
A Myron Scholes la historia le ha subido a lo más alto y una vez allí le ha tambaleado. Primero ganó un premio Nobel, pero más tarde protagonizó la mayor crisis financiera de la historia, la quiebra del hedge fund Long-Term Capital Management (LTCM).
El verano de 2008 se cumplirá una década de aquella quiebra del gobierno ruso que fulminó a LTCM y puso en jaque a todos los grandes bancos del mundo que le habían prestado dinero, lo que llevó a una situación de pánico ante la posibilidad de que los mercados financieros dejasen de operar. El suceso terminó con el rescate del fondo por parte de la Reserva Federal en Otoño de 1998, con la ayuda de un sindicato bancario formado por los 25 mayores bancos internacionales.
P Numerosos políticos europeos exigen normas más estrictas para los 'hedge'. ¿Cuál es su opinión?
R No entiendo lo que pretenden conseguir con sus propuestas. Por desgracia, las instituciones públicas tienden a menudo a promulgar normas sin entender correctamente sus costes y beneficios. Los hedge fund son muy distintos entre sí como para meterlos todos en el mismo saco.
P Algunos expertos avisan de que los 'hedge fund' podrían derrumbar el sistema financiero mundial con sus altos créditos y sus arriesgadas apuestas.
R El problema no se limita a los hedge. En Japón, por ejemplo, cayeron los precios inmobiliarios en 1989 y 1990, la bolsa se desplomó y las pérdidas llevaron a un colapso de los bancos, que fueron absorbidos por el Estado. ¿Cómo pudieron crearse esos riesgos? Estoy seguro de que los bancos japoneses no querían ir a la bancarrota. Los gobiernos europeos deberían comprobar qué información necesitamos para que los participantes en el mercado puedan excluir esos riesgos. Como primer paso, los bancos emisores podrían exigir a las instituciones financieras que detallen su exposición al riesgo de pérdidas.
P Con el derrumbamiento de LTCM, del que era presidente, ¿no amenazó entonces el sistema financiero?
R Realmente no lo sé. De hecho hemos hecho historia. ¿Qué hubiera pasado si la Fed no hubiera intervenido? Hubiera ido en interés propio de las instituciones financieras unirse. En última instancia les debíamos dinero y si LTCM hubiera anunciado bancarrota, un tribunal hubiera repartido los activos.
P Usted ha ganado un premio Nobel y ha creado con éxito un nuevo 'hedge fund'. Sin embargo, todo el mundo le conoce como el hombre de LTCM. ¿Le reconcome eso?
R Eso siempre estará ahí, incluso cuando hable del tiempo. Los medios de comunicación tienen que hacer eso. Hace el relato de los periodistas más emocionante. Es como cuando se escribe: "La señora Schmitz, que fue acusada falsamente de haber asesinado a su marido con un hacha, ha dado una fiesta para sus amigos en su jardín". Esto crea más expectación que decir sólo: "La señora Schmitz ha dado una fiesta para sus amigos en su jardín".
P ¿Hasta qué punto se ve culpable del desastre?
R No fui yo solo. No manejé ni una vez las posiciones. Al contrario: estaba a punto de abandonar LTCM cuando sucedió aquello. John Meriwether llevaba las actividades comerciales. Mi hedge actual es una cosa completamente distinta. Actuamos conforme a un modelo financiero. En aquel entonces importaban más la perspicacia y la experiencia de los comerciantes.
P El antiguo canciller de la República Federal de Alemania, Helmut Schmidt, habla de los 'hedge' como "capitalismo de aves de rapiña".
R ¿A quién pertenece una empresa? ¿A la sociedad o a los accionistas? Los gestores deben atender a los activos, y si ese no es el caso, los propietarios tienen el derecho de echarlos. En una Comunidad Europea con el euro y con una economía global no se puede conservar la identidad de las empresas alemanas. Lo mismo vale para otros países. El mundo se transforma en una aldea global y debemos pensar en esos parámetros.
P ¿Los fondos libres no exigen un pensamiento a corto plazo que busca el beneficio rápido?
R Una sociedad es valorada en la bolsa sobre la base de su futuro flujo de caja, y esto no se limita a los próximos tres o seis meses. Si simplemente se observa cuánto beneficio produce una empresa en el próximo mes o año, no tiene ningún sentido. De todas formas, suponiendo que yo sea un ave de rapiña o un tiburón, lo que hago es comprar un activo para aumentar su valor. Si lo consigo con acciones a corto plazo, entonces es bueno para todos.
P Esto no es válido para los empleados que pierden su puesto de trabajo.
R Esto pasaría de todas formas. A largo plazo no se puede uno imponer a la competencia más barata procedente de India. Los gobiernos no pueden atacar a los hedge, simplemente por el hecho de que no hay que matar al mensajero porque a uno no le gusta oír su mensaje.
P Los críticos exigen a los 'hedge' que hagan públicas regularmente sus posiciones. ¿Tiene sentido?
R Estoy de acuerdo en que haya más transparencia. Pero, en todo caso, no con que se hagan públicas posiciones individuales. ¿Qué haría el gobierno con esa información? Veamos, ¿cuál es el único libro que contiene a todos los demás? El diccionario. Está lleno de información, pero carece de valor si no se habla esa lengua ni se conoce la gramática. En mi empresa nunca miro las posiciones individuales, para mi carecen para mí de utilidad, si no sé cómo combinarlas. Para ello se usa nuestro modelo financiero. Nosotros tampoco obtendríamos ninguna ventaja conociendo las posiciones individuales de la competencia. Pero algo sí es cierto: si todos conocen mis posiciones, en situaciones de crisis sería más difícil liquidarlas.
P ¿Tendría sentido anunciar a las autoridades el grado de endeudamiento de un fondo 'hedge'?
R Eso está bien. Pero eso ya se hace frente a prestamistas como Goldman Sachs, Citigroup o el Deutsche Bank. Ellos conocen muy bien las posiciones y observan con mucha precisión el riesgo en el que se puede caer. Y ellos determinan hasta qué punto puede endeudarse el fondo.
P Usted se ha hecho famoso por su trabajo académico sobre la valoración de opciones sobre acción, que han revolucionado los mercados financieros y que han impulsado los sueldos de los jefes de juntas directivas a alturas demenciales.
R En el caso de las opciones sobre acción hay una diferencia entre su valor en el momento de su concesión y en el del pago. Yo creo que sólo se puede contar el primero dentro del sueldo. Porque cualquiera puede comprar la acción y embolsarse el beneficio que produce el gestor. Una opción sobre acción es como si se diera dinero en efectivo al gestor y éste lo invierte en la empresa. Visto así, Warren Buffett es el hombre más pagado en exceso del mundo: posee 40.000 millones de dólares en títulos de Berkshire Hathaway. ¿Por qué nadie dice que recibe demasiado dinero?
P Los consumidores norteamericanos se endeudan irremediablemente y los compradores de acciones chinos impulsan sus bolsas a alturas absurdas. ¿Vivimos en una época de la sinrazón?
R Cuando aprendí a esquiar, iba con mucha cautela. Después de un tiempo me acostumbré a la velocidad y a las pistas y lo hacía más deprisa. Lo mismo pasa con la globalización: antes se construía primero un foso y un muro alrededor de una aldea, para que se pudiese actuar con seguridad. Con el tiempo desaparecieron los muros de protección, la aldea se convirtió en un municipio, una región y un país. Hoy en día ya no existe nada de eso. Desgraciadamente distintas conmociones seguirán sacudiendo nuestra seguridad, las consecuencias serán terribles.
P Durante toda su vida se ha confrontado con el riesgo. ¿Por qué?
R En la vida el caos y el orden están en constante tensión uno con otro. Si las cosas se vuelven muy inseguras y volátiles, a uno no le gusta. Pero tampoco podemos soportar tiempos demasiado tranquilos: sin variación nos volveríamos locos, la vida se vuelve aburrida. Desde mi época de estudiante universitario me fascina cómo se originan la inseguridad y la volatilidad, y cómo influyen en nuestra vida. Ya entonces especulaba en la bolsa.
P ¿Es cierto que siendo estudiante universitario tuvo que suplicarle a su banquero, después de fuertes pérdidas bursátiles, que no cerrara su depósito?
R En realidad especulaba con créditos. Cuando llegó el crac bursátil a comienzos de los setenta tuve que hablar con el empleado de mi banco, pero no le supliqué nunca.