
En Turquía se suceden los zarpazos terroristas. El jefe del Estado, Recep Tayyip Erdogan, siente cada vez más próximo el peligro. Su propio juego con la guerra le acorrala. El atentado de Ankara se llevó a cabo contra el centro del poder, en pleno triángulo conformado por Parlamento, Ministerio de Defensa y Academia Militar. Los autores del asesinato que costó la vida a 28 personas, 26 de ellas miembros de las FFAA, lograron penetrar en un lugar extremadamente vigilado por policía y servicios secretos.
El presidente y el gobierno del primer ministro Ahmet Davutoglu señalaron de inmediato la autoría al PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán). Más sospechoso es que acusaran a las milicias kurdo-sirias del YPG (Unidades de Protección del Pueblo) de colaborar con el PKK. Concretamente se habla de una persona del YPG que se infiltró desde Siria e hizo explotar un coche bomba al paso de un convoy militar. Se habría registrado como refugiado siendo identificado como Salih Necar gracias a sus huellas dactilares.
El gobierno turco califica como "terroristas" a los rebeldes kurdos, que estarían detrás del crimen. El primer ministro sostuvo que también Damasco está involucrado. Pidió a sus aliados, especialmente EEUU, que deje de colaborar con las milicias kurdas, apoyadas por Washington en su combate contra el Estado Islámico en territorio sirio. Por lo demás, el Ejército turco seguirá atacando posiciones de las fuerzas de defensa kurdas en Siria.
¿Acto de venganza?
El asalto a las instituciones centrales turcas sigue, en efecto, el modelo de la sangrienta estrategia del PKK. Sin embargo, la participación del YPG no está tan clara. La organización niega cualquier relación con el ataque. Y lo cierto es que los kurdos sirios serían los mayores perjudicados. Cabe la posibilidad, sí, de que fuera un acto de venganza por los bombardeos turcos en Siria. Y es cierto que los kurdos sirios aprovechan cualquier oportunidad que se les presenta para provocar a Erdogan. Luchan contra los opositores a Bachar al Asad a quienes ayuda Ankara. Han abierto una oficina en Moscú, el nuevo "gran enemigo" de Ankara tras el derribo del bombardero ruso por cazas turcos.
Putin no deja pasar la ocasión para animar la autonomía kurda e irritar así a su homólogo - y antaño amigo personal - Erdogan.
El presidente turco entra al trapo y todo indica que su intención es la de encontrar un pretexto para intervenir en la guerra de Siria. Ya está golpeando a las milicias kurdas en la frontera. A lo largo de esa línea los kurdos intentan conectar sus territorios del norte de Siria. Quieren construir un estado propio que emerja de las ruinas del régimen de Damasco. Como mínimo ambicionan una autonomía. Algo que Erdogan está dispuesto a impedir por todos los medios.
Es su propia "guerra dentro de la guerra" en un conflicto de crecientes dimensiones internacionales con múltiples actores. EEUU y los demás aliados de la OTAN avisan a Turquía para que no intervenga militarmente. El enfrentamiento de Ankara con los kurdos entorpece la lucha antiterrorista contra el EI. Impide asimismo una posición clara y firme contra la brutal guerra que Moscú está llevando a cabo en apoyo de su aliado, el dictador Asad.
Erdogan está envenenando la convivencia política en su país. El autócrata continúa intentando cambiar la constitución para retener el poder. Para ello no ha dudado en vincular la política interna con la guerra en la vecina Siria.
Hasta hace poco una eventual invasión de la infantería turca en Siria podía sonar a disparate. Pero los rumores son persistentes. Se acumulan declaraciones en ese sentido de destacados políticos del gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo.
Un enfrentamiento con Rusia
Si Ankara entrara en guerra con lo que ya llaman "campaña defensiva", la actual violencia, los enfrentamientos en la frontera con ser muy graves palidecen ante lo que puede ocurrir. La aventura podría desembocar en una desastrosa confrontación directa con Rusia. Aunque la superioridad del Ejército turco sobre los kurdos sirios es clara, frena - todavía - a Turquía el temor a que Rusia suministre a los kurdos modelos eficaces de armamento.
El autoritarismo de Erdogan ha acabado por llevar a Turquía a una explosiva mezcla de crisis económica, atentados y tambores de guerra. La inflación, galopante. La economía, en caída libre. La guerra siria y los refugiados. El conflicto kurdo. Desde que colapsó el débil proceso de paz en julio pasado las tensiones entre Ankara y los kurdos se han incrementado. El terror frena el turismo. El choque con Rusia. Todo ello ha llevado a Turquía - pieza básica en la estrategia europea para reconducir la crisis migratoria - al caos. De ser parte de la solución el país se ha convertido en emergencia, una más, para la UE.