
Aunque España no intervino en la Segunda Guerra Mundial, en la Conferencia de Potsdam (1945), donde se reunieron Harry S. Truman, Winston Churchill —sustituido más tarde por Clement Attlee— y Josef Stalin para elaborar el tratado de paz y discutir los pormenores de la posguerra, Stalin puso sobre la mesa la llamada spanish question (la cuestión española)
Es necesario examinar la cuestión del régimen de España. Nosotros los rusos consideramos que el presente régimen de Franco en España fue impuesto por Alemania e Italia y que entraña grave peligro para las naciones unidas amantes de la libertad. Opinamos que será bueno crear condiciones tales que el pueblo español pueda establecer el régimen que elija.
Aquella declaración de intenciones tenía toda la pinta de una intervención militar en toda regla. Truman y Churchill compartían su opinión respecto al régimen de Franco, pero no eran partidarios de una intervención en suelo español. Según ellos, intentar derrocar a Franco por la fuerza provocaría una nueva guerra civil o incluso que la toda la población española se uniese en torno al dictador ante un enemigo extranjero. La réplica de Churchill a Stalin fue...
El gobierno británico siente odio contra Franco y su gobierno. […] Creo que, considerando que los españoles son orgullosos y más bien sensibles, semejante medida causaría el efecto de unir a los españoles en torno a Franco, en vez de apartarlos de él. […] Por lo que toca a los países que han sido liberados en el curso de la guerra, no podemos permitir que se establezca en ellos un régimen fascista tipo Franco. Pero aquí tenemos un país que no tomó parte en la guerra, y por eso es por lo que soy contrario a interferir en sus asuntos internos. El gobierno de su majestad necesitará debatir muy detenidamente esta cuestión antes de decidir romper relaciones con España.
Truman, por su parte, apostilló:
No tengo ninguna simpatía al régimen de Franco, pero no deseo tomar parte en una guerra civil española. Ya estoy harto de guerra en Europa. Nos alegraríamos mucho de reconocer otro gobierno en España en vez del gobierno de Franco, pero pienso que es una cuestión que ha de resolver la propia España.
Entre Truman y Churchill lograron convencer a Stalin y decidieron que la mejor solución era el aislamiento internacional para desgastar la dictadura. Los tres grandes se opusieron a la entrada de España en la ONU:
Vistos sus orígenes, naturaleza, su pasado y la estrecha vinculación con los países agresores, el gobierno de España no posee las calificaciones requeridas para justificar esta admisión.
El posterior distanciamiento entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y Unión Soviética, hizo que Franco, como acérrimo enemigo de los comunistas, buscase a Estados Unidos como padrino en el contexto internacional. Supongo que pesó más aquello de "el enemigo de mi enemigo es mi amigo" que el régimen dictatorial de Franco, porque en 1953 se firmaba el Pacto de Madrid.
Los estadounidenses proporcionarían ayuda económica y militar a España a cambio de construir y utilizar las bases aéreas y navales en territorio español. El siguiente éxito en política internacional se producía el 14 de diciembre de 1955, la Asamblea General de la ONU admitía a dieciséis nuevos países, entre los que se encontraba España. El espaldarazo definitivo del apoyo estadounidense ante la comunidad internacional se iba a producir el 21 de diciembre de 1959.
El presidente americano Eisenhower decidió incluir a España en un viaje internacional por Europa, Oriente Próximo, Norte de África, India y Pakistán. Madrid se engalanó para la visita con sesenta mil banderas de España y Estados Unidos, veinte mil retratos de Eisenhower y Franco, se obligó a que los colegios y empresas cerrasen sus puertas el día de la visita…
Tras aterrizar en la base americana de Torrejón, Franco recibió a Eisenhower al pie de la escalerilla con un abrazo que sería portada en todos los diarios. Recorrieron Madrid en un coche descapotable y la gente los vitoreó ondeando las banderas -a modo de Bienvenido, Mister Marshall de Berlanga-, asistieron a una cena de gala amenizada por el guitarrista Andrés Segovia, se pronunciaron discursos de colaboración y enaltecimiento de la amistad… y, tras diecinueve horas en suelo patrio, el presidente americano partió en dirección a Rabat.
Como era de suponer, Eisenhower fue agasajado con varios presentes del pueblo español: mantillas, libros, cuadros, muñecas vestidas con trajes típicos -¿serían como la bailaora que haría furor años después sobre los televisores de este país?-, puros canarios de un metro de longitud y cinco centímetros de grosor… y, para rematar la faena, un documento que le acreditaba como alcalde honorario de Marbella.