
El comunicado de las autoridades estadounidenses acerca de la política del dólar fuerte es extremadamente importante en las presentes circunstancias", aseguró el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, al término de la reunión que la institución celebró el pasado jueves.
Con esas palabras valoraba positivamente el renovado compromiso que el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, ha asumido con un dólar fuerte. O lo que es lo mismo, con la política que instauró el primer secretario del Tesoro durante el mandato del ex presidente Bill Clinton, Lloyd Bentsen, y que luego consolidó su sucesor, Robert Rubin.
Cae contra casi todos
Pero una cosa son los dichos y otra los hechos. Y estos últimos constatan que el mercado no se cree a Geithner. Para el Premio Nobel de Economía de 2001, Joseph Stiglitz, se trata de simple retórica. "Los políticos no deciden los tipos de cambio y los discursos tampoco lo hacen", señaló esta misma semana.
Así está siendo, porque el dólar se ha depreciado en el conjunto de las cinco últimas sesiones contra nueve de las otras diez divisas más importantes del mundo. Sólo ha subido, aunque apenas un 0,1%, contra la libra. Contra las demás, ha acumulado bajadas comprendidas entre el 0,4% contra el yen japonés y el 4,5% frente al dólar australiano, este último aupado por la inesperada subida de los tipos de interés realizada por el banco central del país oceánico. Con respecto al euro, ha cedido un 1,2%, hasta los 1,475 dólares.
Lejos de tratarse de una caída puntual, esta debilidad confirma a la moneda norteamericana como la más débil entre las principales del planeta en 2009. Cae contra todas, desde el 1,3% que se deprecia contra el yen japonés hasta el 28,7% que pierde contra el dólar australiano. Los números rojos, por tanto, están mudando la tonalidad del billete verde.
Declive secular
Es más, viene siendo así desde 2002. "El dólar está sumido en un declive secular. Los días del dólar fuerte han acabado", asegura Stephen Roach, presidente de Morgan Stanley Asia. Stiglitz comparte esa impresión. Y la verdad es que EEUU está dando argumentos para ello. Primero, entre 2002 y 2007, por el déficit comercial que acumuló, que forzó la depreciación de su moneda.
A continuación, las históricas medidas expansivas con las que la Reserva Federal (Fed), el banco central de EEUU, ha plantado cara a la crisis desde 2007 han inundado el mundo de dólares, con el consiguiente descenso de su valor. Mientras la Fed no normalice su política monetaria, la espada penderá sobre la cabeza del dólar. Más que nada, porque los bajos tipos actuales -están entre el 0 y el 0,25 por ciento- fomentan que el billete verde sea empleado como moneda de financiación para la especulación, algo que nutre su fragilidad.
El problema es que la paciencia tiene un límite y el malestar es creciente. Los países que tienen sus ahorros en dólares ven cómo su despensa cada vez les cunde menos. Y aquellos que ven que sus divisas se refuerzan contra la moneda norteamericana, intervienen para frenar esa tendencia. Lo han demostrado Corea del Sur, Tailandia y otros países asiáticos, que esta semana, y como vienen haciendo en los últimos años, han comprado dólares para sostener el valor de éste y parar la subida de sus divisas.
Además, la debilidad del dólar genera otros impactos colaterales. Basta con ver la revalorización del oro, que ha elevado su récord hasta los 1.061,5 dólares estimulado por la caída del billete verde. Perdón, del billete rojo.