El cuadro de previsiones macroeconómicas que actualizó el jueves el Banco Central Europeo (BCE) reflejó el pesimismo que se ha instalado sobre la economía de la eurozona. Los líderes de la entidad recortaron casi todas sus estimaciones de manera agresiva, lo que plantea muchas dudas sobre la esperada recuperación de 2015.
La entidad prevé que el PIB de la eurozona avance un 1% en el próximo año, frente al 1,6% que estimaban en septiembre, o lo que es lo mismo, un tercio menos. Es más, ni siquiera en dos años se alcanzará el crecimiento previsto para 2015 hace tan solo tres meses: la economía avanzará un 1,5% en 2016.
El deterioro de la recuperación tendrá dos focos principales: las exportaciones y el consumo. En solo tres meses, el BCE ha recortado en 1,3 puntos porcentuales sus expectativas de crecimiento de la demanda externa, hasta dejar su estimación en el 3,2%. El motivo es el frenazo del consumo exterior, que no consigue compensar la ganancia de competitividad de los países del área del euro producida por la depreciación del tipo de cambio.
Este escenario internacional generará un impacto negativo sobre la confianza del consumidor de la región y, en consecuencia, un frenazo de la demanda interna. Si en septiembre esperaban un avance del 1,5%, ahora prevén un 1,3%.
La debilidad de la demanda afectará a uno de los principales factores para el crecimiento potencial de la economía: la inversión en bienes de capital. En estos tres meses, los expertos del BCE han rebajado sus previsiones para este segmento en 1,8 puntos porcentuales, hasta dejarlo en el 1,4% para el conjunto de 2015.
Una de las pocas revisiones al alza en las estimaciones fue en la partida de gasto público para 2014. Según el BCE, el consumo del conjunto de las administraciones públicas será del 0,9%, dos décimas por encima de lo previsto en septiembre. De cara a 2015 este avance se frenará hasta el 0,5% y en 2016 se quedará en el 0,4%.