
Resulta que el Dow Jones no cayó hasta 3.000, los rescates de la banca y el automóvil no hicieron quebrar al país y el negocio de banca de inversión en Wall Street no se hundió como un castillo de naipes marcados después de la quiebra de Lehman Brothers.
Esta semana se va a cumplir el segundo aniversario del inicio de la tendencia alcista y merece la pena que los inversores se paren a reflexionar sobre algunas de las lecciones que hemos aprendido desde la gran crisis financiera de 2008 y principios de 2009, afirma David Callaway, director de MarketWatch.
El 9 de marzo de 2009, el mercado era presa del pánico. La estrategia de comprar y mantener se había dado por muerta. Con unas bolsas que habían caído entre el 50% y el 60% en los 18 meses anteriores, y con seis meses consecutivos a la baja, muchos inversores estaban convencidos de que el mercado no se recuperaría mientras ellos vivieran.
Muchos inversores, especialmente jubilados, habían vendido ese enero o febrero. Y lo que ahora sabemos es que fue el peor momento para salir del mercado. El dolor de ver los ahorros de su vida evaporarse mes tras mes se había vuelto demasiado grande. Una racha inagotable de días de caídas de más de 100 puntos contribuyó al debate sobre el desempleo, la recesión, la depresión y el caos político en Washington. Un nuevo presidente trataba de mantener el programa de rescate de su predecesor -que se demostró acertado- mientras un país frustrado descargaba su ira sobre él.
Y entonces, un lunes de primavera sin nada especial, las bolsas hicieron suelo. En las siguientes semanas, el mercado subió un 20% mientras los inversores observaban y discutían sobre si era otro más de la larga lista de falsos suelos. Pero no lo era.
La lentísima recuperación global de los dos últimos años, que sólo ahora empieza a cobrar cuerpo, fue prevista entonces por el colectivo inversor, aunque nadie era consciente de ello en ese momento. Esa es la cuestión de los puntos de inflexión: nunca se ven venir.
En los 24 meses posteriores, el Dow Jones y el S&P 500 duplicarían su valor, el oro subiría varios cientos de dólares hasta alcanzar un récord de 1.400 por dólar, y el petróleo entró en hibernación hasta hace sólo ocho semanas. Y todo esto, en un contexto de miedo sobre los déficits disparados, la fragilidad de los mayores bancos del mundo, la amenaza nuclear iraní y el futuro del proyecto de la moneda única europea al completo.
Echar la vista atrás
Al mismo tiempo, nos ha seducido el iPad y Twitter, y por todo el potencial que la revolución móvil ha supuesto para cómo vivimos nuestras vidas -y, en el caso de Oriente Medio, cómo la tecnología puede influir en el cambio social y político-.
Los inversores no deberían olvidar estas lecciones, a juicio de este periodista. La estrategia de comprar y mantener no sobrevivió durante décadas si era un timo, y los inversores que no vendieron lo han hecho bastante bien en los últimos años.
Las carteras diversificadas ayudan a capturar los mejores movimiento del mercado, y el oro y los mercados emergentes protegen contra los peores, en este ciclo el petróleo y los grandes valores.
Y la más importante es que el ruido diario de las noticias, opiniones y protestas con el que todos vivimos, y que es mayor a medida que estamos más conectados, debe ser bloqueado y cuando tomamos decisiones de inversión, aunque sean a corto plazo, según Callaway.
"Hay gente que piensa que los aniversarios, como las cotas psicológicas de los índices, son sólo fechas y números arbitrarios que no tienen significado. Pero merece la pena tomarse un momento y levantar la vista de nuestras BlackBerrys para pensar lo lejos que hemos llegado desde esos terribles momentos de hace dos años. Y lo lejos que todavía tenemos que llegar", concluye.