El depósito se ha convertido en un trago de agua fría en medio del desierto. No tiene atractivo por sí solo, sino por las circunstancias. Quién si no iba a pedir una botella de agua en vez de una cerveza helada en el chiringuito de la playa o, en términos financieros, a salir del banco con un depósito bajo el brazo cuando ofrecen las rentabilidades más bajas de la historia -según la media que elabora elEconomista con la oferta comercial de las principales entidades españolas, entregan un 1,19% a un año frente al 5% que ofrecieron en sus mejores tiempos-. Pero claro, en el erial por el que camina el ahorrador más conservador, el que no quiere asumir nada de riesgo y que representa el 46,6 por ciento en la estructura del ahorro financiero en España, la inflación actúa de aliada porque transforma al depósito en un oasis en el que saciar la sed.
Según el último dato del Instituto Nacional de Estadística (INE), el coste de la vida en España aumenta a un ritmo del 0,1 por ciento. Lo que significa que, a pesar de la sequía de rentabilidades que asola a los activos más seguros, el depósito no solo cumple con el objetivo de no perder poder adquisitivo, sino que además ofrece una rentabilidad real (la que queda una vez descontada la inflación) del 1,09 por ciento. ¡Es la más elevada de los últimos cinco años! ¡Y no es ningún espejismo!
Por entonces, en 2009, el coste de la vida registraba tasas negativas que permitían sacar el jugo a depósitos que apenas rentaban un 2 por ciento. Hoy, el ahorrador que huye del riesgo debe dar las gracias, en parte, a la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE), por eso de relajar los precios hasta tal punto de que se haya temido a la deflación tanto en España como en Europa, donde el IPC sigue en el 0,5 por ciento.
Claro que sus actuaciones, entre las que también figuran dejar el precio oficial del dinero en el 0,15 por ciento, son a su vez las responsables de que ni siquiera una letra a un año sirva para mantener con creces el poder adquisitivo. El coste de financiación se ha abaratado tanto -la prima de riesgo está ya por debajo de los 200 puntos básicos-, que el ahorrador solo recibirá un 0,384 por ciento a cambio por letras del Tesoro cuando rescate su ahorro dentro de doce meses.
El resto de paradas que encontrará en la travesía conservadora no deparan nada mejor. Los pagarés ya ni se estilan entre la banca y los seguros de ahorro, ahora en el centro de sus escaparates, aún mantienen intereses del 2 por ciento pero son más arriesgados que los anteriores. Claro que el secreto para sobrevivir a la carestía de rentabilidades que impedirá regar de forma abundante su cartera de inversión cuando el depósito ya no sea suficiente (porque no se engañe, sus rentabilidades aún tienen que caer más), pasa por dar un trago más fuerte.