Dadme un punto de apoyo, y moveré el mundo", afirmó el filósofo griego Arquímedes hace cientos de años. En una Europa donde Alemania se niega deliberadamente a ejercer un liderazgo claro en esta crisis interminable de la deuda soberana, la apuesta de Mario Draghi por introducir la heterodoxia en el Banco Central Europeo (BCE) ha sido el punto de apoyo que ha movido a los mercados, en una cita decisiva para el futuro de la zona euro y para salvaguardar la irreversibilidad del euro.
Así, tras decepcionar en agosto, Draghi ha llegado a la cita de septiembre siendo SuperMario en estado puro, demostrando que está dispuesto a hacer todo lo posible para salvar a la moneda única.
Balón de oxígeno
La voluntad del BCE de realizar compras ilimitadas de deuda en el tramo corto de la curva previa petición de rescate, renunciando a su condición de acreedor preferente -es decir, que en un caso de quiebra o default ya no sería el primero en recuperar el dinero, a diferencia del rescate de Grecia- junto con la aceptación de cualquier tipo de colateral para realizar préstamos con los que financiar a bancos (hasta ahora se exigía que la deuda dejada como aval en la ventanilla de la entidad tuviese una calificación mínima) ha dado un balón de oxígeno a la asfixiada deuda del Reino de España.
En la sesión de ayer la prima de riesgo -la diferencia de rentabilidad exigida por los inversores al bono español a diez años con respecto a su par alemán- retrocedió 36 puntos básicos, hasta los 411 puntos básicos. Se trata de un nivel inédito para este indicador del grado de desconfianza sobre la solvencia de España desde el 1 de mayo. Pero el dato esencial para poder entender la sensación de alivio para las arcas españolas es que en los últimos cinco días el diferencial con el bund alemán se ha estrechado en 141 puntos básicos. Porcentualmente, se trata de un descenso del 25 por ciento, el mayor recorte desde agosto del año pasado.
Esta caída de rentabilidad (a mayores adquisiciones de bonos, menor rendimiento), se produjo por la realización de compras decididas en el bono español a diez años, que terminó la semana ofreciendo el 5,63 por ciento, su nivel más bajo desde el 3 de abril. Con la de ayer fueron seis sesiones a la baja para el papel a diez años, en los que su rendimiento retrocede un 1,227 por ciento.
También se dejó sentir el alivio en los títulos de deuda española a corto plazo: el diferencial a dos años se contrajo 22 puntos básicos hasta los 270 puntos en el cierre semanal -nivel inédito desde el pasado 3 de abril-, al caer el rendimiento del bono a dos años hasta el 2,736 por ciento (los bonos alemanes con el mismo vencimiento cotizan cerca de cero).
Las palabras y futuras acciones del presidente del BCE también se notaron en los activos de riesgo. Con ellas, Draghi put devolvió el hagan juego, señores, a las bolsas europeas, especialmente a las periféricas y muy particularmente a la española. El Ibex 35 cerró ayer con un alza del 0,26 por ciento hasta los 7.882 puntos, su nivel más elevado desde el 3 de abril, en su sexta sesión consecutiva al alza; es la racha más larga desde abril de 2011. Eso sí, el auténtico subidón -el cuarto mayor del año- llegó el jueves acusando el efecto BCE, pues el indicador se disparó cerca del 5 por ciento. Total, que el Ibex ha saldado la primera semana de septiembre con alzas acumuladas del 6,2 por ciento.