
"Aquella mañana vimos que la situación se agravaba y que era necesario reforzar la liquidez del sistema. Y actuamos en consecuencia". Estas palabras, pronunciadas por un miembro del Banco Central Europeo (BCE), muestran los motivos por los que la entidad puso a disposición de los bancos europeos 95.000 millones de euros a primera hora de la tarde del 9 de agosto de 2007.
La cantidad, superior a la inyectada tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, y la urgencia de la maniobra, que no formaba parte de las subastas periódicas de la institución, provocaron que aquel movimiento fuera interpretado como el pistoletazo de salida oficial de la crisis financiera.
Esta impresión quedó reforzada apenas ocho días después. Ocurrió, de nuevo, a primera hora de la tarde, aunque el protagonista fue otro: la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos. El 17 de agosto, la entidad presidida por Ben Bernanke recortó los tipos de descuento, que son los que cobra a los bancos por el dinero que les presta, del 6,25 al 5,75%.
Combinadas, las respuestas del BCE y de la Fed reclamaban el estado de excepción en la economía y las finanzas mundiales. Pero apenas se había visto el comienzo.
Lehman marca la frontera
Tras los escarceos iniciales, la crisis mostró toda su fiereza en 2008. En enero, la Fed bajó los tipos con urgencia para atajar el pánico existente en el mercado y dos meses después Bernanke urdió el rescate del banco Bear Stearns, que fue adquirido por J.P.Morgan. Ambas maniobras, secundadas por las bajadas del precio oficial del dinero en países como Reino Unido, Canadá o Suiza, reinstauraron la calma.
Pero se trató de un espejismo. Los agoreros habían advertido de lo que podría ocurrir desde septiembre. Y esta vez no se equivocaron.Nunca, al menos en los tiempos modernos, el sistema financiero estuvo tan cerca
de desintegrarse. La cascada de reveses comenzó con la intervención de las hipotecarias FannieMae y FreddieMac, aunque la verdadera sacudida se produjo una semana después.
Durante el sábado 13 y el domingo 14 de septiembre, la Fed trabajó contrarreloj para intentar reanimar a los dos cadáveres que tenía sobre la mesa. Salvó a uno, Merrill Lynch, que fue adquirido por Bank of America, pero no al otro. Lehman Brothers fue entregado a su suerte. Quebró tras 158 años de historia. Aún se desconocen los motivos por los que Bernanke lo permitió.
Tal vez quería dar un escarmiento a las demás entidades; o tal vez pretendió poner a prueba el verdadero aguante del sistema financiero norteamericano. El caso es que el
suelo se abrió tras el hundimiento de Lehman. "Los shocks financieros que golpearon la economía global en septiembre y octubre fueron los peores desde los años 30, y ayudaron a empujarla hacia la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial", reconoció Bernanke en su comparecencia ante el Congreso del pasado 21 de julio.
Munición monetaria
Y no exagera. Durante el mes posterior a la quiebra, las bolsas se desplomaron un 25%, el petróleo cayó un 24,5% y la volatilidad se disparó un 150%. ¿Adónde fue ese dinero? A cobijarse en el dólar, que se apreció un 6 % contra el euro y en el oro, que experimentó una subida
del 11%.
Fue entonces cuando los principales bancos centrales del mundo dispararon la mayor dosis de munición monetaria jamás vista. El infarto financiero fue de tal magnitud que los bancos centrales complementaron las habituales rebajas de los intereses con medidas menos convencionales. Aunque hay matices entre las emprendidas por cada entidad, se pueden sintetizar en dos: incrementar los plazos y la cuantía de la financiación a los bancos y adquirir deuda pública y privada en el mercado.
Todos ellos, medios con los que conseguir un mismo fin: reforzar la posición del sistema bancario y financiero como paso previo para reactivar el crédito hacia empresas y hogares. ¿Lo han conseguido? No del todo. ¿Por qué? Porque las maniobras de los banqueros centrales llegan a la economía real a través de los bancos, que son los que, por ejemplo, dan más préstamos cuando bajan los intereses y menos ¿o, al menos, más caros? cuando suben.
Brotes verdes
Aunque los tipos se han situado en los niveles más reducidos de la historia y las inyecciones de liquidez han sido constantes, esta vez las entidades no han empleado las facilidades recibidas para dar más créditos.
Dados los problemas sufridos por el sector, la banca ha preferido pertrecharse y reforzar su posición en vez de conceder nuevos créditos. Los esfuerzos, sin embargo, sí están arrojando sus primeros frutos.
La respiración asistida suministrada por los bancos centrales está permitiendo que las tensiones se estén relajando en los mercados en los que los bancos y las compañías obtienen financiación. Así, el euribor a doce meses acumula diez meses de descensos consecutivos, los seguros contra el riesgo de impago han descendido y las emisiones de deuda empresarial y bancaria están alcanzando niveles históricos. Todo ello forma parte de los síntoma de recuperación que han alumbrado el nacimiento de los brotes verdes en la economía y las finanzas mundiales.
Gestionar la recuperación
¿Significa esto que los banqueros centrales ya pueden cantar victoria? No. Para empezar, porque aún es pronto para concluir que la recuperación ha sentado unas bases sólidas.Y en segundo lugar, porque su trabajo no consiste sólo en superar las turbulencias financieras.
También deben dotar de estabilidad a la economía, un objetivo que estará en peligro si no desactivan las expansivas políticas monetarias adoptadas desde 2007. Dicho de otro modo, si no retiran buena parte del dinero introducido en sus respectivas economías ni suben los tipos, el riesgo de que la inflación se dispare y que se produzcan de nuevo excesos crediticios será enorme.
Por tanto, los bancos centrales deben pensar ya en una estrategia de salida. Como sostiene José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, ¿pasada la tormenta, toca normalizar la política monetaria sin provocar una nueva recesión?. Ésta es clave, ya que Bernanke, Trichet y compañía se enfrentan a una delicada disyuntiva: si retiran las medidas anticrisis precipitadamente y de forma demasiado intensa, podrían causar una recaída; y si, en cambio, actúan tarde, la semilla de la inflación podría estar sembrada.
Por tanto, aún les espera una ardua tarea por delante. Hasta la fecha, y aunque ambos ven señales de estabilización en la economía, ninguno ha decidio iniciar una política de subida de tipos (sí se lo está planteando, sin embargo, Noruega) ni empezar a desmontar el campamento de la liquidez.
De hecho, la Fed anunció la semana pasada que, además de mantener durante un tiempo los tipos de interés (cercanos al 0%) prorrograba su programa de compras de bonos del Tesoro hasta finales de octubre, aunque no el monto del mismo, como sí ha hecho el Banco de Inglaterra.