Bolsa, mercados y cotizaciones

La falta de reformas lleva al diferencial casi a 300 puntos y al bono al 5,75%

Sin descanso y sin tregua. Así es como podría definirse el comportamiento que está teniendo en las últimas semanas la prima de riesgo. El diferencial del bono español con respecto al alemán volvió a marcar niveles no vistos nunca. Se revolucionó, y de qué manera, al acercarse peligrosamente a los 300 puntos básicos (3 por ciento) ya que marcó un mínimo intradía en los 293 puntos, nuevo máximo histórico, aunque luego se relajó hasta los 279 puntos. Y todo indica que no será el último susto que se lleve.

Ésa es al menos la opinión de la ministra de Economía Elena Salgado, que no descartó que la prima de riesgo de España alcance "de forma puntual" los 300 puntos básicos debido a la tensión que existe en torno a si Grecia aprobará o no entre el miércoles y el jueves las medidas de austeridad, imprescindibles para que se desbloquee el segundo tramo de ayudas a la economía helena. La misma tensión a corto plazo en torno a la deuda española es la que defiende Juan Antonio Iranzo, director general del Instituto de Estudios Económicos (IEE), quien considera que este diferencial permanecerá alto mientras no se esclarezca la situación griega.

En todo caso, conviene resaltar que, a diferencia de en anteriores ocasiones, el espectacular repunte que protagonizó el diferencial español se produjo como consecuencia de un repunte en la rentabilidad del bono español a diez años, que marcó máximos desde el año 2000 en el 5,72 por ciento (luego cayó al 5,69 por ciento), pero también a pesar de que la rentabilidad del bono alemán, refugio por excelencia desde que empezó la crisis de la deuda en la eurozona, repuntara del 2,83 al 2,89 por ciento. Por no hablar de que se rompió, al menos momentáneamente, la correlación entre la prima de riesgo española y el Ibex 35. De hecho, pese al rebote del diferencial, la bolsa española consiguió cerrar la sesión con alzas del 0,69 por ciento. ¿Pero, a qué de debió este cambio? Covadonga Fernández, analista de Self Bank, considera que esta descorrelación temporal obedece simplemente a un respiro. "Los bancos simplemente están rebotando, aunque la verdad es que el default de Grecia parece la única solución posible después de que incluso Sarkozy haya anunciado que los bancos franceses están dispuestos a asumir una prolongación de los vencimientos de deuda griega", asegura. De hecho fue esta decisión de los bancos franceses, que se unieron a los alemanes, lo que permitió que el mercado de deuda se distensionara tras unas primeras horas de frenéticas ventas de bonos.

Sin embargo, Miguel Paz, director de la unidad de gestión de Unicorp, defiende que la descorrelación que se vio entre la bolsa y la prima de riesgo español indica cierto optimismo con respecto a Grecia. "Lo que pasa es que se están vendiendo bonos españoles pero también alemanes, porque se espera que lleguen buenas noticias desde Grecia. Lo que están haciendo por tanto los inversores es comprar activos de riesgo y poniendo stops por si acaso las cosas terminan yendo a peor", afirma. Y concreta: "Los bonos españoles no se compran porque los inversores prefieren apostar por la renta variable ya que el bono apenas tiene recorrido y, aunque su rentabilidad caiga seguirá por encima del 5 por ciento".

Niveles peligrosos

En todo caso, con solución griega o no, lo cierto es que la deuda española se acerca a niveles peligrosos, que dan más la razón a aquellos inversores que consideran que España puede ser la siguiente en la lista de espera de países para ser rescatados. "Superar la rentabilidad del 5,7 por ciento da margen a que los especuladores crean que España será la siguiente y cuando una cosa puede ser posible, los mercados le dan cada vez más credibilidad a esa posibilidad", afirma el director de unidad de gestión de Unicorp.

De hecho, desde que el bono griego a diez años, ahora con una rentabilidad del 16,78 por ciento, superó el 5,7 por ciento el 31 de marzo de 2010 pasó solo un mes (quince días desde que alcanzó el psicológico nivel del 7 por ciento) hasta que su Gobierno se vio obligado a pedir el rescate, el primero de ellos.

Más de rogar se hicieron el resto de países que también han recurrido al FMI y la UE para poder salir a flote sin tener que llevar a cabo una reestructuración de su deuda. Por ejemplo, el 1 de septiembre de 2010 la rentabilidad del bono irlandés superó el 5,7 por ciento y tres meses más tarde, el 22 de noviembre el tigre celta claudicaba y solicitaba también un rescate. El contexto de la ayuda que solicitó el Gobierno portugués guarda muchas similitudes con respecto al segundo plan de ayuda a Grecia. Entonces, el gobierno presidido por José Sócrates se vio obligado a solicitar ayuda a sus eurosocios después de que su parlamento dijera no a un draconiano plan de medidas de ajuste. Lo pidió el 6 de abril de este mismo año, seis meses después de que la rentabilidad de su bono superase el 5,7 por ciento. Y a esa misma tesitura se enfrenta ahora el Parlamento griego. Y ojo, porque en caso de que no apruebe el plan de ajustes, la Eurozona ha amenazado con dejar a Grecia a su suerte, cuyas necesidades de financiación están cubiertas sólo hasta julio.

Una posibilidad que sufriría sobremanera no sólo Grecia sino también el resto de países de la periferia, incluido el español. Sobre todo si los mercados siguen considerando que las medidas adoptadas en nuestro país, si bien son acertadas, no son del todo suficientes. "Es algo positivo que se empiecen a adoptar medidas como limitar el techo de gasto. El problema es que el mercado sí cree que España como país recortará su déficit pero no tiene tan claro cómo gestionará la deuda autonómica. No sé si un recorte del 3,8 por ciento es suficiente", afirma Covadonga Fernández.

Cuestión de confianza

La falta de confianza que se trasluce de la volatilidad de la prima de riesgo española, se fundamenta en la situación de las finanzas públicas. Pero también tiene anclaje en la macroeconomía, cuyos indicadores cualitativos mantienen un sesgo negativo general, con sólo algunas orientaciones mejores que en meses precedentes. El Indicador de Sentimiento Económico se situaba a finales del primer cuatrimestre de este año dos puntos porcentuales por debajo de la media de 2010. Si nos atenemos a los indicadores específicos, el de Confianza del Consumidor presenta un panorama semejante, con prácticamente un punto porcentual menos que en el conjunto del año pasado. Este dato es congruente con la caída, mucho más fuerte del Indicador de Confianza del Comercio Minorista, clave para prever los derroteros por los que puede seguir la demanda interna de consumo en los próximos meses, que se encuentra cuatro puntos porcentuales por debajo del año pasado.

En cuanto a los sectores económicos, la Confianza Industrial, aunque conserva signo negativo, mejora levemente los números del año pasado. Sin embargo, la Confianza de los Servicios retrocede 6,5 puntos porcentuales respecto a la media de 2010 y aún más grave es el deterioro de la construcción que ha dado un brusco bajón de casi 25 puntos porcentuales.

Este clima económico, pegado a la realidad de las familias y las empresas, adolece de una financiación que vuelve a presentar cifras negativas respecto a meses anteriores frente a una más que generosa financiación de las Administraciones Públicas, a pesar de los ajustes presupuestarios. Esta avidez de financiación pública frente a la parquedad de la privada tiene un coste perfectamente conocido y cuantificable: la falta de crecimiento económico.

El desaliento de los indicadores parte de la constatación de que las recurrente reformas estructurales o no llegan o llegan mal, en cuyo caso el efecto es aún peor.

Los agentes económicos ya disponen de cifras suficientes para deducir que la reforma laboral de hace casi un año no ha surtido los efectos que se decía esperar. De hecho, algunas de ellas ya se habían testado con anterioridad y no los dieron. Esta constatación también disponen de ella las instituciones y organismos que en su día aconsejaron u ordenaron que se pusiera en marcha una reforma laboral.

El tiro fallido de la primera reforma laboral se une a la tardanza en tramitar la reforma de las pensiones, una reforma trascendental e importante, pero que influye sólo relativamente en el corto plazo. El segundo intento, el de la negociación colectiva, salvado por la mínima en sede parlamentaria también ha llegado a las instituciones europeas rodeado de escepticismo, a tenor de las críticas que ha merecido allí donde se conoce mejor el mercado laboral, en España.

Nada se ha hecho por atender la demanda de los organismos internacionales por romper el esquema rígido de indexación de rentas del trabajo con la inflación para introducir variables de productividad.

La otra gran reforma abordada, pero inconclusa, es la del sistema financiero, de la que se sigue recelando en buena parte porque deja en manos de esos mismos mercados a los que se apela para cubrir las necesidades de financiación pública, la cobertura de capital de las entidades resultantes.

Aquí la duda no está tanto en la cobertura de las necesidades de capital, que será suficiente, cuanto del descuento con el que deban de salir para hacer atractiva las suscripciones de capital, lo que puede equivaler a otra prima de riesgo sobre las suscripciones que deben coronar el proceso de ordenación del sistema financiero.

Un proceso que hacia el exterior se presenta aún más confuso y largo para los analistas extranjeros, que no entienden los titubeos y los prolongados silencios de la autoridad monetaria española, en un contexto en el que transparencia y agilidad cotizan al alza.

Las otras reformas

Pero el catálogo de reformas no se queda en lo laboral y los financiero, aunque estas dos sean las más determinantes para reemprender una senda de crecimiento económico. El catálogo de reformas en las que no se ha hecho más que un enunciado es muy amplio.

Preocupa especialmente en el exterior todo lo referido a las comunidades autónomas, principalmente por el elevado gastos y por la ampliación sin pausa de las plantillas, pero también por las ineficiencias que introducen en el sistema económico, especialmente la fractura del mercado interno de factores, a la que se acaba de sumar, la de los convenios pactada in extremis la semana pasada. La libertad de establecimiento, las restricciones en las prestaciones de servicios profesionales, la libertad de los horarios comerciales siguen siendo un catálogo de intenciones que no encuentran socio adecuado para minoría gubernamental.

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