Hasta en el Tíbet. Las máquinas de hacer churros de Industrias José Luis Blanco no tienen fronteras. La pyme familiar vallisoletana exporta el 65 por ciento de su producción a más de un centenar de países de todo el Planeta.
La fascinante historia de esta empresa comenzó en 1958 cuando José Luis Blanco montó un taller para dar apoyo a la incipiente industria de la época y, especialmente, la automoción que entonces despuntaba en Valladolid de la mano de Renault. Pero este emprendedor siempre tuvo claro que para triunfar había que tener un producto propio y lo encontró en las máquinas de hacer churros.
Su bonhomía, unida a su audacia y pasión empresarial, tuvo mucho que ver en el hallazgo. Para aliviar los problemas de movilidad de un amigo churrero que había sufrido poliomelitis en su infancia, José Luis Blanco desarrollo distintos inventos. Primero un caldero basculante para que no se le derramase el agua y después una máquina automática de hacer churros con una transmisión hecha con cadenas de bicicletas. Aquella innovación fue el germen de una aventura empresarial que ha llevado el churro español por todo el mundo.
"Mi padre vio que ahí había una oportunidad porque entonces el sector de la churrería estaba superanticuado, no había máquinas y se utilizaban embutidoras reconvertidas", explica su hija Belén Blanco, que hoy lleva las riendas de la exitosa compañía y ha compartido desde niña "la ilusión" que su padre aún hoy mantiene intacta por el proyecto. "Vive al lado y a sus 89 años viene casi a diario a la fábrica".
El diseño y fabricación de las máquinas de churros, primero residual, fue cogiendo fuerza hasta que a finales de los 90 se convirtió en la actividad exclusiva de la empresa, que fue ampliando referencias a expulsoras de porras, freidoras, refinadoras, rellenadoras…Hoy, con una facturación de 3 millones de euros y una treintena de empleados, exporta el 65% de su producción a 110 países de los cinco continentes, algo de lo que pocas multinacionales españolas pueden presumir. La mitad va al mercado intracomunitario y la otra mitad fuera de la UE, con Estados Unidos y Reino Unido como sus principales clientes.
El danés que puso un churrería
Una expansión que ha ido en algunas ocasiones de la mano de muchos españoles que han llevado la cultura del churro por todo el mundo. "En Dinamarca, hay muchas churrerías porque a un danés casado con una española se le ocurrió montar hace 25 ó 30 años un montón de ellas. Otros le copiaron la iniciativa y tenemos muchos clientes allí", explica Belén Blanco.
Otro caso es el de Sudáfrica, donde un cónsul español quiso introducir este producto y su hijo montó churrerías. Hoy tienen una fábrica de churros congelados. Corea ha sido otro de los destinos dorados de la compañía. "En ese país hemos vendido muchísimo y llegó a copar el 25% de nuestras ventas fuera de la UE hasta que nos copiaron dos máquinas", afirma la empresaria. El Tibet, donde una española se llevó una de sus máquinas, o Las Vegas son otros de los destinos exóticos donde se puede ver la firma de esta compañía, que también está presente en el Mercado Little Spain promovido por el cocinero José Andrés en Nueva York.
Industrias José Luis Blanco es el arquetipo de compañía que en las Facultades de Empresariales de todo el mundo se considera modélica: dirigida por una mujer, internacionalizada, innovadora, de carácter familiar...Y los reconocimientos han llovido durante los últimos años. Entre ellos, un accésit en la Categoría de Innovación y Digitalización de los Premios de la Cámara de España y Santander. Es la única empresa de Valladolid que puede mostrarlo en sus vitrinas.
Y es que la compañía ya diseñaba y fabricaba máquinas en 2009 con control táctil o dispone de tecnologías de conexión en remoto con las líneas de producción. "Somos muy inquietos y colaboramos de forma intensa con la Universidad en distintos proyectos", afirma Belén Blanco.
Industrias José Luis Blanco también ha roto moldes en materia de igualdad, con casi un 50% de su plantilla formada por mujeres en un sector tan masculinizado como el industrial. Pero también en el acceso de la mujer a puestos directivos. "Nadie confiaba en la continuidad de la empresa porque no tengo hermanos varones. Mi padre y yo sin embargo, siempre lo tuvimos claro", afirma Belén Blanco. Una tradición que continúa con su hija, ingeniera en Organización Industrial, al frente de la fabricación, y que conforma junto a su hermano, licenciado en Empresariales y también incorporado al proyecto, un halagüeño futuro para la compañía.
Por el momento, Industrias José Luis Blanco sigue creciendo, hasta el punto de que han tenido que ampliar con una nave más la fábrica, duplicando el espacio hasta los 3.000 metros.