El actual escenario inflacionista, que en España nos ha llevado a acercarnos peligrosamente a cifras de doble dígito, debería hacer reflexionar a todos los ciudadanos que tienen capacidad de ahorro acerca de lo que sucede con su dinero cuando deciden conservarlo en la cuentas corrientes o depósitos en efectivo.
Los ahorradores españoles han sido tradicionalmente muy conservadores y huyen de la volatilidad, pero la verdad es que, intentar permanecer quieto en un mundo que no deja de moverse es perder posiciones. En el caso de los ahorros, el incremento continuo del índice de precios al consumo hace que nuestro dinero, si no hacemos nada con él, valga cada día un poco menos.
Acudir al mercado de valores no evita, de por sí, que nos veamos afectados por la inflación y la incertidumbre, pero, es más que probable que si configuramos una cartera diversificada y creamos planes de inversión a medio y largo plazo, obtengamos mejores rendimientos que si mantenemos nuestros ahorros en una cuenta corriente.
Cuando la economía atraviesa momentos complicados de alta volatilidad y cifras de inflación elevadas, los inversores tienden a recurrir a aquellos valores considerados como 'refugio'. Son los que se espera un comportamiento más estable en situaciones de incertidumbre. Incluso se revalorizan cuando se producen acontecimientos económicos negativos. El ejemplo paradigmático de este tipo de valores, a lo largo de la historia, ha sido el oro. En momentos de crisis, muchos han optado por hacer acopio de este metal precioso y, aunque los tiempos han cambiado y la economía ha evolucionado mucho, parece que la seguridad del oro se mantiene con los años.
Las formas de adquirirlo e intercambiarlo se han ido perfeccionando. Para los inversores sigue siendo posible comprar y conservar físicamente el metal en mano, y es algo que aporta tranquilidad a muchos. Es un activo muy líquido: se puede comprar, vender y transportar de forma fácil, rápida y económica. Pero comprar joyas, monedas, barras o lingotes no es la única forma de invertir en oro. Hoy en día es posible hacerlo a través de activos financieros que vinculan su valor al del oro. De las diferentes opciones disponibles, la fórmula más sencilla es emplear los fondos cotizados o ETF. Replican el comportamiento de este valor refugio en el mercado y cuentan con algunas ventajas muy interesantes: no requieren mantenimiento (almacenar el oro físicamente en un banco tiene coste), se puede invertir con muy poco y tienen una liquidez muy elevada.
El atractivo de los ETF
Los fondos cotizados, o ETF, resultan una fórmula muy atractiva para aquellas personas que buscan una forma sencilla y transparente de invertir y evitar que sus ahorros pierdan valor con el paso del tiempo. No es necesario tener conocimiento específico para entender su funcionamiento, se pueden comprar y vender fácilmente -algo muy importante en situaciones de alta volatilidad e incertidumbre.
Más allá del oro, los ETFs de materias primas, por ejemplo, han visto incrementada su demanda en los últimos meses porque suelen tener un buen comportamiento en épocas de inflación elevada. Del mismo modo, han tenido un gran crecimiento los ETF temáticos que se centran en industrias o tecnologías no afectadas por la incertidumbre del panorama internacional.
Los fondos que replican índices según criterios ESG (Medioambientales, Sociales y de Gobernanza) crecen cada día más ya que los inversores no solo buscan rentabilidad económica sino también dar a apoyo a sectores e industrias que estén alineados con sus criterios éticos.
En definitiva, los ETF permiten a los ciudadanos alcanzar un amplio abanico de activos y dar más valor a su dinero, especialmente en un escenario tan complicado como el que estamos viviendo. Por esa razón, a día de hoy, dos de cada tres inversores los eligen para invertir. Es previsible que en los próximos meses la tendencia se mantenga o incluso aumente.