
Desde una Firma internacional y multidisciplinar, poder ver The big picture en cualquier asunto, por suerte, no resulta difícil. Especialmente teniendo en consideración que hoy en día nuestra sociedad, la denominada sociedad del conocimiento, se halla enmarcada dentro de una era informacional y vive inmersa en un mundo ya globalizado.
Así, los abogados que académicamente somos netamente jurídicos -pues en su día no nos aventuramos en aquellas pioneras dobles licenciaturas-, la cercanía en la práctica profesional diaria de las perspectivas económica, financiera y analítica, ha venido a hacernos más letrados.
Hace ya más de dos siglos, nuestras antiguas eminencias detallaron que, para que un abogado fuese perfecto y tuviese todos los conocimientos precisos a su profesión, no debía ignorar nada. Debían ser como un hombre sabio, con conocimiento de las cosas divinas y de las ciencias humanas.
Hoy, inmersos en un nuevo siglo y cruzando el umbral de este milenio, nuestros tiempos bien pueden definirse como revueltos. Si nuestros abuelos vieron (como Adrien Turel dijo) a Rusia y Norteamérica converger desde 1927 en su pugna, y nosotros, aún de la mano de nuestros padres, pudimos asistir al fin de la historia (según la teoría de Francis Fukuyama), el horizonte que se abre para las futuras generaciones sí que es, nunca mejor dicho, el de un nuevo mundo.
Debemos arar con los bueyes que nos han tocado. Lidiar con el mundo y la época que nos toca vivir. Y, por tanto, es en este mundo veloz, múltiple, desbaratador y sostenido, en el que los abogados hemos de trabajar en equipo, liderar, comunicar en varios idiomas, analizar, resolver, negociar, mediar, gestionar, aprender, planificar y gestionar el tiempo, crear, resistir, empatizar, orientarnos al cliente, generar negocio o desarrollar inteligencia emocional. Desde los que asistan a refugiados, hasta los que cierren operaciones en Londres, Nueva York, Shanghái o Dubái.
En el sector legal de los negocios y en aquellas organizaciones en las que la función jurídica representa un papel cada vez más estratégico, es donde el perfil del jurista del siglo XXI tiene una mayor visibilidad y relevancia. Este perfil está llamado, no sólo a ser un excelente técnico, si no a participar en el liderazgo y en la estrategia de las organizaciones en las que preste sus servicios y a actuar, además, con valores.
Como dijo el escritor más universal de nuestra tierra, Miguel de Cervantes : "... hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho; los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones; nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos; la cosa más fácil, equivocarnos; la más destructiva, la mentira y el egoísmo; la peor derrota, el desaliento; los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor; las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos...".
Quién si no podría henchirnos de ardor en nuestra tarea de advocare, sino Cervantes, que realizó el tránsito de la milicia a las letras. Quizás deberíamos tener siempre presente que Roma estimó por igual a las togas y a las espadas.
Por Ignacio Sáiz. Abogado mercantil de Auren