Internacional

Alejar el paro del 10%, el principal reto del próximo Gobierno francés

  • El nuevo Ejecutivo tendrá que dejar el déficit por debajo del 3% del PIB en 2017
Imagen: Dreamstime

Ha sido uno de los temas centrales de la campaña presidencial en Francia. Nueve años después del comienzo de la crisis financiera, el desempleo afecta a un 10 por ciento de la población activa, y una cuarta parte de los parados tiene entre 16 y 25 años.

El Ejecutivo que salga de las próximas elecciones (el 23 de abril y el 7 de mayo para las presidenciales, y el 11 y el 18 de junio para las legislativas), encara el desafío de lograr un descenso creíble del desempleo, enquistado en este nivel a lo largo de los últimos cuatro años.

Tal es la preocupación por el paro entre la sociedad francesa que, antes de tirar la toalla, François Hollande llegó a condicionar su candidatura a la reelección a un descenso sustancial del desempleo. A pesar de que el todavía presidente de la República ha logrado reconducir el paro a niveles de 2012, dejando atrás la barrera psicológica del 10 por ciento, la tasa solo llegó a reducirse hasta el 9,9 por ciento en 2016, según el Instituto Nacional de Estadística galo (Insee).

Si bien es cierto que el nivel de desempleo francés no desentona demasiado respecto a la media de los países de la zona euro -en el 9,5 por ciento el pasado febrero, de acuerdo con Eurostat- el ritmo de reducción es lento si se compara con lo sucedido, por ejemplo, en España, durante los últimos cuatro años. Desde 2012, nuestro país ha logrado recortar la tasa de paro desde máximos cercanos al 27 por ciento hasta el 18,6 por ciento a cierre del año pasado, mientras Francia ha seguido estancada.

Gran parte de esta reducción se le atribuye a la reforma que introdujo el Gobierno de Mariano Rajoy en 2012 para flexibilizar el anquilosado mercado laboral, dotando a los empresarios de herramientas de ajuste interno, como la reducción de jornadas y sueldos o el descuelgue de convenios como alternativas al despido.

A la vista de los resultados, y siguiendo las recomendaciones de Bruselas, el Ejecutivo galo introdujo en Francia el verano pasado una polémica reforma laboral, inspirada en la española. Las protestas se sucedieron durante meses, buena prueba de que los franceses no estaban dispuestos a renunciar, sin plantar cara, a una serie de conquistas sociales esenciales y a un nivel de protección laboral superior al que goza la media europea, como la jornada semanal de 35 horas.

A vueltas con las 35 horas

Precisamente, la duración de la semana laboral es uno de los puntos de fricción clave entre los programas económicos de los candidatos con más opciones. La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, quiere mantener la semana de 35 horas. Por su parte, el candidato de centro-derecha, François Fillon, tiene planes más drásticos para abordar la rigidez del mercado laboral, con promesas para introducir una semana de 39 horas para los empleados públicos.

Emmanuel Macron dice que protegerá la semana de 35 horas, aunque pretende introducir cierta flexibilidad en torno a las horas extras. Mientras, tanto el candidato socialista Benoît Hamon -que abandonó el Gobierno galo en 2014 en protesta por las reformas laborales que favorecían a las empresas- como la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon, proponen una semana laboral de 32 horas.

Pero más allá de reconducir el rumbo del mercado laboral, el sustituto de Hollande en el Elíseo deberá corregir las débiles finanzas del país. Francia cumplió en 2016 con el compromiso de déficit extendido por Bruselas, al cerrar el año en el 3,4 por ciento del PIB, aunque con menor crecimiento y mayor deuda de lo previsto.

El avance económico del 1,1 por ciento, muy inferior al 1,5 por ciento previsto, lastró el desempeño de las cuentas públicas en 2016, al tiempo que la deuda creció en 49.200 millones de euros y estableció un nuevo récord, al alcanzar los 2,147 billones, lo que supone más del 96 por ciento del PIB.

Ante este escenario, el Gobierno francés ha revisado una décima al alza, hasta el 2,8 por ciento, sus previsiones de déficit público para este año. Aunque cumplirá el compromiso europeo de no superar el umbral del 3 por ciento, los números rojos amenazan a una economía para la que el Fondo Monetario Internacional ha rebajado dos décimas su previsión de crecimiento para 2017, hasta el 1,3 por ciento.

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