
Desde hace ya seis meses, los inversores cortos -los bajistas, aquellos que obtienen sus ganancias cuando el precio de un título cae- están en el punto de mira de todo el mercado. Sus detractores afirman que fueron ellos los que propiciaron el derrumbe de AIG y Lehman Brothers y desde entonces, y con los datos disponibles, todo el mundo busca pistas sobre quiénes serán sus próximas víctimas.
Desde el mes de septiembre, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) obliga a los cortos a publicar sus posiciones siempre que supongan más del 0,25% de un valor. Pero esta obligación se limita al sector financiero.
¿Y las demás? ¿Las energéticas, las constructoras, las tecnológicas? Ellas tienen que guiarse por otro termómetro: el volumen de títulos en préstamo. Una de las operaciones más populares para apostar a la baja sobre un valor es tomar prestados títulos de una compañía y venderlos en el mercado, con la esperanza de poder recomprarlos más baratos pasado un tiempo y, de ese modo, obtener un beneficio con la diferencia en el precio. Es decir: que si existe un volumen significativo de acciones prestadas de una compañía, existe un síntoma claro de que los cortos están apostando en contra de ese valor.
Acciones prestadas
La cuestión es... ¿cómo de claro es realmente ese síntoma? En realidad, depende de la interpretación que le dé cada uno. El mercado se lo cree a pies juntillas. Y eso incluye a altos ejecutivos de grandes empresas, que en petit comité no dudan en afilar sus críticas contra estas prácticas. Si el volumen de préstamo de títulos en su compañía rebasa el 10%, por ejemplo, se enciende la luz de alarma. Y existe un buen puñado de empresas en esa situación.
Otros no lo tienen tan claro. Rodrigo Buenaventura, de la Dirección de Mercados Secundarios de la CNMV, advertía en el último boletín trimestral del regulador de que, en realidad, hay que ser más prudentes con estas interpretaciones. Buenaventura recordaba que "no todos los préstamos tienen como fin cubrir una venta a corto; [...] los procesos de lavado de dividendo o la solución de incidencias en la liquidación pueden requerir de la formalización de préstamos".
Pero, sobre todo, alegaba que "en algunos países, en especial España, el registro de préstamos tiene serios problemas de precisión y representatividad". ¿El motivo?: "La falta de correspondencia entre las cancelaciones reales de préstamos y las cancelaciones que se comunican a Iberclear".
Volumen irreal
Es decir, que existe la obligación de registrar en Iberclear -la plataforma de compensación y liquidación de operaciones de los mercados españoles- la apertura de un préstamo de valores, lo mismo que existe la obligación de inscribir en el registro una nueva hipoteca sobre una vivienda. Pero no existe la misma obligación de comunicar a Iberclear la cancelación de ese préstamo... igual que tampoco hay que acudir al Registro de la Propiedad para dar fe de la amortización de una hipoteca.
La consecuencia, inevitablemente, es que el saldo vivo de préstamos -la diferencia entre constituciones y cancelaciones- está "sobredimensionado", en las palabras del propio Buenaventura. "Es importante señalar que no deben usarse los datos públicos del registro especial de préstamos como un indicador preciso del nivel de venta en corto en un determinado valor", concluye el experto.
Ahora sólo queda convencer a los inversores de que esto es así. Y para ello, no parece que haya una solución más efectiva que, tal y como piden las propias empresas -ver elEconomista del sábado 7 de marzo-, aumentar la transparencia. Y para aumentar la transparencia, el mejor camino es mejorar la cantidad y, sobre todo, la calidad de la información disponible para todos los inversores.
La lógica dicta que, para desinflar las cifras del préstamo de valores, el camino más corto es obligar a los bajistas a comunicar la cancelación de los préstamos de valores con la misma presteza que están obligados a comunicar la formalización de estos contratos.
Los 'cortos' se atrincheran en el parqué
Compañías españolas con más acciones prestadas.
Fuente: Bolsa de Madrid / Bloomberg