Así como toda realidad tiene al menos dos puntos de vista, toda subasta del Tesoro Público tiene como poco dos lecturas. En la de ayer, de letras a 3 y 6 meses, la parte positiva estuvo en la demanda, que superó en 7, 6 y 3,2 veces a la oferta; y la negativa estuvo en la rentabilidad que tuvo que abonar el organismo para conseguir colocar los 1.932 millones que vendió, cerca del máximo previsto.
No en vano, el tipo de interés medio que pagó el Tesoro en la subasta de letras a 3 meses se disparó hasta el 0,63% frente al 0,38% de la emisión anterior y el de las letras a 6 meses lo hizo hasta el 1,58%, frente al 0,83% de la anterior subasta, lo que supone un encarecimiento medio superior al 80%.
Ante semejantes conclusiones, los inversores podían tomar dos caminos: interpretar las altas rentabilidades como una falta de confianza hacia España o deducir que la alta demanda indicaba precisamente lo contrario, que los inversores siguen confiando en la capacidad de España para ajustarse a las exigencias de Bruselas pese a todo. Y parece que optaron por lo segundo.
Sólo así se explica que tras tres sesiones consecutivas al alza, la prima de riesgo consiguiera tomarse un respiro y cerrar la sesión con una caída de 20 puntos básicos hasta los 416 puntos. Todo ello gracias a la interrupción en las compras de bonos españoles a diez años -su rentabilidad cayó del psicológico 6%, hasta el 5,86%- y también al paréntesis que se vio en la compra de bonos alemanes, cuyo rendimiento repuntó hasta el 1,69%.
Esta tregua hacia España también encontró su réplica en Italia. La rentabilidad de su deuda a diez años se contrajo hasta el 5,67% y su prima de riesgo lo hizo hasta los 397 puntos.
Éxito en la subasta holandesa
En el mercado se conoce como subasta a la holandesa a aquella en la que la puja se empieza a un precio muy alto para luego ir bajándolo. Es decir, es una subasta al revés. Y justo lo contrario a lo esperado es lo que se vio en la emisión de deuda que llevó a cabo este país, la primera tras la dimisión de su presidente, Mark Rutte. No solo colocó 2.000 millones en bonos a dos y 25 años sino que lo hizo pagando intereses irrisorios, del 0,52% en el primer caso y del 2,78% en el segundo.