Bolsa, mercados y cotizaciones

...Y con New Century se destapó el escándalo: cinco años del estallido de las 'subprime'

El 8 de febrero de 2007, las acciones de New Century, por aquel entonces la segunda mayor empresa de préstamos hipotecarios de alto riesgo en EEUU, se desplomaron un 36%. En su caso, fue el principio del fin, puesto que se declaró en quiebra un mes después. Para el mundo, sin embargo, no fue más que la primera muestra de una crisis que, con el tiempo, se reveló histórica.

Aquellos días comenzaron a poner de moda un concepto, el de las hipotecas subprime, que poco después pasó a resultar de lo más familiar. ¿En qué consistían? En préstamos concedidos a personas con ingresos bajos o inestables, sin trabajo regular y sin activos que respaldaran su posición. Es decir, clientes que no alcanzarían la calidad prime (de ahí que estuvieran por debajo: sub-prime).

¿Acaso no eran conscientes las entidades del alto riesgo que conllevaban esas hipotecas y esos clientes? Sí, lo eran, pero una vez cubierto el segmento prime, para seguir alimentando el negocio entendieron que había que rebajar los requisitos. El caso era seguir nutriendo la rueda de la concesión de hipotecas, para continuar lubricando así el engranaje de la titulización -títulos emitidos con el respaldo de productos hipotecarios-. En definitiva, se trataba de engordar la maquinaria de los beneficios. Esta cortoplacista filosofía empresarial quedó retratada en una explícita declaración realizada por el entonces presidente de Citi, Charles Prince, en una entrevista al diario Financial Times. "Cuando la música se detenga, en términos de liquidez, las cosas serán complicadas. Pero mientras la música siga sonando, tú tienes que salir y bailar. Todavía estamos bailando", confesó en julio de 2007.

Sólo fueron la mecha

Esta manera de entender los negocios destapó los muchos y variados excesos que se habían cometido en el mundo monetario, económico y financiero hasta 2007. Una época marcada por un dinero demasiado barato, amparado por unos bancos centrales que mantuvieron los tipos de interés demasiado bajos durante demasiado tiempo. Esos intereses, que en términos reales llegaron a ser negativos, penalizaron el ahorro y fomentaron el endeudamiento, un incentivo que fue captado por el sector financiero, que se volcó de lleno en dar préstamos con dos metas en mente. La primera, compensar la pérdida de márgenes -calidad- con un mayor volumen de crédito -cantidad-. Y la segunda, nutrir la mencionada rueda de la titulización.

Unos préstamos cuyo fin principal, sobre todo en mercados como el estadounidense, el británico o el español, fue el sector inmobiliario. Los ciudadanos tenían a su disposición todo el dinero que pedían -y más todavía si hacía falta- para comprarse una casa. O dos. Y también para irse de vacaciones o comprarse el coche soñado. Así, sin hacer números, sin que los clientes se plantearan si en el futuro iban a ser capaces de devolver esa deuda en el futuro. Y lo mismo ocurría con las empresas. Dinero y más dinero. Siempre barato, eso sí. El crédito lo podía todo, lo compraba todo. Adiós a los ciclos. A las penurias. ¡La vida era maravillosa!

Todo ello, con la colaboración y el beneplácito de las autoridades políticas y económicas. Aunque la felicidad de los ciudadanos estuviera alimentada por la ilusión de la deuda, ¿quiénes eran los legisladores y supervisores para impedírselo? "Por cínico que parezca, el crédito fácil ha sido utilizado como paliativo a lo largo de toda la historia por parte de los gobiernos incapaces de resolver la profunda angustia de la clase media", denuncia Raghuram G. Rajan en su imprescindible obra Grietas del sistema.

Todas las piezas (crédito fácil, boom inmobiliario, euforia...) fueron encajando, paulatinamente, con el esquema general que caracteriza a todo episodio de euforia financiera, tal como lo definió John Kenneth Galbraith en su libro Breve historia de la euforia financiera. Pero la suerte estaba echada. Como el propio Galbraith profetizó en esa obra, "el episodio de la especulación nunca termina con una lamentación y siempre con un choque violento". New Century comenzó a demostrarlo aquel 8 de febrero. Luego, el paso del tiempo se encargó de revelar que esas hipotecas subprime sólo eran la mecha de una bomba mucho mayor, cebada con unas proporciones históricas y obscenas de deuda. Cinco años después, el choque, en efecto, ha sido violento. Lo sigue siendo, de hecho. La media década perdida ya está aquí.

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