La lista crece y crece y no deja de crecer. La palabra más repetida en el abanico comercial de los bancos en las últimas semanas es 'pagaré', el producto que a sustituido a los depósitos en el trono de los productos que las entidades ofrecen para captar dinero de los ahorradores.
Basado en hechos reales. Samuel acudió a su banco para renegociar las condiciones de un depósito que le vencía a mediados de octubre. Satisfecho con la oferta que le hicieron, no sólo aceptó renovarlo, sino que decidió incrementar la cantidad con un dinero adicional procedente de una cuenta que tenía en otra entidad. Cuando inició los trámites de la transferencia, recibió una llamada del segundo banco. Querían reunirse con él. Como llevaba varios años trabajando con esa oficina, aceptó. "¡Cómo te vas a llevar el dinero!", le comentaron. Acto seguido, le propusieron que, en vez de eso, podría resultarle más interesante traer el dinero de la primera entidad, sumarlo al que tenía pensado llevarse de la segunda y dedicar toda la cantidad... ¡a comprar pagarés del segundo banco!
Esta secuencia evidencia tres de las principales realidades vigentes en el ahorro bancario: la primera, la fiera competencia existente entre los bancos para atraer el dinero de sus clientes; la segunda, que los pagarés han sustituido a los depósitos como el producto de moda en el escaparate de las entidades; y la tercera, que los clientes deben estar despiertos, porque una cosa es un depósito y otra muy distinta un pagaré.
En busca del minoritario
Más vale que sea así, porque, sin duda, los pagarés han sustituido a los depósitos como los productos bancarios de moda. Una quincena de entidades han recurrido a ellos como gancho con el que captar el dinero que no pueden encontrar en los mercados de capitales, cerrados a cal y canto en los últimos meses. En total, los bancos españoles pretenden recabar más de 60.000 millones de euros por esta vía. Semejante objetivo les ha obligado a abrir el espectro de inversores al que los títulos van dirigidos, puesto que en la mayoría de los casos han rebajado los requisitos de inversión mínima para colocarlos entre los minoritarios. Este hecho explica que las cantidades mínimas exigidas sean inferiores en casi todos los casos a los 10.000 euros.
Aunque los rendimientos difieren, porque dependen de la cantidad invertida y del plazo del título, las rentabilidades que se están ofreciendo oscilan entre un mínimo que ronda el 3 por ciento y un máximo que alcanza el 8 por ciento -ver gráfico-. La actividad se ha multiplicado en los dos últimos meses, en una guerra en la que participan los bancos más grandes y los que no lo son tanto. Con los pagarés de BBVA y el Santander se pueden lograr rendimientos del 3,87 y del 3,7 por ciento, respectivamente. Bankia ofrece hasta un 4 por ciento para las inversiones a 12 meses superiores a los 100.000 euros y CaixaBank, un 3,75 por ciento. El rendimiento más alto lo oferta Cajatrés, del 8 por ciento, pero los títulos van dirigidos a inversores cualificados.
No es lo mismo
Aunque estas rentabilidades superan en la mayoría de los casos las de los depósitos e incluso se comercializan como si fueran productos similares, en realidad no es así. Luchan por el ahorro más conservador, sí, pero no son lo mismo. Supervisados por el Banco de España, los depósitos son productos de ahorro respaldados por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), que cubre hasta 100.000 euros por titular y cuenta.
Esta red de seguridad no existe en los pagarés. Como instrumentos de renta fija, poseen mayores riesgos. En su caso, ¿qué pasa si el banco emisor quiebra? No hay un FGD para esos casos y lo que se debe tener en cuenta es el orden en el que el titular cobraría si el emisor tiene problemas. En este caso, los pagarés se encuentran en la parte alta de la escala, lo que quiere decir que sus tenedores serán los primeros en cobrar, aunque por detrás de los acreedores privilegiados (si los hay). A su favor, cuentan con que su vida es corta -entre los 3 días y los 25 meses-. Como las letras del Tesoro, no pagan cupón, sino que se emiten al descuento. Es decir, su rentabilidad resulta de la diferencia entre el precio de compra del pagaré y el dinero que recibirá el inversor en el momento de la amortización. Su supervisión corre a cargo de la CNMV.