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Bernanke deberá dar marcha atrás para recuperar la 'carga perdida'

La Fed ya ha anticipado que se mantendrán los intereses bajos. Foto: A. Dedert
La autopista monetaria es suya. Nadie como el presidente de la Reserva Federal (Fed), Ben Bernanke, está bajando los tipos de interés con tanta celeridad. Desde el estallido definitivo de la crisis financiera en verano de 2007, el banco central de Estados Unidos ha recortado el precio oficial del dinero del 5,25 al 3 por ciento... ¡y mantiene el intermitente conectado para seguir adelantando a todos los que se crucen en su camino!

De hecho, el mercado de futuros descuenta un descenso de medio punto adicional, hasta el 2,5 por ciento, en la próxima reunión de la institución norteamericana, que tendrá lugar el 18 de marzo. Y las firmas de inversión ya barajan que los tipos pueden acabar el año en una horquilla comprendida entre el 1,5 y el 2 por ciento.

¿Por qué tanta prisa?

La elevada velocidad a la que Bernanke está reduciendo los intereses muestra en sí misma la gravedad de la situación actual, ya que viene a demostrar que el riesgo de que la primera economía mundial entre en recesión es real. Es más, se trata de un ritmo tan alto que no son pocos los que consideran que se está precipitando y que está gastando demasiada munición antes de tiempo.

Otros, como Simon Ward, economista jefe de la gestora NewsStar, se cuestionan si las últimas actuaciones de la Fed responden a que esta institución "maneja información que aún no es publica" y que le obliga a maniobrar con tanta prisa.

Pero más allá incluso de si Bernanke se está equivocando o no, algo que sólo el tiempo aclarará, lo que resulta evidente es que el presidente de la Reserva Federal está sacrificando parte de sus objetivos para centrarse en un único frente: los evidentes riesgos bajistas que se ciernen sobre la primera economía mundial.

Problema con preferencia

La Fed ha jerarquizado sus prioridades y ha situado en primer lugar, a gran distancia de las demás, la necesidad de enfrentarse a la amenaza de la recesión. La institución presidida por Bernanke es muy consciente de ello. Es más, no sólo lo sabe, sino que lo asume. Así lo confirman las actas de su última reunión, que tuvo lugar los días 29 y 30 de enero y que se publicaron este miércoles.

En dicho documento, los miembros del Comité Federal del Mercado Abierto, el brazo de la Fed encargado de establecer los tipos en EEUU, aluden en primer lugar a que puede resultar necesario mantener los tipos de interés bajos durante un tiempo para batallar contra los riesgos vigentes. Pero no sólo eso, sino que también se refieren a que en el futuro "podría ser necesario revertir de forma rápida" las rebajas de los intereses que están llevando a cabo ahora. Es decir, dejan entrever que, "en cuanto las perspectivas económicas hayan mejorado", Bernanke debería dar marcha atrás para recuperar el cargamento que ha ido perdiendo por el camino con sus últimas decisiones.

Aunque ese mensaje supone un aviso para navegantes, ya que adelanta incrementos del precio del dinero en cuanto el panorama económico lo permita, la Fed debería eliminar el condicional. Subir los intereses no tendría que ser una posibilidad, sino una obligación.

La inflación sigue ahí

Varios motivos lo exigen. El primero, la inflación. A pesar de que la Fed confía en que la reducción del consumo y la ralentización económica contendrán la escalada de los precios en los próximos meses, no debe olvidar que buena parte de la presión inflacionista proviene del lado de los costes, no del recalentamiento de la economía. Y este matiz resulta clave, más aún con un petróleo que puede que no se mantenga eternamente sobre los 100 dólares, pero que difícilmente bajará de los 80 dólares. La Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) no lo permitiría.

Según los últimos datos, correspondientes a enero, la inflación estadounidense se sitúa en el 4,3 por ciento, con lo que se mueve en sus tasas más altas desde mediados de 2005. Y aunque el escenario dista de un incremento de los precios a un ritmo de dos dígitos, como ocurrió a finales de los 70 y que condujo a la creación el concepto estanflación -estancamiento económico con inflación-, cada vez son más habituales las referencias a esa época.

Sin ir más lejos, el presidente de la delegación de la Fed en San Luis, William Poole, se refirió a ese periodo en una conferencia pronunciada el pasado miércoles. "En cualquier momento la Fed podría implementar una política poderosamente expansiva que elimine la posibilidad de una recesión significativa, pero si hace eso lo haría al coste e incluso bajo la probabilidad de un incremento inaceptable en la tasa de inflación", manifestó. Y añadió: "Un incremento sustancial en la tasa de inflación promete una larga recesión después, tal y como aprendió el país en la década de 1970". En este sentido, hay que tener en cuenta que Poole fue el único miembro de la Fed que se opuso a la rebaja de los tipos urgencia que emprendió el banco central norteamericano el 22 de enero, cuando los recortó del 4,25 al 3,5 por ciento.

Por tanto, y aunque Bernanke ha relegado la inflación a un segundo plano, debería tener un post-it en su ordenador que le recordara cada día la imperiosa necesidad de situarla de nuevo en primera línea en cuanto pueda. No en vano, el mandato de la Fed también le obliga a garantizar la estabilidad de los precios.

La sombra del pasado

Además de la presión inflacionista, la institución deberá subir los tipos, aun a costa de unas tasas de crecimiento futuras más contenidas, para evitar la formación burbujas financieras e inmobiliarias y fomentar un endeudamiento excesivo. Es decir, para no repetir los errores del pasado. "Desde 2001, Alan Greenspan bajó los tipos rápidamente, pero luego nos los subió al mismo ritmo. En el futuro será preciso elevar los intereses de forma más acelerada a como lo hizo Greenspan", sostiene Erick Müller, director de inversión de renta fija de Fidelity.

En el último lustro, las familias, las empresas y las entidades financieras se han movido en un entorno favorable al endeudamiento. Y la clave residió en que los tipos de interés reales -que resultan de restar la inflación a los intereses oficiales- fueron negativos durante ese periodo. O lo que es lo mismo, el ahorro estaba penalizado y el endeudamiento, fomentado, ya que el dinero era abundante y barato y las entidades tenían el grifo de la concesión de préstamos y líneas de crédito más abierto que nunca.

La Fed debe evitar la regeneración de estos excesos. Sí, es cierto que EEUU creció a tasas superiores al 3 por ciento entre 2003 y 2006, pero también que ese ritmo se asentaba sobre arenas movedizas, tal como se ha acabado demostrando. Crecer a base de endeudamiento es lo que tiene. Es preferible hacerlo con unos pilares más sólidos y saneados, y ahí Bernanke tiene mucho que decir.

Otros factores, como la debilidad del dólar, también requieren una mano más dura que la vista en los últimos años por parte del banco central norteamericano. La institución lo necesita. Pero no por capricho, sino porque corre el riesgo de ver erosionada su credibilidad como banco central si, una vez más, deja la sensación de que es más arrojada a la hora de recortar el precio del dinero que a la ahora de aumentarlo. Bernanke perdería el control de la situación si actúa así. Y en ese caso el camión de la Fed, y con él la economía de EEUU, podría volcar. Lo debe tener claro en el futuro.

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