El grado de preocupación en una semana ha pasado de niveles de 8-9 a relajarse solo algún punto, tras la compra a precio de saldo de Credit Suisse por UBS y la aparición de Deutsche como problema. De una crisis bancaria nos dirigimos a una de contención de crédito, cuya dimensión todavía es difícil de graduar entre la desaceleración, la estanflación o la recesión. Para los expertos consultados por elEconomista.es, entre lo malo y lo peor, hay más parte de lo segundo.
El problema es que en el caso de una recesión, no conozco las recesiones suaves. Y si al final el escenario principal es éste, será difícil que no se produzcan correcciones de mercado importantes. El desplome medio de las tres hecatombes del siglo han sido algo superior 40%.
Hablar de un escenario adverso es la tónica casi habitual en mercado y con la que hay que convivir casi permanentemente. Ya hace justo nueve meses, cuando el 21 de junio Christine Lagarde subía los tipos por primera vez en ocho años en Europa, nos poníamos en el horizonte una recesión.
El fin de la época de tipos cero nos devolvía a una realidad que de perpetuarse demostraría que en el mundo no deberían existir economías pobres. Bastaría con tener bancos centrales regalando financiación gratis al mercado. La normalización monetaria, la reducción de balances de los bancos centrales, está llevando a muchos inversores a tratar de buscar 'marzo de 2009', como el mejor momento para entrar tras el desplome que supuso en bolsa la crisis de Lehman.
Creo que aún conscientes de que nadie es capaz de encontrar el punto más bajo de entrada, de no ser por absoluta casualidad, es humano tratar de encontrarlo. Pero cuando se producen enormes oportunidades, como ocurrió precisamente entre julio y septiembre del año pasado con datos de inflación en EEUU mucho peores de los esperados, la dopamina, un mensajero químico que no va por la cabeza, hace que estemos más cerca de vender que comprar.
Las consecuencias de la crisis bancaria vuelven a ser otro detonante para intentar buscar 'marzo de 2009'. Pero ante la imposibilidad de ser un zahorí aconsejo seguir el mandamiento extraído de Benjamin Graham que es promediar el mismo coste monetario. Si soy consciente de que todos los años seré capaz de destinar al ahorro una cantidad similar, lo que tengo que hacer es promediar esas aportaciones. ¿Pero cómo hacerlo mejor? Si uno es un inversor que sigue el mercado, que conoce sus tendencias, estoy seguro que es el mejor capacitado para buscar las entradas. Si por el contrario uno es un inversor que lo sigue todos los días, o peor aún y más habitual, lo hace pero es incapaz de entrar cuando estos sufren fuertes correcciones; lo mejor es la regla de los 90 días. Cada tres meses se aporta a los productos elegidos. Repetir años este ejercicio es la mejor clase de inversión.