
Al César, lo que es del César. El BCE, cuyas actuaciones siempre están rodeadas de un clima de sospecha, estuvo ayer a la altura de las circunstancias. No se le puede pedir más de lo que hizo. La institución despachó con nota una reunión complicada porque, para empezar, mantuvo los tipos. Lo hizo después de haber dicho en agosto que los iba a subir.
Y aunque resulta cierto que el panorama ha cambiado completamente desde entonces, también lo es que cuando un banco central rectifica su posición, como ha sido el caso, se juega su credibilidad.
Más que nada, porque se expone al riesgo de que, en adelante, los mercados y los agentes económicos no entiendan o confíen en los mensajes que envíe. Y eso, para una entidad de estas características, es mucho decir, ya que pone en juego una de las principales armas que tiene en su mano: el manejo de las expectativas. Por eso hay que aplaudir la valentía del Banco Central Europeo (BCE) de dejar los tipos en el 4%.
"Sesgo alcista"
Además, su sesgo fue más neutral que en anteriores ocasiones, aunque no perdió de vista la marcha de los precios. "El BCE ha mantenido un cierto sesgo alcista, pero lo cierto es que lo tiene que hacer porque no puede permitir que las expectativas de inflación se disparen. Además, eso no impide que, llegado el caso, baje los tipos si resulta preciso", explica Virginia Romero, de Ahorro Corporación.
De hecho, el BCE no se cerró ninguna puerta. Consciente de que podía quedar preso de sus palabras, prefirió ser dueño de sus secretos. De ahí que no se comprometiera ayer a subir, mantener o bajar los tipos en el futuro. Quiere tener más información. Necesita más datos. Que sean los acontecimientos los que hablen y guíen sus pasos. Y aunque esta prudencia puede parecer un tecnicismo, no lo es tanto.
Ayer, el BCE corría el riesgo de quedarse corto. Si hubiera mantenido los intereses, pero, al mismo tiempo, hubiera dejado la puerta abierta a elevarlos en octubre, no hubiera hecho más que posponer la incertidumbre. Vamos, como cuando a un niño se le amenaza con que se coma mañana las lentejas que no quiere hoy. En ese caso, el chaval habrá debido soportar un día más el enfado de tener que enfrentarse a tan temida legumbre, pero se las habría terminado comiendo.
Pero el BCE no cometió este error. No quería prolongar las dudas de los mercados, sino atajarlas, y ahí reside la verdadera trascendencia de no comprometer sus decisiones futuras desde ahora.
Turno de la Fed
Sobre todo, porque ahora le toca el turno a la Reserva Federal (Fed). El BCE cumplió ayer con su parte al no subir los tipos, y ahora debe ser el banco central estadounidense el que remate la faena. Tendrá ocasión de hacerlo el 18 de septiembre, que es cuando celebra su próxima reunión.
Si, tal como parece, la Fed rebaja los intereses, que ahora están en el 5,25%, el esfuerzo del BCE por inyectar confianza en los mercados financieros se habrá visto recompensado. De lo contrario, habrá valido de poco.