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"Las pandillas son un flagelo", dice ex líder de la mara 18 de El Salvador

A punto de salir de una cárcel de máxima seguridad de El Salvador donde purgó una pena de cinco años por tráfico de armas, Carlos Ernesto Mojica Lechuga, más conocido como 'Viejo Lin' y ex líder de la pandilla salvadoreña M18, quiere apartarse del "flagelo" de la mara y pide una oportunidad para rehabilitarse.

En entrevista con la AFP en lo que se conoce como "Zacatraz", la cárcel de máxima seguridad de El Salvador donde convive la flor y nata del crimen, 322 presos de alta peligrosidad entre 'mareros', narcotraficantes y homicidas, el 'Viejo Lin' lanza una diatriba contra las maras y sus efectos perversos.

"Las pandillas son un flagelo para este país (El Salvador) y si no se detiene, el día de mañana va a llegar a crecer a unas dimensiones tan enormes que son difíciles de visualizar", dice.

El asesinato de un hermano y de su esposa (también pandillera), toda una vida en pandillas -las integró en los años 80 en Los Angeles (EEUU)- y muchos años en la cárcel, los últimos cinco en el presidio de Zacatecoluca, a 65 km de San Salvador -parte de ellos aislado para evitar que sus propios compañeros de pandilla lo asesinen-, le ha llevado a tomar esta decisión.

"He renunciado a la pandilla. No quiero tener nada que ver con la pandilla. La pandilla es como el diablo, quien mal paga a quien bien nos sirve. Estoy cansado de este tipo de vida, no me ha dejado nada bueno, sólo cárcel", asegura este hombre enjuto, en cuya frente luce en forma de epitafio una frase impresa: "en memoria de mi madre".

Esposado, vestido con un pantalón corto beige y camiseta blanca que esconde un cuerpo lleno de tatuajes y cabeza rasurada, el 'Viejo Lin' pide desde una silla de la sala de tratamiento psicológico -rodeado de cuatro guardias del presidio que toman nota de lo que dice- una "oportunidad" para dar su aporte y "ver de qué manera podríamos contribuir a combatir este flagelo, sobre todo la parte preventiva".

Aunque tiene que cumplir tres años de trabajo social cuando salga de la cárcel, lo que según él debería haber sido el 24 de enero si no hubiera sido por un "error cometido por la jueza penitenciaria en el cómputo de la pena", es consciente de lo que le espera.

"La realidad es que mi vida corre peligro tanto con una pandilla como con otra (la Salvatrucha, la rival de la M18)", subraya.

Se sorprende -y le intrigan- las informaciones de la prensa salvadoreña, que le han atribuido en los últimos días el liderazgo de una red de extorsión que manejaría desde la cárcel.

"Yo tengo más de un año de estar fuera del sector de las pandillas, no recibo visitas. Actualmente me encuentro en un sector de seguridad, hago una llamada cada quince días a mi suegra. ¿Cómo puedo estar dirigiendo una red de extorsiones desde aquí si me tienen de esta manera?", dice.

Durante la entrevista pide una y otra vez información sobre las notas de prensa, a las que no duda en tildar de "confabulación".

No obstante, este ex alumno de colegios religiosos, que a los 45 años es un anciano en este mundo de las pandillas donde la esperanza de vida es muy corta, reconoce que "no es una monja. He sido delincuente toda mi vida, desafortunadamente".

"En ningún momento puedo venir a justificar que las pandillas no son un problema grave. Los crímenes por los que nosotros fuimos arrestados, en realidad se dieron", dice.

"¿Que son aceptables? No, no son aceptables; son detestables, eso es indiscutible. Pero la situación en cuanto a mi persona es esa. Yo tengo 45 años de edad. ¿Puede alguien a sus 45 años cambiar? Sí puede", sostiene, antes de subrayar que su "reintegración" en la sociedad dependerá de las "oportunidades que se me brinde. Yo tengo la disposición".

"Ahí afuera, al igual que en las cárceles aquí, hay muchos miembros que se han hecho cristianos, están cambiando sus viejas maneras de ser. Hay gente pidiendo una oportunidad, no es uno ni dos, son muchos, pero la oportunidad no se presenta", concluye.

af/cd

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