo diría que hay un diálogo fluido entre el BCE, el Eurogrupo, el Ecofin y el Parlamento Europeo, ante quien rendimos cuentas.
¿Van siempre la innovación financiera y los excesos por delante de los supervisores?
Lo primero que hay que decir es que, en principio, la innovación financiera es buena, porque facilita a la sociedad los recursos para emprender más iniciativas. Pero debe estar sometida a la regulación y la prudencia necesarias. Dicho esto, el papel de los bancos centrales con respecto a la innovación financiera es por necesidad limitado, porque los bancos centrales no están generalmente a cargo ni de la regulación ni en todos los países poseen la supervisión. Su tarea es proporcionar liquidez en la economía y garantizar la estabilidad de los precios. Es cierto que lo que estamos observando desde hace meses es una llamada de atención a los reguladores y supervisores de todo el mundo, pero también a los agentes privados de la industria y a las agencias de calificación. Quizá ha hecho falta esta presión y unos mercados cuya liquidez se secaba para que la industria entienda que es importantísima la transparencia de la información.
¿Se unificará la supervisión bancaria en la zona euro tras esta crisis?
Hay en marcha iniciativas de cooperación entre supervisores que son muy importantes y otras que incluso ya estaban en marcha antes de iniciarse la crisis. Las tensiones van a reforzar los movimientos en la dirección de una mayor coordinación entre los supervisores. Tenemos un Comité Europeo de Supervisores Bancarios que tiene entre sus misiones conducir esa convergencia y ese acercamiento, pero no olvidemos también que mientras que en última instancia sean los fondos públicos de cada país los que se ven comprometidos en caso de dificultad, si tenemos responsabilidades presupuestarias separadas no podemos imaginar algo que vaya más allá de la cooperación, lo cual no tiene por qué estar en desventaja con iniciativas más ambiciosas. Mi impresión es que se puede avanzar en las dos direcciones, interviniendo donde haga falta a escala nacional y colaborando internacionalmente.
¿Qué opinión le merecen los planes de rescate que están diseñando las autoridades europeas y las reuniones multilaterales que se estás convocando para intentar recetar soluciones contra la crisis?
Las reuniones multilaterales son bienvenidas siempre. Son importantes para proporcionar la confianza necesaria que el sistema financiero precisaba y para ganar ese margen de maniobra dentro del cual las entidades pueden volver a tratar de activar el préstamo y el crédito, y para que los reguladores y supervisores pongan en marcha el conjunto de iniciativas que están sobre la mesa. Deberíamos valorar el salto cualitativo que supone esta cooperación a escala planetaria, y también cuantitativo por las cantidades de fondos que se están empleando. Y sobre todo entender que el mensaje es muy claro: las autoridades mundiales no están dispuestas a dejar que entidades solventes relevantes para el sistema financiero sean víctimas por falta de liquidez. Es un movimiento que trata de restaurar la confianza, y por tanto la valoración no puede ser más positiva. En el caso europeo el reto es llevar la letra pequeña de estos acuerdos al punto en el que las decisiones que se tomen en cada país no afecten a la unidad de mercado. La Comisión Europea está trabajando muy activamente en este apartado.
Las medidas gubernamentales contra la crisis es posible que lleven a muchos países a acumula un déficit público superior al 3 por ciento y, por tanto, a incumplir el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. ¿Qué opina al respecto?
Es un juicio que le compete a la Comisión Europea, que es la vigilante por definición del PEC. No cabe duda de que si las perspectivas de crecimiento se moderan van a tener un impacto sobre los ingresos y los gastos públicos, así que lo que cabe prever es que los desequilibrios presupuestarios no mejoren en el tiempo que viene. Pero creo que al mismo tiempo hay que recordar que el PEC tiene una lógica: que la unión monetaria se basa en la coordinación y la disciplina fiscal de la misma manera que lo hace en una política monetaria orientada a la estabilidad de precios, y que hay un tercer pilar que pasa por el funcionamiento flexible de los mercados, y por eso hablamos de reformas estructurales con asiduidad, ya que cada vez resultan más necesarias. Es importante que nuestras economías tengan la capacidad de adaptarse ante las perturbaciones y que los mercados de trabajo sean flexibles para amoldarse a cambios y ventajas competitivas. Y esto, que como principio general suena muy bien, tiene implicaciones que a lo mejor no son agradables de oír, sobre todo para los políticos, pero hay que decirlas. Si no somos conscientes de todos los impedimentos a los ajustes de nuestros mercados, no estamos haciendo completamente nuestro trabajo. Un ejemplo: ahora el coste laboral unitario en economías como la española está creciendo justamente al tiempo que aumenta el desempleo, y esto es un sinsentido.
¿Cree que la zona euro entrará en recesión? ¿Y España?
Está claro que nos enfrentamos a unos cuantos trimestres de crecimiento más moderado de lo esperado. Está por ver la magnitud, porque los riesgos a la baja sobre el crecimiento se han acentuado, sobre todo por la prolongación de las tensiones financieras.
¿Cuándo dará el euribor un respiro mayor a las familias?
Los tipos de interés de los préstamos bancarios a plazos más largos, como por ejemplo el euribor a 12 meses, han disminuido de manera significativa en los últimos días. Hay un conjunto de influencias que explican por qué esto ha sucedido. Entre ellas está una mayor confianza creada tanto por las medidas acordadas por los Gobiernos en Europa y el G-7 como por las actuaciones que está emprendiendo el BCE en las subastas a tipo fijo por cantidad ilimitada contra colaterales adecuados. Confío en que las intervenciones de las autoridades sigan contribuyendo a la normalización de los tipos euribor.
Hay voces que proclaman que el mundo se enfrenta a una especie de Apocalipsis financiero. ¿Qué opina al respecto?
El mercado y su funcionamiento dependen de la credibilidad y el buen diseño de un conjunto de instituciones. Hay diagnósticos sobre los fallos de la regulación y sobre mejoras potenciales de supervisión y autoridades que están avanzando deprisa para llevar esto a la práctica. Y los Gobiernos y los bancos centrales están haciendo todo lo que está en su mano. Hay que pararse a pensar en todo lo que están haciendo para procurar este margen de tiempo para que las medidas entren en funcionamiento. Entre tanto hay que llamar a la compostura, porque la volatilidad está ahí, pero no nos debería impedir ver el cuadro en su conjunto. Se empezará a ver el final del túnel cuando la confianza esté de vuelta, pero la confianza estará de vuelta cuando nos paremos a pensar en todo lo que se ha hecho y cuando empecemos a ver que las entidades financieras reanudan su actividad habitual. Será un proceso de ?larga digestión?, pero tengo una gran confianza en que vamos en la buena dirección.
¿Cree que esta crisis servirá para reforzar el papel del euro y que habrá más países que quieran formar parte de la Unión Económica y Monetaria (UEM)?
Para los países de la zona euro, las tensiones financieras han puesto de manifiesto una ventaja más: que el euro, en la medida en que es una moneda macroeconómicamente bien gestionada, ha actuado como escudo protector. Si hubiéramos tenido 15 monedas distintas estoy convencido de que estaríamos hablando en términos diferentes de las tensiones financieras. Así que yo entiendo que puede haber países que se sientan atraídos por esta ventaja, pero hay que ser consciente que el euro tiene muchas más implicaciones y exige compromisos por parte los países. Hay unos criterios de convergencia con los que hay que cumplir, porque de otra manera no puede funcionar la moneda única de una manera correcta.