
Sorprende que se anuncie a bombo y platillo un acuerdo comercial entre la UE y EE.UU. que, además de fijar un determinado nivel de aranceles entre las partes, incluye puntos no estrictamente comerciales que ambas partes saben que son de muy difícil o imposible cumplimiento.
Se ha anunciado un principio de acuerdo sin que de momento exista ningún documento oficial que recoja los términos concretos del acuerdo. En cualquier caso, ambas partes han manifestado el compromiso de la UE de comprar productos energéticos de EE.UU. durante los tres próximos años por valor de 750.000 millones de dólares, el compromiso de la UE de realizar inversiones en EE.UU. por valor de 600.000 millones de dólares y el compromiso de adquirir "cantidades ingentes", sin cuantificar, de equipamiento militar estadounidense.
Respecto al acuerdo de compra de productos energéticos estadounidenses, parece poco realista comprometerse a adquirir 250.000 millones de dólares al año. En 2024 la UE realizó importaciones energéticas de EE.UU., principalmente GNL (Gas Natural Licuado), por valor de 65 millones de dólares, lo que supuso el 20% del total de los 320.000 millones de dólares de exportaciones energéticas estadounidenses. Para cumplir el objetivo de compras de la UE tendría que comprar casi el 80% del total de las actuales exportaciones energéticas de EE.UU.
Este acuerdo podría servir como aliciente para que las compañías energéticas estadounidenses aumentasen su producción de forma considerable, sabiendo que las ventas estarían prácticamente garantizadas por el acuerdo firmado entre Estados Unidos y la UE.
Hay que tener en cuenta que hasta la fecha la UE no realiza compras de energía como un bloque, sino que son las compañías energéticas de los distintos países quienes adquieren los suministros en los mercados internacionales. En el caso del petróleo, son las compañías de refino y las distribuidoras privadas quienes adquirirían el crudo, no los Estados. Estos acuerdos entre los vendedores estadounidenses y los compradores europeos están condicionados por los precios de los mercados internacionales, incluyendo los costes logísticos y no por los acuerdos entre Estados. Las empresas comprarán al mejor precio posible entre todos los vendedores globales, independientemente de los acuerdos entre Estados.
Por lo tanto, el compromiso de adquirir 750.000 millones de dólares en productos energéticos estadounidenses por parte de la UE es una mera intención política. No puede ser un compromiso porque en la UE no se realizan compras centralizadas de productos energéticos. Las compras de GNL y de petróleo a Estados Unidos las realizan las empresas, no los Estados.
El compromiso de la UE de invertir 600.000 millones de dólares en EE.UU. es incluso menos realista que la compra de productos energéticos. Estas hipotéticas inversiones las realizarían las empresas, no los Estados. Ningún Estado europeo puede obligar a una empresa privada a realizar inversiones en EE.UU. Es más, las inversiones que las empresas europeas realicen al otro lado del Atlántico dejarán de realizarlas en Europa. Es difícil que las propias autoridades de los distintos países europeos animen a sus empresas a deslocalizar sus inversiones en detrimento de su propia capacidad productiva local.
Aunque existe la disparidad de interpretación sobre si los 600.000 millones de dólares de inversión en tres años son adicionales al volumen recurrente de inversión previo al acuerdo, la realidad es que los anuncios ya realizados de inversiones en EE.UU. suponen desplazar capacidad de producción a EE.UU. en detrimento de la capacidad de producción en Europa.
Son numerosas las empresas europeas que ya habían anunciado inversiones en Estados Unidos, incluso antes de publicitarse el acuerdo entre Trump y Von der Leyen. Entre otras empresas que han hecho este tipo de anuncio se encuentran: ASML, que ha anunciado inversiones por 3.500 millones de dólares, BASF (4.000 millones), Siemens (2.500 millones), Sanofi (3.200 millones), Stellantis (5.000 millones) y Volkswagen (varios miles de millones de forma escalable).
Es obvio que Ursula Von der Leyen, en representación de la UE, no puede comprometer la inversión de empresas europeas en Estados Unidos. Dicha decisión dependerá de cada una de las empresas.
Adicionalmente, el compromiso de la compra de equipamiento militar estadounidense en elevadas cantidades, sin especificar la cuantía, es casi inevitable debido al compromiso de incremento de gasto militar de todos los países de la OTAN y al poco desarrollo del sector de defensa en Europa. A pesar de las elevadas inversiones anunciadas en el desarrollo del sector en Europa, su capacidad de producción hoy en día es escasa.
El peligro de firmar acuerdos en el que uno de los firmantes (la UE) no puede garantizar el cumplimiento del mismo, porque las decisiones de compra y de inversión no dependen del sector público, sino del sector privado, implica que la otra parte (EE.UU.) podría utilizar el previsible incumplimiento para dar por finalizado el acuerdo y endurecer las condiciones del mismo si en un determinado momento le interesase por determinados motivos.
De momento se ha desvanecido una incertidumbre, pero lamentablemente no se sabe por cuánto tiempo.