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Los bancos centrales estrechan el cerco ante la preocupación por el contagio de impagos

Los impagos han disparado las alertas de los bancos centrales. Ilustración: eE
¿Hasta dónde puede arrastrar la crisis crediticia nacida en EEUU a las entidades financieras del resto del mundo? ¿Cuál es el efecto completo y real de la misma sobre la banca? Esta es la pregunta del millón que los supervisores de la mayoría de los países, al igual que el común de los mortales, se plantean.

La alerta, la incertidumbre e incluso el temor se han instalado en los bancos centrales, precisamente, porque ninguno de ellos posee la respuesta al enigma. Es, de hecho, el desconocimiento ante el tamaño y las ramificaciones de este agujero -que con seguridad asciende a miles de millones de euros- el que ha provocado que se llegue a esta situación. Nadie sabe todavía cuál es la magnitud exacta del problema, ese es el quid de la cuestión.

Conocer la realidad

Es más, este extremo es, posiblemente, sobre el único que existe un consenso generalizado en el seno de los bancos supervisores. Teniendo en cuenta la actual tesitura, crece la sensación de que restan aún por hacerse públicas numerosas consecuencias negativas derivadas de la crisis crediticia, a pesar del incesante goteo de bajas que se viene registrando en los últimos días.

A partir de ahí, los bancos supervisores de todo el mundo están tomando cartas en el asunto: exigen a cada entidad que realice un análisis interno exhaustivo para conocer el alcance del problema. Quieren saber los fondos o productos que están infectados por el virus crediticio en cada una de las organizaciones que controlan.

La medida, siendo perfectamente lógica y oportuna, carga a su vez con otro lastre: se van a necesitar semanas, puede que hasta meses, para que la directriz surta efecto. Y es que los fondos que suscribe cada banco o caja de ahorro pueden contarse por miles en determinados casos y, más aún, algunos de ellos se encuentran gestionados por terceros.

Más 'contagios'

Como consecuencia, las entidades financieras se ven obligadas a contactar con estos intermediarios al objeto de analizar cuáles de sus productos -surgidos de la combinación de multitud de activos: bonos, derivados, renta fija, fondos monetarios dinámicos, etc.- han contraído la temida enfermedad.

De esta manera, casi con toda seguridad, y según vaya avanzando la introspección a la que se ve abocada la banca, caerán más fondos -algunos relacionados con entidades españolas-.

En este sentido, los más problemáticos serán los derivados y los monetarios dinámicos -aquellos que invierten en acciones de renta fija, a corto plazo y que suelen obtener beneficios más elevados de lo habitual-, puesto que muchos de ellos están confeccionados parcialmente con activos que tienen su base en las denominadas hipotecas subprime o de alto riesgo.

Tan es así, que son estas herramientas financieras, con los miles de millones que inversores de todo el planeta han depositado en ellas, las que han provocado la enorme crisis global que se ha desatado y no el hecho per se de que un grupo de estadounidenses, por muy numeroso que éste sea, haya dejado de pagar sus hipotecas basura. Ésta es la clave.

Los más afectados

Es preciso recordar que las subprime no superan el 2% del total de las hipotecas suscritas en EEUU y significan, según cifras manejadas por economistas especializados, entre 60.000 y 100.000 millones de dólares, lo cual no parece una cifra suficiente, a pesar de ser una magnitud considerable, para poner en marcha una crisis mundial de tanto calibre.

Pero no en todos los países la repercusión es la misma. Por el tipo de banca -con las particularidades de cada entidad- que opera en un determinado lugar, las consecuencias negativas están siendo mayores o de un carácter más somero, aunque en todos los casos la incertidumbre está indefectiblemente presente. Así, los bancos franceses en general o Deutsche Bank por citar un ejemplo concreto de un país europeo, entre otros, van a encontrar más dificultades que sus homólogos españoles.

En cuanto al sector bancario nacional, cabe destacar que, sin duda, los bancos de inversión que trabajan en el país están en el ojo del huracán y, por lo tanto, el supervisor que lidera Miguel Ángel Fernández Ordóñez está tratándolos de manera especial. Según ha podido saber este periódico, el Banco de España está requiriendo a las entidades de inversión información exhaustiva prácticamente a diario sobre el nivel de exposición que mantienen respecto al virus crediticio venido de EEUU.

A salvo del chaparrón

Mientras, el resto de la banca española -a pesar de que obviamente está afectada, preocupada y los resultados que presente en el tercer trimestre se verán influidos-, se salva hasta el momento de un gran crack por su tradicional carácter conservador, así como por su marcada prudencia.

Con todo, el Banco de España no es una excepción en el panorama internacional de los supervisores y ya ha cuestionado a las entidades financieras tanto por sus fondos, que ya han sido congelados, como por muchos otros de los que ni los propios bancos poseen información. Es decir, que las entidades deben bucear en sus respectivas carteras de inversión para informar al supervisor.

Según fuentes consultadas por este periódico, el gran temor instalado en este órgano es la posibilidad de que el efecto de las subprime permita un posible riesgo sistémico. Cuestión de la que, por otra parte, ya advertía el Fondo Monetario Internacional (FMI) -en su último informe a de primavera- como una de los posibles consecuencias del exceso de liquidez.

España, entre dos frentes

Además, al Banco de España también le preocupa que la crisis proveniente del otro lado del charco repercuta a la banca española en plena desaceleración del sector de la construcción. Es decir, que a esta circunstancia global se le unan los problemas del mercado local, sobre todo, en lo referente a los promotores inmobiliarios.

Por ello, ya antes de avisar a las entidades financieras que están bajo su jurisdicción y como publicó elEconomista el pasado 8 de agosto, el supervisor les apremió para que eleven la cobertura inmobiliaria, es decir, que incrementen las provisiones con el objetivo de hacer frente a imposibles impagos.

Y es que el banco central español no está haciendo oídos sordos al hecho de que el volumen de crédito hipotecario gestionado por bancos y cajas de ahorro esté en su nivel más bajo de los últimos cuatro años. Igualmente, ha tenido en cuenta que el Banco Internacional de Pagos haya alertado de que las entidades españolas son las más expuestas del mundo a sufrir una crisis inmobiliaria.

En definitiva, la preocupación de los bancos centrales está plenamente justificada: aunque descartada una crisis financiera a largo plazo, los efectos de los fondos que contienen activos que, a su vez, se basan en las subprime -más que en el impago en estas hipotecas en sí mismo- sí podrían traer parones económicos notables. Eso sí, cuando se sepa la cuantía del agujero. Pero, para eso, habrá que esperar.

Todas las claves sobre la crisis subprime en diario elEconomista, a la venta en su quiosco por 1 euro

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