
Los primeros seis meses de 2019 han confirmado la importancia indiscutible de los bonos verdes como herramienta para financiar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y los compromisos adoptados en el Acuerdo de París, que sin duda han echado raíces entre inversores institucionales y emisores de deuda.
El año 2019 muestra un crecimiento récord en volumen, dado que se han superado ya los 125.000 millones de dólares y la previsión de BBVA para el cierre del ejercicio es que alcance los 220.000 millones. Pero también en número de operaciones, un hecho al que ha contribuido la incorporación al mercado de emisores inaugurales de diferentes sectores y países.
La consolidación del mercado de bonos verdes, sociales y sostenibles a nivel mundial ha estado favorecida por diferentes palancas. Por un lado, la sostenibilidad se reafirma como uno de los pilares de la estrategia de las empresas. Sí, la sostenibilidad puede ser una estrategia que genere ventajas competitivas. Por otro lado, nos encontramos con el sentimiento de urgencia en la lucha contra el cambio climático y en la ejecución de la agenda de desarrollo sostenible que viene apoyada por iniciativas tan importantes como el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de la Comisión Europea. Del mismo modo, hay que destacar la inclusión de consideraciones ambientales, sociales y de buen gobierno (ESG en inglés) en las estrategias y políticas de inversión de los inversores institucionales. Esta aproximación se conoce como inversión socialmente responsable y ha evolucionado con los años desde un prisma de la más pura gestión de riesgos a una opción con capacidad de generar valor a largo plazo así como de contribuir positivamente a la sociedad y a los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda Global.
Por lo tanto, cuando hablamos del mercado de bonos verdes, sociales y sostenibles estamos hablando de un mercado con el foco e impacto en el largo plazo que se apoya en la transparencia, en la correcta alineación de este tipo de emisiones con la estrategia de sostenibilidad del emisor y en el impacto ambiental y social vinculado a los proyectos, actividades, inversiones y programas financiados a través de estos bonos que el emisor tendrá que reportar periódicamente a los inversores. El desarrollo del mercado ha propiciado que durante 2019 hayan entrado nuevos sectores y una buena muestra ha sido el debut del ámbito de las telecomunicaciones, muy relevante en la lucha contra el cambio climático por contar con muchos proyectos que se pueden financiar a través de bonos verdes.
También ha sido muy relevante la incorporación al mercado de algunos gobiernos que han emitido bonos verdes para financiar sus compromisos del Acuerdo de París y los planes energéticos y de sostenibilidad nacionales. Buenos ejemplos son las recientes emisiones de bonos verdes de Chile y Holanda, a quienes podrían seguir los gobiernos de Suecia, Alemania o España.
La reciente propuesta de taxonomía verde, publicada por un grupo de expertos a petición de la Comisión Europea, apoyará en los próximos años esta tendencia positiva de crecimiento y el acceso de nuevos emisores al mercado de bonos verdes. Este trabajo permite la definición de un universo de actividades que serán importantes para una economía próspera, moderna, competitiva y neutra desde el punto de vista del clima en 2050, y que apoyarán la transición a la neutralidad climática.
En este sentido, esperamos que aumenten las emisiones de bonos verdes de sectores relacionados con la economía circular, la gestión sostenible del agua y de los residuos o del sector financiero. Además, estas definiciones ayudarán a los inversores institucionales a establecer sus estrategias de inversión socialmente responsable y comercializar nuevos productos alineados con criterios ESG. Esta nueva taxonomía verde europea, junto con otras ya existentes y los Principios de bonos verdes y sociales ICMA, serán clave para el crecimiento del mercado en América del Norte y Latinoamérica.
El plan de acción de finanzas sostenibles de la Comisión también supone una oportunidad para la banca en tanto en cuanto podrá incrementar su presencia y foco en la financiación de actividades alineadas con la transición a economías bajas en carbono. En BBVA tenemos claro que "el futuro de la banca es financiar el futuro" y vamos a seguir apoyando el desarrollo de los mercados de finanzas sostenibles.