En la guerra de la prensa de principios del siglo XX, cuenta la leyenda que William Randolph Hearst, que inspiró 'Ciudadano Kane', dijo a uno de sus ilustradores durante el conflicto de Cuba: "Tú dibuja, que yo pondré la guerra". Fundó la compañía que hoy posee un 50% de Fitch. Aquel reclamo para vender periódicos recuerda al oligopolio que mantienen las agencias de calificación.
Aprincipios del siglo XX, dos magnates de la comunicación, William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer, vivían una constante batalla editorial en busca de vender la mayor cantidad de periódicos posible. Fue una época en la que los diarios llegaron a tener más de tres ediciones en un solo día, y en la que no era extraño manipular las noticias. Quizá la anécdota más famosa fue durante la guerra de Cuba, Hearst envió un equipo de ilustradores a la isla, que según su diario vivía los horrores de la pelea, algo que los empleados pudieron comprobar que no era cierto. Según la leyenda, uno de ellos escribió pidiendo permiso para regresar a EEUU, y la respuesta de Hearst fue clara: "Tú dibuja, que yo pondré la guerra".
Los historiadores afirman que tal fue la presión política que ejercieron las escandalosas portadas de los periódicos, que el gobierno no tuvo más opción que declarar la guerra a España en la isla. Incluso hay quien asegura, que el Ciudadano Kane fue el responsable del hundimiento del Maine (buque de la armada de EEUU). Y sacamos a colación el nombre Ciudadano Kane porque Orson Welles inspiró su película en la vida de William Randolph Hearst, fundador de Hearst Corp, misma que casualmente es propietaria del 50% de la agencia de calificación Fitch.
Y es que el negocio de las agencias calificadoras es muy parecido al que en su momento fue el de la prensa, un gran oligopolio que controla la "verdad". ¿Alguna vez se ha preguntado por qué no hay otras agencias importantes? No las hay porque en la década de los 70 EEUU comenzó a exigir que todas las emisiones llevaran una calificación y que la misma sólo pudiera ser emitida por agencias con licencia de la SEC (el equivalente en EEUU a la CNMV en España). Después, Europa suscribió en Basilea II que sólo permitiría calificaciones de agencias internacionalmente reconocidas, léase Fitch, Standard & Poor's y Moody's.
Finalmente, dichas agencias terminaron trabajando para las empresas que necesitaban calificarse y no para los inversores interesados en saber el estado de una empresa. Un modelo que por sí mismo implica un riesgo moral más que elevado. Y así fue cómo el Ciudadano Kane creó la guerra de Cuba y S&P el mundo de color de rosa de principios del siglo XXI, o por lo menos, de eso le acusa el Gobierno de EEUU.
EEUU toma cartas en el asunto
"Espero que ya seamos ricos y estemos retirados cuando se caiga este castillo de naipes" le decía un empleado de S&P a otro en 2006. Con este y otros argumentos, el Gobierno americano ha denunciado a la firma de McGraw-Hill por 3.700 millones de euros por manipular información financiera y fraude. Algunos hablan de un posible acuerdo extrajudicial, pero si algo pone de manifiesto es que hasta ahora no habían reprimido a estas firmas, y casualmente llega paralelamente con la amenaza de rebajar la calificación crediticia de EEUU.
La noticia llevó a las acciones de McGraw-Hill a caer un 21% desde que comenzó febrero, mientras que los títulos de Moody's se dejan un 13% en el mismo periodo. Sin embargo, desde 2009 ambas empresas han duplicado su valor bursátil, incluso con la crisis. Y es que es lo normal en un oligopolio ya que, a pesar de las reprimendas, si una empresa quiere el día de mañana -más bien necesita- una calificación tendrá que acudir a estas agencias.
El secreto: no hay competencia
A pesar de todo, las acciones de McGraw-Hill siguen siendo portadoras de una de las mejores recomendaciones de toda la bolsa americana y, tras recibir ligeras rebajas en su valoración, los analistas aún le otorgan un potencial alcista superior al 20%. Lo mismo sucede con los títulos de Moody's que después de recibir un recorte de tres dólares sobre su precio objetivo, aún mantiene un recorrido alcista de casi un 15%.
Tal vez, la empresa que pasa más desapercibida es Fimalac, una firma francesa de servicios financieros que comparte al 50% la propiedad de Fitch con Hearst Corp. Sus acciones ganan un 63% desde 2009, y en febrero no ha pagado los platos rotos de las otras dos, ya que gana poco más de un punto porcentual.
Si algo queda claro es que los inversores y empresas seguirán requiriendo calificaciones, y a pesar de las reprimendas, difícilmente las agencias calificadoras se quedarán sin negocio. Lamentablemente, los inversores necesitan calificaciones, así como las personas necesitan periódicos.