
La economía rusa está peor de lo que parece, y la banca del país está preocupada. A finales de junio, la agencia Bloomberg publicó cómo hay varios banqueros del país que reconocen una situación más grave de lo que dicen los datos oficiales, con niveles de impago más altos de lo que se reporta, y con los balances de grandes bancos del país en una situación más preocupante de lo que se quiere admitir. Ahora, los banqueros rusos se están reuniendo en secreto para intentar organizar una petición de rescate al banco central en caso de que la situación no mejore. Se hará el año que viene, siempre y cuando el porcentaje de préstamos de mala calidad en el balance de los bancos siga creciendo.
Según publica la agencia Bloomberg, citando fuentes de la industria bancaria rusa que quieren mantenerse anónimas, al menos tres grandes bancos de Rusia, considerados sistémicos (tan importantes para el país que pueden contagiar a toda la economía en caso de crisis) están planteándose cómo acudir a pedir un rescate al banco central, el año que viene, en caso de que sea necesario.
Los ejecutivos de la gran banca se han reunido y han discutido sobre cómo plantear esta posibilidad, en un momento en el que la situación de sus balances no mejora, y es peor de lo que reconocen los datos oficiales, algo que ya se filtró a la prensa a finales del mes pasado. Los ejecutivos mencionados estarían planteándose la necesidad de una recapitalización de sus entidades con fondos públicos, es decir, un rescate bancario en toda regla.
Según explica la agencia, los ejecutivos están siendo muy claros en que la situación todavía debe empeorar para que se llegue a esa situación, pero admiten que el debate es cada vez más urgente en la industria bancaria del país. Según las cifras oficiales, el porcentaje de prestamos de riesgo, o de impagos, en el balance de los bancos, está todavía por debajo de los que hubo en otros momentos en los que el ejecutivo tuvo que salir al rescate, como fue el caso de la crisis bancaria de 2017, cuando se tuvieron que rescatar tres grandes entidades del país con un coste de 1 billón de rublos: Otkritie, Promsyvazbank y B&N Bank.
A día de hoy, la gobernadora del Banco de Rusia, Elvira Nabiullina, ha matizado la crisis que atraviesa el sector bancario del país. Lo hizo en el foro económico celebrado en San Petesburgo el pasado 2 de julio, cuando explicó que "el sistema bancario está bien capitalizado", y que, como "responsable de supervisar a la banca, puedo decir con toda responsabilidad que estas preocupaciones son absolutamente infundadas".
Sin embargo, mientras con una mano Nabiullina trata de calmar los ánimos, con la otra está tratando de ayudar a un sector bancario en problemas. El banco central ha señalado que va a permitir a los bancos operar con ratios de capital más bajas de forma temporal, un movimiento con el que reconoce implícitamente que hay entidades en problemas y con necesidad de apoyo.
En declaraciones en la última junta de accionistas de la firma, Herman Gref, CEO del banco público Sberbank, explicó el mes pasado que "está claro que no va a ser nada fácil", pero admite que "tengo la esperanza, como siempre, de que seremos capaces de trazar planes conjuntos para superar estos tiempos tan complicados".
El incremento de los impagos y de los prestamos dudosos se ha producido por la cadena de consecuencias económicas que ha generado la guerra. El esfuerzo bélico ha disparado la inflación en Rusia, y para contrarrestarla, el banco central del país se ha visto forzado a incrementar los tipos de interés hasta niveles históricos, por encima del 20%. Con unos tipos tan altos, muchos prestatarios han empezado a sufrir el aumento del coste de financiación en sus carnes, y el perfil de crédito de los balances bancarios está deteriorándose rápidamente. Por mucho que se intenten tapar con cifras oficiales tergiversadas, si la situación llega a un punto crítico la gravedad de la crisis terminará saliendo a la luz.