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¿Por qué regalar un melón es mejor que un anillo de diamantes en Japón?

  • Boutiques de lujo ofrecen frutas como si de joyas se tratase
  • La cultura japonesa está muy enfocada al agradecimiento con presentes
Melones en un mostrador de una boutique de lujo. Imagen: Dreamstime.

En Japón, más vale olvidarse de las flores, los chocolates e incluso las joyas cuando toca hacer un regalo especial o celebrar un momento importante. La fruta, y, concretamente, el primer fruto de la temporada de cosecha, supone el presente más exclusivo, elegante y apreciado por los japoneses, aupado por una cultura del agradecimiento ajena a Occidente.

Melones, uvas y melocotones componen algunas de las joyas gastronómicas favoritas en la sociedad japonesa. Eso sí, su valor aumenta si se trata de 'hashiri', es decir, el primer fruto de la temporada de cosecha. Una sandía alcanza los 159 euros, el melocotón se vende en pareja a 8,50 euros y un racimo de uva roja se ofrece por 210 euros. Pero la cosa puede apuntar más alto: si se trata de uvas de gran tamaño y son las primeras recolectadas de una cosecha específica, se venden por 11.000 dólares. Igual que un coche. En este caso específico, este racimo fue comprado en una subasta para hacer un regalo de boda.

¿Por qué los japoneses pagan estos precios por las frutas? El sector del regalo en este país ha realizado una apuesta fuerte por la especialización en la fruta elevada a rango de joya, algo muy aceptado culturalmente por su sociedad, a pesar de que tenga una apariencia extravagante fuera de sus fronteras. "En Japón, la fruta se escoge como regalo", sentencia la empleada de una de estas boutiques Remina Chishiro a la agencia EFE.

'Ochugen' y 'oseibo', un modo de agradecer

Comprender este punto de vista resulta más sencillo si consideramos la excepcional cultura del agradecimiento y del concepto de regalar que domina las relaciones tanto personales como laborales en el archipiélago nipón. En este país, el regalo no queda restringido al día del cumpleaños u otras ocasiones especiales como una boda o la celebración de un logro profesional. Forma parte de una tradición dirigida a construir relaciones, mostrar respeto, cortesía, aprecio o admiración.

Un paso más allá, los japoneses conviven con conceptos como 'ochugen' u 'oseibo'. El primero marca un momento para agradecer la ayuda a aquellas personas que han estado junto a nosotros, que nos han confortado o mostrado generosidad, desde familiares o amigos hasta el jefe en la oficina. Estos presentes suelen realizarse entre finales de junio y agosto, en puntos equidistantes al ecuador del año. 'Oseibo' es un regalo que se realiza para festejar el fin de año, dirigido a las personas con las que tenemos una relación estrecha en muestra, asimismo, de agradecimiento. Esta tradición se remonta a una ofrenda realizada a los antepasados, cuyos espíritus acuden para recibir el año nuevo en Japón. La fruta emerge como el detalle perfecto para agasajar tanto en 'ochugen' como en 'oseibo'.

Una agricultura exclusiva

Además del fascinante envoltorio cultural que concede a estos alimentos un halo de sofisticación, el modo en el que se estructura la agricultura japonesa de estos productos favorece el factor de exclusividad. Con solo el 15% de superficie cultivada debido a su peculiar orografía -el archipiélago japonés está salpicado de zonas de montañas y costa-, las zonas agrícolas en pequeños municipios han apostado por el prestigio de una siembra que se cuida al milímetro con una especialización completa.

En este sistema, los agricultores emergen como auténticas estrellas y responsables de, año tras año, mejorar la calidad y el sabor de los frutos que recolectan. Menos de un centenar de agricultores conocen técnicas determinadas para cosechar un tipo de fruto y su nombre adquiere un prestigio que llega al mercado japonés y sirve de reclamo para los potenciales consumidores.

Así, en la pequeña localidad de Yubari, en el norte de Japón, sus melones son legendarios, al igual que el modo de cultivarlos. Se eligen semillas nuevas a plantar cada año, y el control desde los primeros momentos de su desarrollo es completo, con el fin de desechar aquellas plantas más defectuosas. Los frutos son protegidos incluso con una especie de pequeñas sombrillas para que no reciban mayor cantidad de luz de la que necesitan para conseguir el gusto idóneo de dulzor. En mayo se recogerán los 'hashiris', es decir, los primeros frutos, para comercializarse posteriormente en selectas tiendas especializadas que recuerdan a auténticas boutiques o joyerías donde su precio alcanza condiciones galácticas.

Estas tiendas exhiben las frutas como exclusivos regalos de lujo, habitualmente presentados en pareja y en cajas forradas y decoradas como si contuvieran gargantillas de diamantes. Papeles elegantes y hasta pequeñas bolsitas refrigerantes las aíslan del ambiente exterior y mantienen su temperatura óptima. Además, en ocasiones los dependientes adjuntan fotografías de las distintas fases del desarrollo de la fruta y del agricultor responsable de su maduración.

La más antigua frutería japonesa de este tipo es Sembikiya, que tiene varios locales concentrados en Tokio principalmente. Comenzó en 1834 como frutería "de descuento", y se convirtió en una marca selecta de fruta de lujo con el paso de las décadas y una apuesta por otra estrategia comercial. En esta frutería-café son famosas sus fresas y cerezas, brillantes, vendidas en delicadas cajas como si se trataran del mejor chocolate belga.

Así que, acuérdese de esto. Si un amigo japonés le regala un melón por su cumpleaños, no le ponga mala cara: quizá nadie le haya mostrado nunca tanto aprecio.

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