Las comparaciones son odiosas. España no es Grecia. Ni Irlanda. Tampoco Portugal. Pero todo eso importa poco cuando, zas, en un mes, el coste por emitir deuda se dispara un 83 por ciento. España sólo ha captado 3.256 de los 4.000 millones que pretendía en la última subasta de letras del tesoro.
Eso es lo que se ha encontrado el Tesoro Público en la emisión de letras que sacó adelante como pudo. Se había planteado como objetivo captar entre 3.000 y 4.000 millones de euros con la operación. Pero no pasó de los 3.256 millones.
No estaba el mercado para demasiadas bromas. Y sí para muchas exigencias. Tantas, que los títulos a tres meses se colocaron con un rendimiento medio del 1,74 por ciento, cuando hace un mes salieron a un 0,95 por ciento. Casi el doble. En el caso de las letras a seis meses, el encarecimiento fue algo inferior, del 64 por ciento, puesto que pasaron del 1,28 por ciento de octubre al 2,11 por ciento de ayer. Eso, en lo que respecta a las rentabilidades medias, porque las marginales, es decir, las más altas de todas las peticiones que se aceptaron, repuntaron todavía más: hasta el 1,87 por ciento en las letras a un trimestre y el 2,26 por ciento en el papel a medio año.
La brecha se incrementa
Los resultados de la subasta, que se celebró esta mañana, certificaron que el contagio de la crisis de Irlanda no es un riesgo, sino una realidad. Es más, el incremento de los costes por financiarse con deuda a corto plazo sólo fueron el aperitivo de lo que iba a venir luego. Porque no se veía nada igual desde hace mucho tiempo.
Primero, las ventas de bonos españoles arreciaron durante la tarde, con el consiguiente repunte de los rendimientos, que suben cuando el precio de los títulos baja. Así, la rentabilidad de los bonos a 10 años se disparó del 4,73 al 4,89 por ciento, el más alto desde 2008. Y en segundo lugar, este aumento desembocó en una ampliación histórica de la prima de riesgo, es decir, del interés adicional que exige el mercado a los bonos españoles a 10 años con respecto a los títulos alemanes con igual vencimiento, que son tomados como referencia por su fiabilidad. Ayer, esa brecha creció de los 208 a los 237 puntos básicos -ó 2,35 puntos porcentuales-. Hay que remontarse hasta 1996 para encontrar una diferencia tan abultada entre ambos países, todo un síntoma de la percepción reinante ahora entre los inversores acerca de la deuda española, cuya pérdida de credibilidad es notable. No en vano, a finales de 2009 la prima de riesgo se limitaba a 59 puntos básicos, y el promedio registrado desde la creación del euro se reduce a 30 puntos básicos.
Que pase el siguiente
El deterioro de la posición española en los mercados responde al preocupante juego iniciado entre los inversores, consistente en buscar ya la siguiente pieza una vez cazadas las de Grecia y Portugal. "La tensión contagia por efecto dominó a otros países periféricos y los inversores miran de reojo a Portugal, España e Italia. Los políticos sigue repitiendo sin parar las diferencias entre los países, los datos económicos y las pruebas de estrés a la banca lo demuestran, pero ahora en los inversores cunde el miedo y no se fían de los datos mostrados", constata Miguel Paz, experto de Unicorp.
Es, precisamente, la inclusión de España en la lista de candidatos para ser rescatados en un futuro la que más inquietud genera. ¿El motivo? Sencillo: el tamaño. "Otra cuestión, que sin duda tiene aún mayor trascendencia, es qué pasaría si España pide ayuda. Sencillamente, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera no tiene la magnitud requerida para ayudar a España, por lo que España necesitaría firmar acuerdos de préstamos bilaterales con los principales países, tales como Alemania o Francia", avisan desde Saxo Bank.
Este temor encuentra fundamento en los vencimientos a los que deberá hacer frente el Tesoro en 2011, que ascienden por el momento a 105.000 millones de euros.
"España está cumpliendo sus compromisos, pero el mercado tiene presente sus necesidades de financiación para 2011. Lo que está ocurriendo es una llamada de atención adicional para no posponer las reformas. Hay que hacer lo posible para que el mercado ni siquiera tenga dudas de la posición española", reclama Pablo Guijarro, director de análisis macroeconómico de AFI.