Apenas lleva 100 días en la presidencia del Banco Central Europeo (BCE), pero en este tiempo Mario Draghi ha demostrado por qué le bautizaron como SuperMario: está empeñado en ser el fontanero que desatasque la cañerías del sector financiero europeo.
Se mostró precupado porque las condiciones crediticias se han vuelto a endurecer y confesó que su "propósito es financiar a la economía real". Es decir, que el crédito vuelva a fluir, como lo hacía antes de la crisis, de las entidades financieras hacia los hogares y las empresas.
Para intentar que su deseo se haga realidad, dio una vuelta de tuerca más a su política. Anunció que el BCE "aceptará temporalmente préstamos adicionales de un números de países como colateral" en las operaciones con las que financia a los bancos privados. Se trata de siete países, entre los que figura España, junto con Irlanda, Francia, Italia, Chipre, Austria y Portugal.
Los bancos centrales de estas naciones tendrán un permiso especial, porque así lo habían solicitado, para decretar "medidas específicas" a la hora de definir los criterios para tomar como garantías ciertos activos de las entidades. En este sentido, el Banco de España, como brazo ejecutor de la financiación del BCE, precisó que "aceptará préstamos al corriente de pago a empresas y organismos del sector público, que no sean préstamos hipotecarios (...), cuyo riesgo de crédito estimado tenga una probabilidad de impago igual o inferior al 1 por ciento". Es decir, los bancos podrán presentar como garantías para obtener liquidez en la ventanilla del BCE los préstamos que han concedido a empresas públicas.
De este modo, Draghi dio aún más facilidades para que la banca acuda en masa al préstamo a tres años que el BCE les ofrecerá el 29 de febrero. En diciembre ya les suministró 489.200 millones de euros mediante esta vía. ¿No teme Draghi que la institución esté yendo demasiado lejos al aceptar activos que antes no daba por buenos?, se le preguntó. Y fue tajante. "El préstamo de diciembre evitó una crisis de crédito. Sí, estamos tomando más riesgos, pero son manejables. Y tomaremos más riesgos, pero los podremos gestionar", aseguró. "Draghi está entendiendo bien la situación actual. Su flexibilización de los criterios de financiación y su compromiso para dar más liquidez son muy bien acogidos por el mercado", valora Pablo Guijarro, consultor de AFI.
Así lo entiende el propio banquero italiano. Aunque no ocultó que la situación económica sigue sometida a una "alta incertidumbre" y unos "riesgos bajistas", resaltó, como ya hizo en enero, que se aprecian "signos de estabilización de la actividad económica en unos bajos niveles". Nada, desde luego, para tirar cohetes, pero algo es algo, sobre todo después de un trimestre, el último de 2011, que Draghi reconoció ayer que fue "muy débil".
Sin prisa por bajar los intereses
Menos preocupado se mostró por los precios. Se limitó a confirmar lo que viene sosteniendo en los últimos meses; esto es, que "la inflación seguirá por encima del 2 por ciento unos meses, antes de situarse bajo ese nivel". Este diagnóstico, sumado a su visión de la economía y la relevancia de la operación del 29 de febrero, llevó al BCE a mantener los tipos de interés en el 1 por ciento. De hecho, Draghi admitió que el Consejo de Gobierno de la entidad ni siquiera barajó reducirlos, con lo que dejó entrever que los volverá a dejar en el 1 por ciento en la reunión del 8 de marzo.