
Theresa May afronta una batalla por su supervivencia política en la recta final de una campaña donde esperaba legitimar su ocupación de Downing Street con la mayor ventaja para los conservadores en décadas. El envite de aprovechar su popularidad para ampliar margen para negociar el Brexit ha quedado neutralizado por una estrategia marcadamente personalista que, inevitablemente, ha vinculado la percepción de la primera ministra a la suerte del partido que aspira a la hegemonía parlamentaria.
Si las últimas semanas habían evidenciado ya grietas en la línea de flotación de una mandataria que reivindicaba su "fuerte y estable" liderazgo, las horas previas a la crucial cita de mañana se están haciendo demasiado largas para quien ha visto cómo el foco de atención de los comicios pivotaba del divorcio comunitario a sus seis años de gestión en el Ministerio del Interior, donde ejerció hasta su entrada en el Número 10 en julio.
Tras tres atentados en diez semanas, dos de ellos durante la campaña, la seguridad, un ámbito habitualmente reservado a actos sectoriales, se ha erigido en el improbable protagonista de la cuenta atrás electoral, un desenlace inconveniente para May cuando la relevancia está fundamentada en qué peso habría tenido sobre la reciente oleada de violencia el descenso de los operativos policiales que tuvo lugar durante su tenencia de Interior.
En lugar de defender su capacitación para pilotar la salida, una premier cuyo halo de infalibilidad había quedado notablemente menoscabado según avanzaba la carrera electoral ha tenido que responder a incómodas preguntas sobre su legado. Los números no ayudan: con ella al frente, los efectivos de la Policía se redujeron en 19.000 y en un contexto de alerta nacional, a 24 horas de la cita con las urnas, cualquier revés puede costar votos.
Su rival laborista, de hecho, ha lanzado un silogismo de fácil comprensión para la ciudadanía que mañana afronta las segundas generales en dos años: más recortes en materia de seguridad significan menos protección, un argumento electoralista pero difícil de rebatir tras el terror del pasado sábado en pleno centro de la capital británica.
Uno de los tres autores no solo era conocido para la Inteligencia, sino que una investigación del riesgo que supondría había sido abandonada en 2015. Las imágenes de Khuram Butt rezando ante una bandera del autodenominado Estado Islámico en un conocido parque londinense han generado dudas sobre el juicio de las Fuerzas de Seguridad y abierto campo para la demagogia ante una realidad en la que 3.000 individuos están actualmente considerados como "personas de interés" en materia de terrorismo.