
José Manuel Martí lleva varios años ayudando a que muchos sueños (empresariales) se hagan realidad. De igual manera, es bastante probable que sea el responsable de unos cuantos desengaños, también empresariales.
Desde su puesto de profesor de Estrategia y Marketing en la Escuela de Organización Industrial (EOI), Martí tiene muy claro lo que necesita un emprendedor para crear su propia empresa: querer, saber y poder. Lo primero se da por supuesto, pero la segunda y tercera condiciones plantean más dificultades.
"Es necesario conocer el sector en el que se pretende entrar", explica el profesor de la EOI. Su experiencia supervisando el desarrollo de más de 1.000 empresas montadas por emprendedores le ha demostrado que muchos aspirantes a empresarios "se lanzan a la piscina sin comprobar que está vacía".
Que el proyecto sea viable
"No hay que comprometerse con un proyecto que guste sin más -señala- sino que hay que ver si se puede hacer, si es realmente posible". Y no siempre es posible abrir una galería de arte o una boutique de moda, sencillamente porque el emprendedor sea aficionado a la pintura o a la alta costura.
El plan de negocio vuelve a ser la pieza básica de un proyecto empresarial. Un estudio detallado del proyecto, que incluya una previsión de ingresos y gastos, y conocimiento del sector "no asegura el éxito al cien por cien, pero reduce las posibilidades de fracaso". ¿Y dónde hay menos probabilidades de fracaso? En la situación actual Martí opina que todo lo relacionado con los sectores de las nuevas tecnologías (en especial las telecomunicaciones), de la sanidad, el turismo y la tercera edad. "Son sectores que están en crecimiento permanente y que ofrecen muchas oportunidades", dice.
En opinión de Martí, cualquier aventura emprendedora debe reunir tres elementos: el mencionado perfil de empresario, un completo plan de negocio y una estrategia clara de diferenciación en relación con los potenciales competidores.
La clave del éxito
La clave es pensar siempre desde el punto de vista del cliente, que es realmente "el que tiene que apreciar y valorar el nuevo producto".
"La empresa debe siempre reorientarse hacia el cliente y dejar en segundo término los temas de producción", recalca Martí, para quien todo empieza con la pregunta de "qué quiere el cliente".
Aunque este profesor de la EOI reconoce que España tiene "una magnífica red de instituciones" dedicadas a apoyar financieramente y asesorar proyectos emprendedores, critica que en ocasiones no haya cierto control sobre el resultado de estas inversiones. "El resultado es que el quiere montar un proyecto acaba limitándose a pedir que le den dinero, cuando ésa no es la solución". "Se gastan mucho dinero que tendría que ser de algún modo recuperable", afirma.
Otro rasgo común en el emprendedor es que en la mayoría de las ocasiones supedita su idea a la obtención exclusiva de recursos económicos "cuando no siempre tiene que ser así".
Conocimientos antes que dinero
Asegura que no se cansa de afirmar en sus clases que es posible montar una empresa "con muy poco dinero o que no se requiera una inversión excesiva". Subraya además que otra clase de recursos (como tener un socio experto en el sector donde se quiere crear la empresa) es igual de importante que disponer de financiación.
La barrera temporal son los tres años. Si una empresa (nueva) supera ese horizonte, Martí entiende que está consolidada, con su hueco en el mercado, y preparada para evolucionar a otros estadios. A partir de entonces se puede empezar a hablar de fusiones, compras, adquisiciones y nuevas inversiones.
No obstante, el profesor de la EOI advierte de que en ningún momento se está a salvo del crack.