Los líderes de la política monetaria de la eurozona están cada vez más convencidos de que ha llegado la hora de tomar medidas agresivas. A finales de 2011 fue el momento de auxiliar al sistema financiero ante la crisis de liquidez que asolaba al mercado, en 2012 salvaron el euro ante el riesgo de desintegración y, finalmente, 2014 puede ser el año de liberar a la eurozona de una inflación baja que amenaza con convertirse en deflación.
La política monetaria de la región viene determinada por el Banco Central Europeo (BCE) que parece convencido de la necesidad de actuar en junio a raíz de las palabras de su presidente, Mario Draghi, de la semana pasada. Pero la otra autoridad monetaria no reconocida oficialmente es el Bundesbank. Poco a poco, la ortodoxia alemana parece dar pasos hacia la heterodoxia ante los pobres datos de inflación publicados, que también penalizan la economía del país.
El instituto ZEW publicó el peor dato de expectativas de crecimiento económico del país desde enero de 2013, algo que parece convencer a los líderes de la institución germana de la necesidad de introducir nuevos estímulos monetarios.
Los líderes del Bundesbank han discutido de forma interna las posibles medidas extraordinarias y han acordado descartar un programa de compra de bonos, según publicó este martes el diario Wall Street Journal, citando fuentes internas. Sin embargo, la entidad está abierta a adoptar otras medidas heterodoxas, como situar la facilidad de depósito en negativo, ofrecer nuevas inyecciones de liquidez a la banca (LTRO), o realizar compras de títulos respaldados por activos (ABS). Una noticia que echa más leña al fuego de las expectativas que tiene el mercado sobre la reunión del BCE del 5 de junio. Los inversores ya descuentan novedades importantes, por lo que el euro sufrió su quinta sesión consecutiva en negativo y cayó de los 1,37 dólares por primera vez en más de un mes.