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Cambios 'gatopardescos' en el IRPF

Fotograma de la película 'El gatopardo', basada en la novela clásica.

En clara lógica con la modificación de la Ley de Renta que se produjo con efectos desde 1 de enero de 2015, precedida por todo un protocolario y publicitado informe para la reforma del sistema tributario emitido por un reconocido grupo de hacendistas, esta columna debería ser muy prolija.

Sin embargo, el común de los contribuyentes ya ha podido percibir en sus emolumentos las realmente pocas novedades que se han ido sucediendo, pues la más importante ha sido una revisión del sistema de retenciones para ajustarlo a unos tipos de gravamen que vuelven, en el mejor de los casos, a la tributación previa a la crisis económica que dejó el Gobierno anterior.

La rebaja de las retenciones iba a ser gradual, de modo que se le diera un primer mordisquito al ciudadano en 2015 y otro en 2016. No obstante, las elecciones en ciernes produjeron un "adelanto electoral" a julio del pasado año en la reducción de tipos, regulado de forma precipitada lo cual motivó muchos problemas de gestión a los sufridos profesionales que nos dedicamos a esto.

En cualquier caso, no se crean que esa reducción de tipos ha supuesto una trascendental rebaja impositiva. Esa reducción la han percibido, sobre todo, las rentas muy bajas y aquellas personas que han podido beneficiarse de las nuevas deducciones de 1.200 euros -léanse, subvenciones- asimilables a la tradicional para madres trabajadoras: las familias numerosas, las familias monoparentales y los tutores o curadores de personas con discapacidad.

Los demás, si acaso, habrán empeorado algo: se ha limitado económicamente la exoneración de gravamen percibida por los trabajadores en caso de despido, se ha rebajado la reducción para rentas plurianuales, las rentas en especie ven perjudicado su régimen, la prima de emisión y la reducción de capital pasan a generar una renta ficticia tributable, se crea un desbarajuste absurdo en la tributación de las rentas de socios de sociedades profesionales, se eliminan -con régimen transitorio, para no fastidiar mucho a los futuros votantes- los coeficientes que venían rebajando la tributación de las ganancias patrimoniales, se crea el impuesto de salida para aquel doblemente afortunado que tenga un gran patrimonio y deje estos desdichados lares patrios, y se reestructura el régimen de impatriados para trabajadores que pasen a residir en España.

Si algo merece ser destacado, además del habitual tira y afloja que todos los gobiernos pierden con los autónomos para limar el foco de fraude que son los módulos, nos encontramos con que las ganancias patrimoniales derivadas de la transmisión de activos -acciones, fondos, inmuebles, etc.- pasan a tributar en todo caso en la base reducida del ahorro, con independencia del período de generación, facilitando así una tributación soft para las plusvalías especulativas. Buena noticia para el sufrido inversor que tenga la virtud de ganar dinero vendiendo algo.

Como se ve, poca cosa en realidad, pero suficiente para que nuestro particular Tancredi Falconeri cuadre los presupuestos y haga algo de propaganda, haciendo suyo el mítico "si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie", que nos legó la novela fundamental de Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Gracias, ministro.

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