
La deuda pública va camino de sufrir su mayor varapalo trimestral desde la histórica crisis desencadenada por Alan Greenspan en este mercado en 1994. El 3 de febrero de aquel año, el entonces presidente de la Reserva Federal (Fed) alimentó un vendaval vendedor de bonos al subir los tipos de interés por sorpresa del 3 al 3,25 por ciento.
Catorce años después, no ha sido un hecho tan concreto el que ha empujado a los inversores a actuar del mismo modo, sino que las causas hay que buscarlas en el progresivo cambio de estrategia protagonizado por los principales bancos centrales para hacer frente a las presiones inflacionistas.
Este viraje comenzó a fraguarse el pasado 30 de abril, fecha en la que la Fed redujo el precio del dinero del 2,25 al 2 por ciento. Pero no fue esta decisión, sino el comunicado emitido por la entidad, el que empezó a cambiar el panorama.
Inquietudes por la inflación
En dicho documento, el banco central norteamericano ya mostró un mayor equilibrio entre sus inquietudes por el crecimiento económico y la inflación. En consecuencia, se dejó abiertas todas las opciones sobre los intereses para
siguientes reuniones.
Desde entonces, los hechos no han dejado de alimentar las ventas de bonos por parte de los inversores. Los discursos ofrecidos en el último mes por el presidente de la Fed, Ben Bernanke, han confirmado que la institución da por acabado el proceso de bajadas de los tipos iniciado en septiembre de 2007 y que, sobre todo, la escalada de los precios se ha convertido en su principal preocupación, en detrimento del impacto económico provocado por la crisis financiera.
El brusco giro estratégico de la entidad estadounidense se vio rematado el 5 de junio por el Banco Central Europeo (BCE). Ese día su presidente, Jean-Claude Trichet, mencionó la posibilidad de que se produzca una subida de los tipos oficiales de la región, del 4 al 4,25 por ciento, en la cita de comienzos de julio. Lo justificó por la necesidad de evitar "a materialización de los riesgos alcistas sobre los precios y de los efectos de segunda ronda en las negociaciones salariales".
Precedentes
Las decisiones de otros bancos centrales en las dos últimas semanas, como los incrementos del precio del dinero enmercados emergentes como Brasil, Chile, Rusia e India y el sorprendente mantenimiento de los tipos en Canadá –donde se esperaba una rebaja de un cuarto de punto-, han constatado un sustancial cambio que ha sido el encargado de agitar las aguas de la deuda pública a ambos lados del Atlántico.
Así, un año que comenzó marcado por la huida hacia la calidad, denominación que los expertos dieron al éxodo de los inversores de la renta variable a la deuda pública para guarecerse del impacto de la crisis, ha dado paso a la huida de la calidad. Las ventas han tomado el mando, con el consiguiente repunte de las rentabilidades, que suben cuando el precio de los títulos baja.
En especial, ese aumento se ha sentido en los bonos a diez años. En Estados Unidos, su rendimiento ha pasado del 3,55 al 4,21 por ciento desde que se inició el trimestre. O lo que es lo mismo, una subida de 66 puntos básicos -100 equivalen a un punto porcentual-, la más pronunciada desde los 162 puntos básicos del primer trimestre de 1994.
En España, la rentabilidad de los títulos a una década ha pasado del 4,22 al 4,88 por ciento en el mismo periodo, elmayor aumento desde el segundo trimestre de 1994.En su caso, además, ha crecido hasta su cota más alta desde julio de 2002.
Malo para las carteras
Aunque el fuerte repunte de los rendimientos puede ser tomado como una oportunidad a medio y largo plazo si la inflación y las expectativas de los precios se relajan, a corto plazo supone una mala noticia. Lo es, por un lado, para los fondos de inversión que destinan parte de su patrimonio a estos productos, puesto que recogerán las importantes bajadas de sufridas por los precios este trimestre. Y también son una mala noticia para las bolsas
y el conjunto de los mercados.
"Ahora mismo la clave reside en los bonos", reconoce José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, en referencia al impacto que puede provocar la prolongación del aumento de las rentabilidades en los restantes activos.
En caso de seguir subiendo, pondrán en aprietos a la renta variable, a la que obligarán a ofrecer unos rendimientosmayores para compensar el riesgo de invertir en ella. Al mismo tiempo, encarecerán la factura financiera de los Estados en un momento en que la necesidad de emitir deuda puede crecer para obtener financiación y promover el gasto público con el que paliar el impacto económico de la crisis.