Cerca de la medianoche de uno de los últimos días de enero de 1999, las secciones de economía de los periódicos se paralizaban: Repsol (REP.MC), presidida por Alfonso Cortina, anunciaba la que era la mayor inversión de una compañía española fuera de nuestras fronteras. La que por entonces era una petrolera de segunda división con poca exploración y mucho más refino y marketing (gasolineras) se metía de lleno en la primera división del sector con la adquisición de YPF por unos dos billones de las antiguas pesetas.
Más de una década después de aquel desembarco quedan muchas más sombras que luces de la operación, pero en el debe de aquel acuerdo con el Gobierno de Menem está que hoy Repsol es una compañía de dimensión internacional, que casi ha multiplicado por tres su beneficio.
El castigo bursátil infligido en Argentina tampoco debe conducir al inversor a claudicar, puesto que Repsol es un bocado apetecible para las grandes petroleras mundiales (americanas, europeas o chinas). En los precios actuales de uno de los títulos de Repsol se pagan 8,5 años de su futuro beneficio, un PER (número de veces que el beneficio está recogido en el precio de la acción) un punto porcentual inferior al de la media de la última década. A lo que suma que sus títulos han alcanzado una rentabilidad por dividendo del 7%, lo que convierte su retribución en la más elevada entre las grandes petroleras.
A esta carta de presentación se suma que Repsol es el único valor entre los grandes de la bolsa española que cuenta con una recomendación de compra para el consenso de mercado y que los bancos de inversión consideran que aún valorando a cero toda la inversión en Argentina el precio de sus acciones no debería caer más de seis euros. Corrección que ya ha superado con creces desde enero.
Plantearse una opa sobre Repsol en las circunstancias actuales pasa exclusivamente por el precio que se ofrezca a sus accionistas de referencia -CaixaBank (12%), Sacyr (10%) y el gobierno mexicano a través de Pemex (9,5%)-. Todas estas participaciones, junto a 2,9% de BBVA y el 5% de autocartera que tiene Repsol hacen que el capital libre en bolsa de la petrolera ronde el 60%. Ninguno de los accionistas de referencia aceptaría una opa en los precios objetivos de consenso (25 euros), pero otra cosa muy diferente sería si aparece alguien dispuesto a poner sobre la mesa 30 euros, precio al que los analistas más optimistas valoran Repsol.
Si Repsol cierra el culebrón argentino, firma un armisticio para la gran reserva de gas natural que es Vaca Muerta, y solventa una convivencia casi imposible con las autoridades argentinas, serán muchos los que se fijen en una compañía que ha sido capaz de hacer más de cuarenta descubrimientos desde 2005, con Brasil como máximo exponente, en donde además hay muchas grandes petroleras que no están presentes.
El aval para demostrarlo es la capacidad que tuvo en el pasado Repsol de digerir la pantagruélica compra de YPF en 2009. Repsol tuvo que hacer los deberes con toda celeridad y reducir una deuda que se fue hasta los veinte mil millones por la adquisición de YPF y que en 2003 disminuyó a poco más de 5.000 millones de euros. Hoy, la deuda de Repsol supera los 14.000 millones, pero gran parte de la misma corresponde a la que consolida por su participación en Gas Natural (controla el 30% del capital) por la adquisición que ésta hizo de Unión Fenosa. Sin esta participación, la deuda de Repsol se pagaría con poco menos de un año del beneficio bruto de la petrolera.