
Hace un año, Mario Draghi se convirtió en el tercer presidente en la historia del BCE. En este tiempo, la profunda crisis del euro le ha obligado a adoptar decisiones monetarias sin precendentes en la región.
"Dentro de nuestro mandato, el Banco Central Europeo (BCE) hará lo que sea necesario para preservar el euro. Y creedme, será suficiente". Estas palabras, pronunciadas el 26 de julio por el presidente del BCE, Mario Draghi, representan el mejor resumen de lo que ha supuesto su primer año al mando de la institución. El 1 de noviembre de 2011 relevó a Jean-Claude Trichet y se convirtió en el tercer presidente de la entidad. Y en estos 12 meses todo su trabajo se ha enfocado en tejer medidas para mantener unidas las maltrechas costuras del euro. Un año le ha bastado para hacer historia en tres campos: los tipos de interés, la provisión de liquidez y el diseño de un nuevo programa de compras de deuda pública.
Considerando los corsés que limitan la movilidad del BCE, la determinación mostrada por el banquero italiano es destacada por los expertos. Tanto es así, que para César Pérez, estratega jefe de J.P. Morgan Banca Privada para EMEA, "el mayor cambio que ha sucedido en Europa es el relevo de Trichet por Draghi". José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citi en España, hace un balance "muy positivo" de la gestión de Draghi. "Ha demostrado mucho pragmatismo, sentido de la realidad y capacidad de conseguir acuerdos. Y valentía para aplicar las medidas aprobadas, contra viento y marea", valora. Coincide Pablo Guijarro, consultor de AFI: "Ha identificado las necesidades del mercado y adaptado la ortodoxia de su predecesor al carácter extraordinario del momento actual".
Tiempos excepcionales
Draghi se hizo cargo de la urgencia de la situación desde el primer momento. Recién llegado, rebajó los tipos de interés del 1,5 al 1,25 por ciento, una maniobra a la que le siguieron otros dos recortes para situar el precio del dinero en el 0,75 por ciento. Jamás había estado tan bajo. Lo mismo ocurre con los tipos de la facilidad de depósito, un recurso que el BCE ofrece a la banca europea para que aparque su dinero durante 24 horas. En julio de este año recortó esos intereses hasta la nada: el 0 por ciento.
Consciente de que la crisis actual no sólo requiere un tratamiento convencional -el manejo de los intereses-, Draghi también ha roto todos los registros en otros terrenos más heterodoxos. Como en las operaciones especiales para reforzar la liquidez de la banca y evitar un colapso del crédito. Mediante dos operaciones suministró en total 1 billón de euros a través de unos préstamos a tres años. Nunca antes el BCE había inyectado tanto dinero ni a un plazo tan largo.
Compras de deuda 2.0
Tanto con los intereses como en la provisión de liquidez, Draghi superó en contundencia a su predecesor. Pero, por encima de esas medidas, el auténtico punto de inflexión de su mandato llegó con ese mensaje que lanzó el 26 de julio. Empeñó en público su palabra y su prestigio con un único objetivo: garantizar la viabilidad del euro.
Tradujo sus palabras en actos a partir de agosto y ya de forma definitiva en septiembre, cuando presentó la versión 2.0 de su programa de compras de deuda pública. Su planteamiento no estuvo -ni lo está aún- exento de polémica. Primero, porque el BCE dejó de recurrir en marzo al primer programa de compras, el SMP, lanzado en mayo de 2010. Presionada por Alemania, la institución interrumpió las adquisiciones porque, a su juicio, generaba un efecto perverso: como las compras de la entidad relajaban las primas de riesgo, los países frenaban su agenda reformista.
Pero la suspensión del SMP no desanimó a Draghi. Fue entonces cuando hizo valer su sobrenombre de SuperMario y lanzó un pulso a Alemania. Buscó los recovecos precisos para idear un nuevo programa de compras. Esta segunda versión entierra definitivamente al SMP y responde a las siglas OMT.
Pero las verdaderas diferencias van más allá del nombre. Esta vez, el BCE sólo comprará deuda de entre uno y tres años de vida, una acotación temporal que antes no existía; las adquisiciones serán ilimitadas, es decir, comprará toda la deuda que haga falta; y el BCE renunciará a su condición de acreedor preferente. "Está buscando todos los mecanismos necesarios y logrando el consenso preciso para sacar adelante un plan para comprar deuda ilimitadamente. Y este matiz es significativo; que se comprometa a adquirir deuda sin límite es un cambio abismal para el BCE", sentencia César Pérez. "Es un ejemplo de flexibilidad bien entendida. Draghi no ha puesto en juego el valor del euro, pero tampoco ha abandonado a los Estados", subraya Pablo Guijarro.
Pero el aplauso no ha sido unánime. Esta estrategia se encontró, sobre todo, con la oposición frontal del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann. Y eso que Draghi introdujo otra novedad para asegurarse de que, esta vez, los países no van a olvidarse de las reformas. Anunció que sólo comprará deuda de aquellas naciones que antes pidan el rescate a Europa. Es decir, que se sometan a la disciplina que imponga la famosa troika: el BCE, Bruselas y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Y aún hay otro guiño hacia Berlín: el BCE no ha cuestionado la prohibición de acudir a las subastas de deuda de los países -mercado primario- y sólo comprará deuda cuando ya ha sido emitida -mercado secundario-, algo que también hacía con el SMP.
Por el momento, la oferta de Draghi está sobre la mesa y su simple presentación ha servido para que las primas de riesgo de España e Italia hayan bajado con fuerza. La española, desde los 650 hasta los 415 puntos básicos en tres meses. Aun sin entrar en acción, este descenso confirma el poder disuasorio del bazuca mostrado con el OMT. Pero el tiempo pasa, y si ningún país -España encabeza todas las quinielas- pide el rescate exigido por el BCE, ese efecto intimidatorio puede evaporarse.
La aplicación efectiva del OMT y su impacto real en el futuro del euro serán claves para seguir evaluando a Draghi. Junto a este desafío figuran otros, como el de promover el debate interno en el BCE. "No buscar desde dentro de la institucion su reforma, para aumentar su margen de maniobra en el futuro sin crear siempre suspicacias, es su reto futuro", sentencia Martínez Campuzano.