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Capital privado y moda sostenible, un binomio necesario

Capital privado y moda sostenible, binomio necesario

Situaciones sobrevenidas poco previsibles con claridad, como la pandemia por Covid-19 o la guerra de Ucrania, siempre se darán y demuestran la interconexión de nuestras vidas y la vulnerabilidad de las sociedades y la economía mundial. No tan sorpresivo, el cambio climático, anunciado desde muchos años atrás, gana gravedad y promete consecuencias socioeconómicas dramáticas en los próximos años. Es imprescindible una acción coordinada para detenerlo.

Energía, industria o transporte son sectores siempre en primera línea como contribuyentes a la cuestión medioambiental. Otros, también vitales para avanzar en una transición global hacia las cero emisiones, pasan más desapercibidos. Este es, por ejemplo, el caso de la industria mundial de la moda, pese a que representa entre el 8% y el 10% de las emisiones mundiales de carbono y genera casi el 20% de las aguas residuales.

Un informe del Foro Económico Mundial identificó en 2021 a la moda, y a su cadena de suministro, como el tercer mayor contaminante del planeta, situándola en este ranking después de la alimentación y la construcción. Últimamente, y además de las iniciativas voluntarias de muchas empresas, gobiernos y responsables políticos empezaron a aunar esfuerzos para promover prácticas sostenibles y un consumo consciente en este sector.

Por ejemplo, en marzo de 2022 la Comisión Europea adoptó una Estrategia para los Textiles Sostenibles y Circulares con el objetivo de crear un marco coherente para la transición del sector textil. En base a ella, de aquí a 2030, los productos textiles que se comercialicen en la UE deberán ser duraderos, reciclables, fabricados en gran parte con fibras recicladas o producidos respetando los derechos sociales y el medio ambiente.

La sostenibilidad exige así repensar el negocio de la moda, pero también da al sector un potencial sin precedentes. Los modelos circulares, al desvincular los ingresos de la producción y el uso de recursos, generan un considerable ahorro medioambiental al tiempo que se expanden hasta alcanzar valores multimillonarios. El crecimiento de estos modelos también está impulsado por la demanda de la Generación Z y los millenials, en particular los que viven en zonas urbanas.

Según el Foro Económico Mundial, el cambio de la producción a fuentes de energía renovables reduce por sí solo las emisiones en un 45%, ya que en el proceso de fabricación de textiles y prendas de vestir estas se deben principalmente a la elevada proporción de energía derivada de los fósiles (lignito, hulla, gas y petróleo) en la combinación energética nacional de los países productores. Esto refleja la interrelación entre los sectores y cómo el impulso de un cambio político significativo en la moda requiere la colaboración intersectorial y la coordinación de los organismos políticos y gubernamentales.

Los inversores desempeñan un papel fundamental en esta colaboración y se espera que se sumen a los esfuerzos por reorientar los flujos de capital para financiar la transición hacia una economía más sostenible y con bajas emisiones de carbono. De hecho, gracias a su implicación directa en las sociedades de cartera, el private equity permite un impacto concreto y medible en la economía real.

En este contexto, creemos que las estrategias de private equity deben tener un enfoque de inversión basado en el crecimiento sostenible del capital, apoyando el desarrollo de empresas disruptivas, desde empresas digitales y tecnológicas pioneras hasta las marcas globales más prometedoras; empresas cuyos principios rectores se construyen en torno a la ética, el buen gobierno y el uso responsable de los recursos naturales. Invertir en empresas que buscan revolucionar el diseño, la fabricación, la distribución y el reciclaje, puede ayudar a mostrar el camino.

Gracias a la implicación directa que permiten los modelos de inversión de capital privado, los inversores pueden establecer una relación a medio y largo plazo con las empresas en las que invierten. La financiación y el acompañamiento de modelos de negocio disruptivos que satisfagan las necesidades de las generaciones actuales y de las venideras, no sólo garantiza la rentabilidad financiera, sino también la consecución de un desarrollo verdaderamente sostenible.

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