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Draghi quiere amueblar de nuevo la banca, pero antes necesita una mudanza

  • El problema no es la liquidez, sino el capital

Desde el estallido de la crisis financiera y económica, muchos han sido los retos a los que ha tenido que enfrentarse el Banco Central Europeo (BCE), que han requerido medidas nunca vistas en la Eurozona. La entidad monetaria ha sido uno de los principales valedores del sistema financiero, del euro e incluso de muchos estados miembro.

Sin embargo, hay un aspecto que todavía se le resiste: la recuperación del crédito a la economía real. Lo ha intentado con rondas de liquidez, penalizando a la banca por aparcar su dinero, y otra vez con nuevas inyecciones. Pero nada. Este flujo de dinero se queda estancado en el sistema financiero y no llega a las empresas y los hogares. Uno de los argumentos es que no existe demanda de crédito, sin embargo, las encuestas a pymes destacan de forma recurrente que conseguir financiación bancaria es uno de sus principales problemas.

De hecho, la última subasta de liquidez del BCE fue un auténtico fiasco, ya que las entidades apenas solicitaron 82.600 millones de euros de los 400.000 millones habilitados.

¿Qué significa esto? Que el problema de la ausencia de crédito no es la liquidez. De hecho, la banca ya no sabe qué hacer con el dinero, muestra de ello es cómo en el interbancario muchas operaciones se hacen de modo que el que presta el dinero paga al que acepta el préstamo.

El verdadero problema

El problema, queda claro, no es la liquidez. ¿Cuál es entonces? El capital. Y ahí reside principalmente la diferencia entre las inyecciones realizadas hasta ahora y la futura compra de activos con su programa de adquisición de ABS, siglas en inglés de valores respaldados por activos.

La venta de estos títulos supondría, para los bancos, desprenderse de una parte del riesgo que tienen en balance y, de paso, liberar una parte del capital. El BCE quiere que la banca amueble su balance con nuevos préstamos, más bonitos y mejor valorados, y que así fluya ese crédito.

Sin embargo, la banca no tiene sitio en casa, ya que tiene su balance lleno de muebles viejos y, en muchos casos, hasta rotos, o lo que sería su equivalente, en mora. Es necesario, por tanto, que la banca pueda vaciar una parte de su balance traspasando estos préstamos, en este caso, al BCE.

Todos esos muebles no son iguales. Unos activos tienen un nivel de riesgo de impago mayor que otros, un perfil que se encargan de valorar las agencias de rating. Aquí es donde está el matiz fundamental de las decisiones del BCE. Los activos que tienen menor calificación requieren unas reservas de capital mayores para cubrir una parte de ese riesgo, lo que limita las operaciones de la banca. Es en este tramo donde las operaciones del BCE tendrían mayor impacto.

"Si compra los tramos más junior o incluso equity (la parte que no tiene grado de inversión) podría tener repercusiones muy positivas para el desapalancamiento bancario y la liberación de capital regulatorio, y dar así pie para que los bancos presten mas fondos a la economía real", explica César Fernández, gestor de renta fija de Deutsche Asset & Wealth Management.

Intolerancia al riesgo

Hacer una mudanza y cambiar los muebles antiguos por otros nuevos es aparentemente perfecto, salvo por el matiz de que hay que buscar un destino para los viejos. Esto es, quién asume el riesgo de los créditos en el balance de la banca. Los estatutos del BCE determinan que la entidad no puede asumir riesgos, ni soberanos ni corporativos, por lo que, en principio, no podría comprar titulizaciones con bajas calificaciones.

Otra opción, y esto empieza a entrar en un terreno polémico, es que los Estados sean los garantes de estos activos, de modo que asuman este riesgo. De este modo, el BCE tendría el aval de los países y no incumpliría sus estatutos. Ahora bien, que los estados sean garantes de las empresas es un terreno pantanoso.

Otro aspecto que demandan muchos expertos es aplicar una normativa más favorable a este tipo de activos. Actualmente Solvencia II y Basilea III establecen unas exigencias de capital muy elevadas para los ABS en comparación con otros activos, lo que obliga a tener una provisión elevada.

"A no ser que la Comisión Europea adapte la regulación existente, los intentos del BCE de estimular el mercado serán en vano", advierte deMatthew Russell, gestor de M&G. Sin embargo, esta decisión tampoco estaría exenta de polémica, ya que, otra vez se volvería a la situación previa a la crisis económica, cuando los colchones de capital de las entidades financieras eran muy estrechos y se guardaban en el trastero.

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