
Asesor fiscal de profesión y vocación, este inglés predica la amistad y el entendimiento entre las empresas y Hacienda. Tenaz y dialogante, Loughlin Hickey difunde las ventajas de sentarse en una mesa y hablar con claridad. Y sus mensajes comienzan a calar en el mundo.
Hogareño, es un estudioso de lo que él llama un mundo feliz para empresas y administraciones. En KPMG, donde es el mandamás mundial en asesoría fiscal, están encantados con esta filosofía.
¿Por qué anima a las empresas a colaborar con Hacienda?
Promuevo el diálogo y la cooperación entre administraciones y administrados, para que se simplifiquen los requisitos formales, y haya menos coste para cumplir las obligaciones. Esto hace empresas y países más eficientes.
¿Conoce administraciones que hagan caso a sus ciudadanos?
Sí. Reino Unido, Irlanda, Australia y Holanda testan este nuevo sistema con foros de diálogo, pero han encontrado dos grandes problemas: convencer a las empresas de que tienen que revelar toda su información, para lo que es necesario crear un ambiente de confianza, y que las autoridades dejen de pensar que su única misión es recaudar impuestos.
¿Y qué deben pensar ahora las autoridades tributarias?
Que su misión es crear un sistema fiscal para que el país sea más competitivo, permitiendo un incremento del nivel de servicios. Aún es pronto para cantar victoria.
En España las cosas están bastante más retrasadas...
Se ha comenzado algo más tarde que en los países pioneros. Se dan los primeros pasos ahora. El Foro de Grandes Empresas, que reúne de forma periódica a las grandes empresas españolas con la Agencia Tributaria, busca dotar al sistema de mayor transparencia y mejorar los servicios. Se ha comenzado a actuar en julio y queda mucho que hacer.
¿Quién gana más con este tipo de acuerdos que a primera vista parecen antinaturales?
Nadie (risas), porque para que funcionen estos acuerdos debe haber un beneficio para ambas partes. Si no, no funcionaría.
¿Se le ocurre algún ejemplo?
Hacienda debe defender a las empresas para evitar que sufran una doble imposición cuando operan fuera de sus fronteras. Eso les ahorraría mucho dinero.
¿Y que cara ponen los de Hacienda cuando en la mesa se habla de confianza y hay representantes de empresas que operan en paraísos fiscales?
La mayoría de las multinacionales se relaciona con países de impuestos bajos. El conflicto surge si la compañía no puede explicar las razones comerciales por las que está en ellos. Tienen que demostrar que el valor de mercado se genera allí y, además pagan sus impuestos.