Más de 100 kilos y cerca de dos metros de largo, así es el siluro, una especie que invade el Ebro y amenaza la fauna y flora autóctona. También aterroriza a los lugareños.
Fue en 1974 que dos pescadores alemanes tuvieron la "brillante" idea de soltar un siluro en el embalse de Mequinenza y desde entonces este pez exótico en nuestro país invade, devora y amenaza a todo y a todos.
El siluro es exógeno de los grandes ríos del centro de Europa pero se ha ido extendiendo por zonas que no le corresponderían por la suelta ilegal de ejemplares en zonas como la cuenca del Ebro, desde donde se ha extendido. Es especialmente llamativa la población de este tipo de pez en el río Segres.
La principal problemática de la presencia de este pez es su voracidad y longevidad -llegan a vivir más de 80 años-. Nada está a salvo del hambre de estos enormes peces que acaban con los pájaros, animalillos que se aventuran poniéndose a su alcance y por supuesto otros peces. Son los responsables de la extinción del barbo, un pez comestible que se podía pescar en la mayoría de ríos españoles.
Algunos se muestran espantados con la presencia de este pez, que además no es apto para el consumo humano, por su aspecto amenazador, aunque no hay constancia de ataques a humanos. El aspecto de este enorme pez -viscoso y poco apetecible- está más cerca de un monstruo prehistórico que de un suculento pescado. La norma obliga a matar a los ejemplares que se capturen y no devolverlos al agua.