Historia

¿Cómo ligar en la Antigua Roma sin cometer delito de "iniuria"?

Laurent de La Hyre: Cornelia rechaza la corona de los Tolomeos, 1646.

Tras la batalla de Accio en el 31 a.C. y la derrota de Antonio y Cleopatra, César Augusto se hizo con las riendas de Roma y dio comienzo un período de expansión territorial y de desarrollo económico sin precedentes. Con el control de Egipto el grano llegaba a la urbe sin contratiempos, la llamada Pax Romana trajo el crecimiento del comercio interior y exterior, el crédito fluía y los ciudadanos invertían en tierras y en las ínsulas (¿boom inmobiliario?), incluso los advenedizos que querían hacer carrera en la política se endeudaban para financiar espectáculos y ganarse el favor de la plebe, las obras públicas proliferaban como setas… Augusto era de los que pensaba que el dinero tenía que estar en movimiento y no acumulando polvo en el Aerarium, el Tesoro público. Tras la reorganización política, social y económica, ya sólo quedaba una cuestión por tratar, la moral. Y de ello se ocupó tratando de recuperar la familia tradicional como institución básica de su nueva Roma y la moralidad como estandarte de sus ciudadanos.

Ejemplos de la nueva legislación que comenzó a regir en Roma fueron la Lex Iulia de Maritandis Ordinibus (obligación de casarse), la Lex Iulia de Adulteriis (castigaba severamente el adulterio) o ampliar los delitos de iniuria previstos en la Ley de las XII Tablas -siglo V a.C.- con el edicto De Adtemptata Pudicitia. Hasta este nuevo edicto, sólo se castigaba como iniuria la amputación de un miembro (membrum ruptum), la fractura de un hueso (os fractum) o cualquier ofensa física sin lesión, como una bofetada.

Con la nueva normativa se ampliaba a cualquier tipo de ofensa, ya fuese física o moral. Y esta es la parte que afectaba a los ligones de la época, porque tratando de proteger el honor y la decencia de las mujeres estaba penado tanto tocar a una mujer, como dirigirle unas palabras subidas de tono e incluso echarle un simple piropo que la receptora pudiese interpretar como vulgar u ofensivo. Eso sí, solo había que preocuparse de las materfamilias o matronas -título conferido a la mujer por el matrimonio y no la procreación-, las viudas y las jóvenes vírgenes, porque al resto la sociedad romana las suponía carentes de honor e indecentes.

Ante este nuevo panorama moral y social, a la hora de ligar había que tener en cuenta cómo y a quién te dirigías, y visto que el "cómo" es interpretable por la parte receptora, lo único que les quedaba a los donjuanes era centrarse en el "quién". Para ello, debían tener en cuenta dos detalles:

- Como ya le dijo Julio César a su mujer Pompeya, "No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo", pues aquí literalmente: si eres una mujer decente, debías vestir como tal y no como una meretriz. Además, y para distinguirlas, tras la Lex Iulia de Adulteriis las meretrices tenían prohibido llevar la stola de las matronas y estaban obligadas a vestir el amiculum, la toga de las cortesanas.

- Las mujeres y jóvenes (varones y mujeres) por la calle debían ir acompañados siempre, ya fuese por un familiar o incluso un siervo -a este acompañante se le llamaba comes-. Ir sola por la calle implicaba, además de hacer el ridículo, exponerse a ser confundida con una meretriz o una esclava. Por cierto, cuidado porque alejar al comes, con algún engaño o por la fuerza, también se consideraba iniuria.

Mujeres de la Antigua Roma.

Así que, si no llevaba compañía y si de su vestimenta se deducía que no era mujer decente -según la normativa en vigor en aquel momento-, podías tratar de ligar sin miedo a ser denunciado. A no ser que fueses de los que les gusta el riesgo y moverse en terrenos pantanosos, por lo que tendrías que ir provisto de una buena bolsa de monedas por si el método utilizado no era muy sutil o la mujer elegida era demasiado hembra para tan poco hombre. La condena por iniuria implicaba una indemnización en metálico, cuyo importe dependía de la ofensa recibida, de la intención, del estatus social de la ofendida e incluso del lugar donde se producía el incidente.

Y ya para terminar, si ibas por la calle y una mujer se dirigía a ti con estas palabras "Estne pugio in tunica, an tibi libet me videre", no hacía falta que mirases su ropa ni si llevaba compañía.

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