
París, la ciudad del arte, de la historia y de la cultura, tiene en su entorno, y a muy pocos kilómetros del centro, un tesoro que no tiene nada que ver con lo anterior, pero que en términos económicos es casi igual de valioso. Muy pocos imaginan que, muy cerca de sus elegantes bulevares y su vida bohemia, bajo la cuna de la Ilustración y el romanticismo literario, se extienden varios yacimientos de petróleo, cuyos caballitos mecánicos se pueden atisbar en lontananza, algunos muy cercanos al parque temático de Disneyland Paris. Desde hace más de un siglo, la Cuenca de París ha sido explorada en busca del preciado hidrocarburo, convirtiéndose en uno de los pocos lugares del mundo donde la prospección petrolera ha casi convivido durante décadas con la vida urbana, el ocio infantil de Disneyland y algunos de los iconos culturales de Occidente.
El origen de estos yacimientos radica en la peculiar geología de la Cuenca de París, una extensa depresión que abarca una parte significativa del norte de Francia. A lo largo de 250 millones de años, desde el Triásico hasta la actualidad, esta cuenca ha acumulado de forma casi ininterrumpida un gran espesor de sedimentos, en la cual se han dado las condiciones necesarias para la generación y acumulación de hidrocarburos. La presencia de una roca madre de petróleo en los sedimentos del Jurásico inferior, combinada con buenos almacenes en formaciones del Jurásico y Triásico, han sido elementos clave en la riqueza petrolífera de la cuenca, según explican Jean-Jacques Biteau, Bernard Duval, Jean Laherrere y Jean-Marie Masset, en su artículo From Outcrops to the Champs-Élysées: Petroleum Exploration in the Paris Basin – The Paris Basin, the 'Island of France.
A diferencia de otras grandes cuencas petroleras del mundo, la de París no es conocida por sus vastas reservas, sino por su peculiar ubicación y la constancia con la que ha sido explotados sus yacimientos. La mayor concentración de los depósitos se localiza en la región de Brie, famosa por sus quesos y su historia agrícola, donde el espesor de la serie sedimentaria puede alcanzar los 3.500 metros.
En la Cuenca de París se han identificado 345 millones de barriles de reservas probadas (2P), distribuidos en 65 campos petrolíferos. De estos, 22 poseen más de 2 millones de barriles, 8 superan los 10 millones, y solo 2 contienen reservas superiores a 50 millones de barriles. Aunque la producción ha disminuido con los años, la actividad sigue presente en ciertos campos, algunos de ellos situados a escasa distancia de lugares tan icónicos como Disneyland París o los viñedos de Champagne.
El petróleo de principios del Siglo XX
Los primeros intentos por extraer petróleo en la Cuenca de París se remontan a los años 20 del siglo pasado, cuando se perforó un pozo exploratorio en Normandía, en la región occidental de la cuenca. Sin embargo, ante la ausencia de indicios de petróleo, la exploración quedó en suspenso hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Fue en 1951 cuando el Bureau de Recherches Pétrolières, con el apoyo del Instituto Francés del Petróleo (IFP), comenzó a analizar la zona con mayor detalle. Se llevaron a cabo investigaciones geológicas en afloramientos y, por primera vez, se utilizaron datos geofísicos avanzados para mejorar el conocimiento de su subsuelo.
El verdadero despegue petrolero llegó en los años 50 y 60, cuando se descubrieron múltiples campos petrolíferos modestos, como Coulommes, Chailly-en-Bière y Villemer, con reservas oscilando entre los 4 y 16 millones de barriles de petróleo. Para Francia, que dependía en gran medida del petróleo importado, estos descubrimientos representaban un pequeño respiro en su búsqueda de autonomía energética.

La década de los 70 y 80 trajo consigo nuevos avances tecnológicos y una mejor comprensión de la geología de la cuenca. La perforación de pozos más profundos y la mejora en la interpretación sísmica permitieron encontrar yacimientos más grandes. En 1983, la Cuenca de París vio nacer su mayor campo petrolífero: Chaunoy, con 90 millones de barriles de reservas 2P. Este hallazgo supuso un punto de inflexión y desató una fiebre exploratoria en la región.
Sin embargo, la proximidad de los yacimientos a París, junto con el proyecto de Disneyland Paris, que abrió sus puertas en 1992, planteaba un dilema único. En un momento en que la capital francesa se consolidaba como una metrópoli global del turismo y la cultura, la perforación petrolera no parecía encajar con la imagen de la Ciudad de la Luz. A pesar de ello, esto no impidió que en 1986 se realizara una campaña de adquisición sísmica sin precedentes, durante la cual se pudieron ver grandes camiones vibradores moviéndose por los Campos Elíseos, en pleno centro de París, buscando estructuras geológicas bajo la ciudad que pudieran albergar acumulaciones de hidrocarburos.
Petróleo debajo de los edificios
La interpretación de la campaña sísmica en el centro de París dio lugar a la perforación en 1988 del pozo Ivry-101D en los suburbios parisinos. Se trataba de un pozo desviado diseñado para alcanzar una estructura geológica bajo los edificios urbanos. Este pozo produjo petróleo durante cuatro años, desafiando todas las expectativas sobre dónde podría encontrarse el oro negro. En los años 90, incluso se llegó a perforar un pozo en la localidad de Versalles, en las proximidades del Palacio Real, aunque este no tuvo éxito.
Hoy en día, sigue habiendo campos en producción en la Cuenca de París, aunque de manera discreta. La extracción se ha concentrado en los campos más productivos, como Villeperdue (53 millones de barriles), Champotran (25 millones) e Itteville (26 millones). Sin embargo, la producción ha disminuido con el tiempo, y el número de barriles diarios ha caído a 7.800 barriles por día, lo que representa una pequeñísima fracción de la demanda nacional.
A pesar de su historia de exploración centenaria, la Cuenca de París aún alberga secretos sin descubrir. La existencia de formaciones ricas en petróleo no convencional en el subsuelo ha generado debates sobre la posibilidad de explotar estos recursos con nuevas tecnologías. Sin embargo, la prohibición del fracking en Francia ha paralizado cualquier intento de extracción de hidrocarburos no convencionales en la región y en todo el país.
No obstante, la información del subsuelo obtenida a través de la exploración y producción petrolera reveló la presencia de un acuífero en carbonatos del Jurásico, ubicado a profundidades de entre 1.500 y 2.000 metros, donde se registran temperaturas de 55 a 85 °C. Este recurso ha sido clave para el desarrollo de proyectos geotérmicos, permitiendo abastecer de calefacción a más de 250.000 hogares, principalmente en el área metropolitana de París, asegura Jorge Navarro, vicepresidente de AGGEP (Asociación de Geólogos y Geofísicos Españoles del Petróleo) y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, explica en declaraciones a elEconomista.es.
Champagne y queso junto al petróleo
Curiosamente, la geología de la cuenca no solo ha influido en la industria petrolera, sino también en la cultura francesa. Las capas sedimentarias del Jurásico y el Cretácico han proporcionado los suelos perfectos para la producción de Champagne y quesos como el Brie, dos de los productos más icónicos de Francia. De hecho, algunos de los campos petrolíferos de la región comparten el subsuelo con los viñedos que producen el prestigioso vino espumoso.
Hoy, mientras que millones de turistas pasean por los bulevares de París, contemplan la Torre Eiffel o disfrutan de la magia de Disneyland París, pocos son conscientes de que, a pocos kilómetros de distancia, los campos petrolíferos de la cuenca aún siguen bombeando petróleo desde las entrañas de Francia.
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