
Las cotizadas españolas suelen anunciar sus dividendos con tan poca antelación que en ocasiones sólo faltan unos días para que se abone el pago. Las políticas de retribución poco transparentes al final no solo restan visibilidad sobre la compañía, sino que hacen perder dinero a inversores que operan con productos derivados como futuros y opciones porque alteran los precios.
Es difícil planear un viaje sin saber de antemano las fechas en las que podrá coger días libres en el trabajo y sin conocer el precio a pagar, por ejemplo, por el alojamiento. ¿Se imagina tener que preparar así unas vacaciones? El presupuesto puede irse de las manos si el hotel es más caro de lo previsto y la fecha coincide con festivos en los que el precio se dispara... Pues a unas incertidumbres similares se enfrentan los inversores que operan con productos derivados como futuros y opciones simplemente por el hecho de que las cotizadas no suelen comunicar con antelación sus políticas de retribución, algo que se reclama no solo desde la comunidad inversora, también desde los reguladores y supervisores bursátiles. En ocasiones es mucho el dinero que está en juego por no conocer previamente el importe del dividendo que repartirá una compañía ese año y la fecha en la que abonará los pagos.
La mayoría de empresas españolas no anuncia los detalles sobre el dividendo hasta unos días antes de retribuir, una vez ya ha pasado por la junta general, por el consejo de administración... En el mejor de los casos, hay algún mes de antelación. Acaba de empezar el año y entre las retribuciones de más rentabilidad solo Ebro Foods ha fijado ya todas las fechas y los importes exactos con los que remunerará a sus accionistas a lo largo de 2014.
La propia Comisión Nacional del Mercaco de Valores (CNMV) envió una carta hace un año y medio a las compañías españolas en las que les recordaba expresamente "la importancia de publicar la política de remuneración". Hizo hincapié en "su especial relevancia en la correcta formación de los precios de las acciones y la adecuada valoración de los instrumentos derivados", además de advertir sobre la obligación de "difundir cualquier modificación de la misma con la suficiente antelación". En busca de más transparencia, el supervisor bursátil recordó al menos la teoría, y se dirigió especialmente a las empresas cuyos "títulos están incluidos en índices de referencia o son el subyacente de instrumentos derivados", precisamente por los efectos que acarrea esta costumbre.
Muchas incertidumbres
Las políticas de retribución se han convertido durante la crisis en menos previsibles de lo que ya eran de por sí. Cancelaciones inesperadas de pagos, cambios en el esquema habitual -las empresas han recurrido al pago en acciones mediante scrip dividends-, importes a la baja... Todo eso genera incertidumbre para los accionistas o futuros inversores, pero también es importante para productos vinculados a estas acciones, porque los pagos de dividendo influyen directamente en los precios y valoraciones.
Al adquirir, por ejemplo, un futuro sobre Red Eléctrica se está pactando a través de un contrato la compraventa de una cantidad de acciones de la compañía en una fecha y a un precio establecidos de antemano. Pues bien, este precio tiene en cuenta la cotización actual y también los costes y rendimientos que dará el título hasta ese día de vencimiento, es decir, que siempre se descuentan los dividendos esperados. Si el precio fijado fuese de 46 euros después de descontar un pago de 0,72 euros, ¿qué ocurriría si Red Eléctrica abonase menos dinero? El comprador sería el beneficiado y el vendedor el perjudicado porque de haber sabido que el pago sería menor se habría subido el precio de 46 euros. En este ejemplo el vendedor del futuro seguramente pierde cientos o miles de euros en la operación al pactar peores condiciones.
Y hay más. La fecha no solo es importante para saber de antemano si habrá alguna entrega en el periodo en el que dura el contrato, también lo es porque "el precio de los derivados tiene en cuenta el valor del dinero en el tiempo", explica Enrique Castellanos, responsable de formación del Instituto BME. Es decir, que no es lo mismo valorar un dividendo cuando faltan 40 días para abonarse que si quedan 50 días, sobre todo cuando los tipos de interés que hay de por medio son altos. Enrique Castellanos señala un ejemplo. Un inversor que compró el 1 de diciembre un futuro de Red Eléctrica con vencimiento el 17 de enero tuvo en cuenta que el jueves 2 de enero abonaba un dividendo de 0,7237 euros por acción. Si los tipos de interés son del 5 por ciento, esos 0,7237 euros valdrían 0,7205 euros 32 días antes, el día que se compra el futuro. Si en lugar de quedar 32 días se retrasa la fecha cinco días, el descuento sería de 0,72 euros.
Son pequeñas diferencias que al final distorsionan los precios y más cuando el futuro que se compra no es de una acción sino del Ibex 35, en el que se incluyen todos los dividendos esperados de las compañías.
En el caso de las opciones, en las que los compradores tienen derecho pero no obligación de comprar (si es una opción call) o vender (si es put) a un precio y fecha fijadas, las políticas de retribución también son claves. Los inversores que compran un opción call salen beneficiados si los dividendos bajan porque el pago más pequeño hace caer menos la cotización de la acción, mientras que en ese caso bajaría el precio de las opciones put, las que dan derecho a vender.
Para paliar estas incertidumbres en las políticas de retribución desde hace unos años cotizan en MEFF, el mercado oficial, futuros de dividendos tanto para acciones como para el Ibex. Se trata de contratos en los que el inversor puede comprarlos simplemente porque crea que habrá dividendos mayores a los esperados y venderlo si es a la inversa. Y, por otro lado, cubrirse de pérdidas, por ejemplo, comprándolo en el caso de adquirir futuros de acciones en los que los pagos al final son superiores.