El gobierno chino ha vuelto a anunciar una nueva inyección de estímulos económicos: desbloqueará 146.000 millones de dólares, 1 billón de yuanes, para financiar el desarrollo de nuevas infraestructuras y tratar de dar un empujón al crecimiento del país en un momento de crisis.
La economía de China sigue azotada por la pandemia de Covid-19 y, sobre todo, por una grave crisis en el sector inmobiliario del país, uno de los motores principales de la economía del gigante asiático. El nuevo paquete de estímulos incluye la posibilidad de que los gobiernos locales emitan otros 500.000 millones de yuanes en deuda para sus proyectos.
En un año en el que está planificado el XX Congreso del Partido Comunista chino, el gobierno pretende mantener la economía a flote, pero no a toda costa. Los nuevos estímulos vinieron acompañados de un mensaje por parte del Consejo de Estado chino, en el que insisten que no quieren inyectar estímulos excesivos en este momento, ya que quieren dejar munición disponible de cara a posibles problemas que haya en el futuro. La intención es proteger el crecimiento de largo plazo, en un país que pugna con Estados Unidos por ser la mayor economía del planeta.
De hecho, aunque se trata de estímulos masivos, todavía no han alcanzado el límite que tiene marcado Pekín: la cuota de emisiones de nuevos bonos todavía tiene un margen de 1,5 billones de yuanes disponibles, según los datos que publica Bloomberg.
Ahora, hay analistas que consideran insuficientes este nuevo paquete de ayudas, como es el caso de Goldman Sachs, quienes siguen manteniendo una previsión de crecimiento del PIB del 3% para este año, muy por debajo del objetivo que tiene marcado el propio gobierno chino, del 5,5% interanual en 2022. De cara a la galería se consideraría un fracaso no llegar al nivel previsto en un año de Congreso.