
Es difícil entender el ciclo largo expansivo que viven los EEUU (11 años récord de crecimiento moderado e ininterrumpido) sin tomar conciencia de la revolución tecnológica en curso, cuyos efectos están por analizar y cuantificar pero que, seguramente, ha alterado estructuralmente el patrón histórico de la relación entre el mercado laboral y la inflación.
La realidad es que el ciclo expansivo viene discurriendo en paralelo con unos tipos de interés a largo plazo inusualmente bajos, mientras las rentabilidades por la inversión en acciones cotizadas se mantienen en niveles atractivos y relativamente estables.
Esta dinámica es válida también para interpretar la zona euro, aunque sus especiales características imprimen aspectos específicos tan relevantes como que los tipos de interés de referencia de la política monetaria no han dejado de ser negativos o que las rentabilidades de la deuda pública están, por ejemplo, en Alemania -la referencia sin riesgo-, en negativo, hasta el plazo de 30 años. Todo ello tiene implicaciones muy relevantes para la gestión de patrimonios de las personas físicas.
El coste de oportunidad de no estar correctamente pefilado es, en estos momentos, muy elevado
Frente a otros periodos pasados, ahora, el coste de oportunidad de invertir a corto plazo un ahorro que en realidad está orientado a objetivos de largo plazo, es muy elevado. De ahí que más que nunca la fase de perfilación, en la que un inversor reflexiona sobre para qué ahorra, sobre los objetivos relacionados con los hitos vitales de gasto que le aguardan en el futuro -desde la educación de los hijos hasta la propia jubilación-, es muy relevante: es el "momento de la verdad" de la relación entre el inversor y su asesor.
Con demasiada frecuencia, la perfilación tiende a resolverse de manera un tanto burocrática, como un puro requisito legal. Quizá por eso el inversor español tiene un sesgo conservador exagerado. Ahora que el coste de oportunidad es tan alto, es clave, por ejemplo, la cuestión del horizonte temporal. No es una variable subjetiva relacionada con la aversión al riesgo del inversor, sino que está determinada por sus condiciones objetivas concretas: el tiempo que resta hasta hacer frente a cada uno de sus objetivos vitales.
Para alguien con 45 años, el horizonte temporal de su ahorro está marcado por la fecha previsible de jubilación, como mínimo 20 años. Además, tendrá otros objetivos intermedios, así como la necesidad de conservar a corto plazo un colchón de seguridad. La conciencia del inversor sobre su ahorro a largo plazo es fundamental porque ahora la diferencia de rentabilidad entre invertir de forma diversificada a largo plazo, con la volatilidad diaria que implica, y hacerlo con una cartera conservadora invertida en activos de corto plazo será, previsiblemente, mayor que nunca.
Ignacio Ezquiaga es director corporativo de Banca Privada y Gestión de Activos de Bankia