
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se reunió ayer en el salón Roosevelt de la Casa Blanca con cuatro legisladores imprescindibles en su hazaña por intentar poner en marcha una reforma tributaria. Entre ellos destacó el presidente del Comité de Medios y Arbitrios del Congreso, el republicano Kevin Brady, acompañado por su par demócrata, Richie Neal. También estuvieron presentes el presidente financiero del Senado, el republicano Orrin Hatch y el senador Ron Wyden.
Un encuentro significativo dada la falta de compromiso hasta el momento por acelerar una de las propuestas clave de campaña de Trump que ha cimentado el rally alcista en la bolsa americana desde el 8 de noviembre. Sin embargo, horas antes, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, reconocía en una entrevista con Fox News que los legisladores no comenzarán a tomar cartas en el asunto hasta por los menos la próxima primavera.
"Es como funciona el presupuesto", justificó. "No podremos comenzar a esbozar nuestro proyecto de ley hasta que se apruebe el presupuesto en primavera, y posteriormente comencemos a redactar la propuesta durante el verano", añadió. Una señal de alarma si tenemos en cuenta que el Capitolio ha dado prioridad absoluta a la cancelación del Obamacare y su reemplazo.
Conscientes de que en Washington DC este tipo de retórica implica que la dilación puede ser aún mayor, los inversores comienzan a temer lo peor. "Los mercados financieros son como un niño de dos años, quieren una reforma fiscal desde ayer", bromea con este periódico Ellen Zentner, economista jefe de Morgan Stanley. Aún así, con un tono algo más solemne reconoce que la falta de señales claras "está poniendo a prueba al mercado que podría no ser paciente". "Es posible que la reforma se retrase hasta finales de año o probablemente hasta el que viene", reconoce mientras cuestiona si la bolsa americana mantendrá el temple necesario.
En las oficinas de Bank of America Merrill Lynch en Bryant Park, Ethan Harris, su economista global, apunta a elEconomista que "existe un riesgo significativo de que la reforma tributaria no termine aprobándose, esto sería negativo para el mercado y para la confianza". En este sentido, Harris echa la vista atrás a las reformas implementadas por Reagan en 1986 y señala la importancia de que el proyecto en manos de Trump y los líderes del Congreso se mantenga inmune a los grupos de influencia, los lobbies.
Paralelamente, Harris incide en las diferencias que separan a la Casa Blanca de los legisladores. "El presidente no ha ofrecido grandes detalles pero el impacto de su plan promete reducir los ingresos públicos casi 5,9 billones de dólares en la próxima década" reitera el economista jefe de BofAML, quien manifiesta que la propuesta republicana es neutral para las cuentas públicas.
Durante el retiro de los legisladores republicanos en Filadelfia la semana pasada se advirtió que observan la primavera de 2018 como el momento más factible para aprobar la reforma fiscal. Adam Parker, estratega jefe de EEUU en Morgan Stanley, confiesa que "no está seguro" si la legislación llegará en 2017 o 2018, de ahí que a la hora de computar su previsiones, la reforma sólo forma parte de su escenario base en 2018, cuando descuenta una bajada del impuesto de sociedades desde el 35% al 20%, pero no en el año en curso.