
El poder de los ETFs es bien conocido en el mundo de la inversión. Lo que es menos conocido es que dentro del universo de este tipo de productos existe un tipo, los Smart beta, que están ganando popularidad como opción para mejorar el binomio rentabilidad-riesgo que ofrecen los ETFs comunes.
Aunque no existe una definición universalmente aceptada, se puede que decir que los ETFs Smart beta son fondos cotizados que, al igual que los ETFs tradicionales, replican un índice. Pero añaden un giro que los hace interesantes y con el que están ganando popularidad entre los inversores en todo el mundo: en vez de seguir un índice ponderado en función de la capitalización de mercado (como un ETF 'normal'), se eligen otras variables, ya sea la volatilidad, los dividendos u otros factores de riesgo como value (acciones infravaloradas), calidad (balances sólidos) momentum (rentabilidad/riesgo) o size (tamaño, dando más peso a empresas de menor capitalización ). También se pueden combina varias en una estrategia multifactor.
Es decir, es un estilo de gestión pasiva que busca explotar los sesgos o ineficiencias del mercado, construyendo un producto que va más allá de los ETFs tradicionales pero que mantiene sus costes bajos, una de las grandes ventajas frente a una gestión activa. La 'beta' se refiere al grado de variabilidad de la rentabilidad de un activo respecto al índice del mercado tomado como referencia.
Por ejemplo, si el S&P 500 tiene una beta 1, una acción que duplicara su rentabilidad tendría una beta 2. En general, una beta superior a 1 implica que el fondo o ETF en cuestión va a reaccionar más tanto en caso de subidas como de bajadas. Por su parte, la palabra 'smart' hace referencia al uso de una metodología alternativa a la réplica de un índice ponderado por capitalización.
En este sentido, este año el S&P 500 ha subido un 7,2% hasta el 26 de agosto, mientras el S&P de mínima volatilidad lo ha hecho un 12,9%. Además, con una volatilidad menor (12,7% frente a 16,9%). Por lo tanto, un ETF que replica el S&P 500 Minimum Volatility Index supera en rendimiento a un ETF que replica el índice S&P 500 que pondera por capitalización bursátil.
Como explica Sara Shores, responsable global de Smart Beta para BlackRock, las estrategias de este tipo tienen tres objetivos: reforzar la rentabilidad, mejorar la diversificación y reducir el riesgo para los inversores. "Es realmente una combinación de lo que pensamos que es gestión activa y gestión pasiva. Es activa en el sentido de que su objetivo es batir a un índice ponderado por capitalización teniendo en cuenta el riesgo, el retorno y los costes. Pero es pasivo en la medida que la implementación es transparente y basada en unas normas prefijadas".
Las estrategias Smart beta en general, no solo aplicadas a ETFs, llevan desde los años 70 sobre la mesa de los inversores profesionales. Los fondos indexados aparecieron a mediados de esa década y el primer ETF debutó en 1993. Diez años después se lanzó el primer ETF Smart beta, y hoy es uno de los productos estrella entre los inversores.
Creciente interés de los inversores
Los ETFs Smart beta, pese a su relativa juventud, han crecido enormemente en los últimos años, y según el último estudio de Greenwich Associates, el 31% de los inversores institucionales (incluido el 46% de los gestores de fondos) ya tiene ETF Smart beta en sus carteras.
Según los datos de Morningstar, proveedor de análisis y datos del sector de los fondos de inversión, los activos bajo gestión en estrategias Smart beta han crecido de 103.000 millones de dólares en 2008 a 616.000 millones de dólares en 2015. Actualmente, hay 800 ETFs de este estilo, más de un tercio del total de ETFs de EEUU y gestionan alrededor del 20% del total de activos ligados a ETFs, según el portal ETF.com.
La industria actual de ETFs global ya alcanza un total de 3,4 billones de dólares, con unas entradas netas 220.000 millones al cierre de agosto, según los datos de BlackRock. De estos 220.000 unos 90.000 millones en productos de renta variable, y de estos, más de 40.000 millones en Smart Beta, casi la mitad de la renta variable.
Este creciente interés de los inversores es consecuencia de la crisis financiera de 2008. Por un lado, se ve a los ETFs Smart beta como opciones que pueden replicar estrategias de hedge funds de una manera mucho más simple y económica. Por otro lado, los vaivenes de los mercados internacionales han hecho a los inversores más inseguros, y para protegerse una estrategia de baja volatilidad puede ayudar a capear el temporal en momentos de fuertes caídas del mercado.
Control del riesgo y control de costes, dos de las características de estos productos, se han vuelto más importantes, además de la liquidez que aporta el hecho de ser un producto cotizado.