La Ciudad azul

Medidas para descarbonizar el transporte

  • El camino hacia un avión cero emisiones será largo y complicado
  • Las principales marcas están realizando importantes inversiones
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Aunque el transporte desempeña un papel esencial en la economía y en la sociedad, es uno de los sectores que contribuye más significativamente al cambio climático, siendo el responsable de una gran parte de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI).

A diferencia de otros sectores económicos, como la industria o la generación de electricidad, que sí han conseguido reducir sus emisiones desde 1990, las emisiones generadas por el transporte a nivel global han seguido creciendo debido, entre otras razones, al incremento en la demanda de movilidad de pasajeros y mercancías.

España no es una excepción. Los datos preliminares del avance del Inventario de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero publicado en junio pasado por el Ministerio para la Transición Ecológica, indican que el transporte ha sido el sector con mayor peso en las emisiones GEI en nuestro país en 2018, con un 27 por ciento.

Concretamente, las emisiones vinculadas al transporte subieron un 2,7 por ciento respecto al año anterior debido, fundamentalmente, al aumento de las emisiones del transporte por carretera.

La alta concentración en el aire de ciertos agentes contaminantes provocados por el transporte, principalmente dióxido de nitrógeno (NO2), ozono (O3) y partículas en suspensión (PM), se ha convertido en una de las principales causas de contaminación atmosférica, sobre todo en las ciudades, cuyos efectos son absolutamente nocivos no solo para el medio ambiente, sino también para la salud humana.

Aunque, según la Agencia Europea de Medio Ambiente, los niveles han disminuido en la última década gracias a la puesta en marcha de distintas normativas relacionadas con la calidad de los combustibles, emisiones de vehículos y uso de tecnologías más limpias, estos valores siguen siendo elevados. El incumplimiento reiterado de los límites legales de NO2 en las zonas urbanas de Madrid y Barcelona ha provocado que la Comisión Europea haya decidido remitir a España ante el Tribunal de Justicia de la UE.

La mala calidad del aire que respiramos provoca la aparición de graves problemas de salud y enfermedades crónicas y es causa directa de muertes prematuras. Se estima que anualmente fallecen en España unas 16.000 personas a causa de la contaminación atmosférica, una cifra que se eleva hasta las 400.000 en Europa.

Cruzada contra el vehículo privado

Reducir los efectos adversos provocados por el transporte se ha convertido en una auténtica prioridad. Ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla ó Valencia, entre otras, han elaborados sendos protocolos para escenarios de alta contaminación, incluidos en sus planes de movilidad que, como en el caso de la capital, ya se han activado en varias ocasiones, y con los que se pretende limitar el uso del vehículo privado en los días de mayor contaminación.

A esta medida de carácter puntual, se están sumando otras de índole permanente que potencian el uso de vehículos más eficientes y del transporte público, siguiendo el ejemplo de ciudades europeas como Londres o París.

Un claro ejemplo es Madrid Central, una de las medidas estrella relacionadas con la movilidad -no exenta de polémica- que la anterior alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, puso en marcha el pasado 30 de noviembre en la capital.

Se trata de una zona de bajas emisiones de 472 hectáreas en las que el tráfico queda restringido a aquellos vehículos que no cumplen una serie de requisitos, convirtiendo a esta zona en un pulmón para la ciudad en pleno corazón de Madrid. Con su implantación, se evitará un 40 por ciento de emisiones de NO2 y se reducirán los niveles de partículas en suspensión.

Algo similar sucederá en Barcelona a partir del 1 de enero de 2020. La ciudad condal está preparando la ordenanza que regulará su Zona Baja de Emisiones (ZBE), una superficie de 95 kilómetros cuadrados.

A partir de esa fecha, se restringirá la circulación de manera permanente, los días laborables, a los vehículos más contaminantes, es decir, a aquellos que no tienen derecho a la etiqueta medioambiental y que, según el Ayuntamiento catalán, supone el 7 por ciento del parque circulante.

Otro ejemplo de la cruzada que diversas ciudades españolas están abriendo para mejorar la calidad del aire es el del parlamento balear que, en febrero pasado, aprobó la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, una normativa pionera que, entre otras medidas, prohibe circular por las islas a vehículos diésel a partir de 2025 y a los de gasolina a partir de 2035. Estas restricciones solo afectarán a los turistas que se desplacen con sus vehículos hasta las islas.

Nuevas formas de movilidad eléctrica

Estas medidas se suman a otras líneas de actuación centradas en promover el uso de tecnologías y combustibles menos contaminantes y en el desarrollo de infraestructuras más sostenibles, que están facilitando el cambio hacia nuevas formas de movilidad.

La descarbonización total de la red de transporte en las ciudades españolas provocará, según los expertos, un gran cambio en este sector, que requerirá la colaboración de los sectores públicos y privados y la puesta en marcha de una estrategia a nivel nacional que incluya planes de acción a largo plazo con el objetivo de reducir las emisiones en 28 millones de toneladas de CO2 en la próxima década.

El vehículo eléctrico será uno de los grandes protagonistas. Los expertos auguran que España se convertirá en una potencia a nivel mundial en movilidad eléctrica. Este cambio de paradigma, está llevando a una profunda transformación del uso del automóvil así como de la industria, que lleva tiempo muy comprometida con la descarbonización del parque de automóviles y que está haciendo grandes esfuerzos para conseguirlo.

Las principales marcas están realizando importantes inversiones para electrificar sus gamas y eliminar paulatinamente su oferta diésel. La variedad de modelos en el mercado es cada vez mayor y día a día crece el número de usuarios y empresas que adquieren este tipo de vehículos.

Según datos de la Asociación Empresarial para el Desarrollo e Impulso de la Movilidad Eléctrica (Aedive), las matriculaciones de estos vehículos subieron un 87 por ciento el pasado mes de julio, con un total de 2.715 vehículos eléctricos puros y 503 híbridos enchufables matriculados, que acumulan un aumento del 125 por ciento en lo que llevamos de ejercicio.

A pesar de lo llamativo de las cifras, las matriculaciones de eléctricos apenas representa el 0,6% del mercado total, muy lejos aún de los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima(PNIEC), que fija para el horizonte 2030 un total de 5 millones de eléctricos en circulación, es decir, el 15 por ciento del parque móvil.

Otro de los grandes avances en movilidad eléctrica es el vehículo compartido o carsharing. En estos últimos años ya circulan por las calles españolas, principalmente de la capital, distintos modelos como alternativa al vehículo privado y varias compañías españolas ya cuentan con un servicio de carsharing para sus trabajadores.

Actualmente, más de medio millón de personas en España utilizan este servicio a nivel particular, una cifra que seguirá creciendo a tenor de las ventajas que supone para el usuario no solo a nivel económico -sale más barato contratar este tipo de vehículo que tener uno en propiedad si el número de kilómetros que se hacen al año es reducido-, sino también medioambiental -al ser vehículos eléctricos las emisiones son más reducidas-.

El gas natural también tiene su hueco

El gas natural también se posiciona como uno de los combustibles alternativos más sostenibles para el transporte de mercancías y pasajeros, ya que contribuye a paliar el efecto invernadero mediante la eliminación total de las emisiones de azufre (SO2) y la reducción de las emisiones de monóxido de carbono (CO) y de CO2 de hasta un 25%. Actualmente, el parque total de vehículos de gas natural en España supera las 18.000 unidades, lo que supone un crecimiento del 26 por ciento en lo que va de año, según datos de Gasnam.

Por su parte, la revolución del gas natural licuado (GNL) ha convertido a los puertos españoles en todo un referente en el proceso de transición energética en el sector marítimo. El uso de este combustible permite reducir entre un 20-30 por ciento las emisiones de CO2 respecto a los combustibles tradicionales, elimina totalmente las de óxido de azufre y partículas y reduce un 80% los óxidos de nitrógeno.

Según datos de Gasnam, el suministro de GNL a buques para su uso como combustible ha aumentado significativamente. En el primer semestre de 2019 se ha triplicado el numero de operaciones respecto al mismo periodo de 2018. Concretamente, se han realizado 70 operaciones de suministro desde camiones cisterna y 15 operaciones desde buques de suministro, en las que se han suministrado 33.991 metros cúbicos de GNL, un 636 por ciento más que en todo el año anterior.

El tren, más eficiente que el avión

El transporte ferroviario también supone un impacto ambiental pero, en su conjunto, está considerado como el medio de transporte más eficiente, con una intensidad energética y un nivel de emisiones notablemente inferior al transporte por carretera. Actualmente, es el que menos contribuye a la contaminación local en áreas urbanas y el que representa menos emisiones de CO2 por unidad transportada: entre 3 y 5 veces menos que viajar por carretera y entre 7 y 10 veces menos que usar el avión, según datos de Renfe.

En enero de 2018, la compañía realizó en Asturias la primera prueba piloto del uso de GNL en un tren de pasajeros con el objetivo de eliminar el uso de trenes de propulsión diésel, más caros y contaminantes. Todo un reto que podría convertir al GNL en una alternativa a las líneas ferroviarias sin electrificar y situar a España en referente internacional.

Renfe también acaba de sacar a concurso la compra de los que serán sus primeros trenes de cercanías híbridos, capaces de combinar la tracción diésel y eléctrica. La compañía valorará los vehículos que presenten los menores recursos energéticos y cuyos índices de emisiones sean más respetuosos con el medio ambiente.

Reducir el impacto ambiental que genera su actividad se ha convertido en objetivo prioritario para el transporte aéreo, sobre todo si tenemos en cuenta que el tráfico de pasajeros y mercancías en avión seguirá creciendo a un ritmo vertiginoso.

El sector aéreo europeo ha experimentado un incremento de la contaminación por dióxido de carbono de más del 26 por ciento en los últimos cinco años, según los datos de Transport&Environment. Si la tendencia continúa, las emisiones podrían ascender hasta un 300 por ciento en 2050. En España, las emisiones de este sector aumentaron un 10,1 por ciento en 2018, aunque sólo suponen un 0,9% del total.

El camino hacia un avión cero emisiones será largo y complicado. Para conseguirlo se barajan diferentes opciones: motores híbridos y eléctricos, el uso del hidrógeno y de los biocarburantes, así como nuevos materiales más ligeros y eficientes.

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